EDITORIAL CLIE
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Originalmente publicado por Editorial CLIE bajo el título Enciclopedia de Anécdotas Vol. I y II por Samuel Vila en ©1959 y ©1991.
Ampliado y revisado por Eliseo Vila Vila.

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org <http://www.cedro.org>) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra».

©2014 Editorial CLIE

GRAN DICCIONARIO ENCICLÓPEDICO DE ANÉCDOTAS
E ILUSTRACIONES

Para la comunicación, la enseñanza y la predicación cristianas

ISBN: 978-84-8267-868-9

Depósito Legal: B. 12406-2014

Obras de Referencia

Diccionarios y Enciclopedias

Referencia: 224862

GRAN DICCIONARIO
ENCICLOPÉDICO DE
ANÉCDOTAS +
ILUSTRACIONES

Samuel Vila

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Índice general

I Dios

II Cristo

III El Espíritu Santo

IV El Pecado

V Vicios peligrosos

VI La Conciencia

VII La salvación

VIII La vida cristiana. Sus beneficios

IX La vida cristiana. Sus peligros

X La vida cristiana. Aflicciones

XI La vida cristiana. Virtudes pasivas

XII La vida cristiana. Virtudes activas

XIII La familia cristiana

XIV La oración

XV La Biblia y la literatura cristiana

XVI Iglesias y pastores

XVII Paganismo y misiones

XVIII Muerte, cielo y vida futura

XIX El ateísmo

XX El mundo de hoy

XXI Niños

XXII Jóvenes

XXIII Ancianidad

XXIV Temas musicales

CÓMO UTILIZAR Y SACAR MEJOR PARTIDO DE ESTE LIBRO

I CÓMO UTILIZAR ESTE LIBRO

Spurgeon, dijo que las anécdotas son las ventanas del sermón:

«Nuestro Salvador, que es la luz del mundo, siempre ilustró sus discursos con parábolas, a fin de que el pueblo llano le escuchara y entendiera de mejor gana. Su ejemplo consagra con la máxima autoridad la práctica de aclarar las verdades celestiales mediante símiles y anécdotas. Noé, recibió de la sabiduría del cielo la siguiente orden: “Una ventana harás al arca”, y la misma se hace extensiva a todos los predicadores de la verdad y la justicia para sus sermones».

No le faltaba razón. Las anécdotas e ilustraciones surten en un discurso la misma función que las aberturas en un edificio: ayudan a introducir luz en un argumento difícil para las mentas sencillas, aquellas a las cuales las ideas abstractas resultan pesadas e incomprensibles.

Una ilustración de la vida real adecuada al tema, contada con suficiente gracia y en el momento oportuno, no tan solo hace más comprensibles verdades espirituales difíciles de comunicar, sino que además, sirve para recuperar la atención del auditorio. Hasta la cara de los pequeños, por regla general triste y aburrida cuando los obligan a escuchar discursos que no entienden, se ilumina cuando el predicador empieza a contar alguna historia. Con todo, y como él mismo reconoce, Spurgeon no fue el primero en descubrir esta realidad. Jesús, el Maestro, el Autor del Mensaje, nos dio un claro ejemplo sobre la utilidad y la importancia de las ilustraciones, empleándolas casi constantemente. Pues en la predicación cristiana, cuya misión es comunicar verdades eternas difíciles de explicar, las ilustraciones y anécdotas son fundamentales.

Ello plantea, sin embargo, un serio problema. Localizar la anécdota o ilustración apropiada para aclarar una verdad espiritual concreta, no es tarea fácil. A menudo, cuando se incluyen ciertas anécdotas en sermones, hay que aplicarles más que a cualquier otra cosa la conocida frase que afirma que: «de lo sublime a lo ridículo, sólo va un paso». La inclusión de una historieta poco adecuada, o fuera de lugar, en un punto clave o en el clímax de un sermón, puede destruir de un plumazo todo el valor y eficacia de un excelente mensaje. Hay que dar en el clavo, y no es sencillo. Hace falta disponer de un verdadero «arsenal» de anécdotas y, además, tenerlas muy bien clasificadas temáticamente para poder encontrar siempre la más apropiada con facilidad.

El presente Gran diccionario enciclopédico de anécdotas e ilustraciones de Samuel Vila, cubre holgadamente esta necesidad del predicador. No existe otra obra de similares características, ni por número de anécdotas que aporta ni por el peculiar sistema temático-ideológico en el que estas vienen estructuradas y clasificadas.

¡Cerca de 4.000 anécdotas escogidas especialmente para la predicación cristiana! ¡El mayor contingente de anécdotas jamás publicado en un solo libro, clasificadas ideológicamente de forma que el predicador pueda encontrar la más adecuada al concepto que desea ilustrar en menos de un minuto!

A diferencia de otros libros de anécdotas, esta obra peculiar no estructura las ilustraciones alfabéticamente, como es habitual; ni siquiera por materias como hacen algunos diccionarios; sino que sigue un esquema temático-ideológico diseñado especialmente por el autor para clasificar las anécdotas de acuerdo con las necesidades propias del predicador. Veinticuatro secciones principales, que cubren la práctica totalidad de los temas de interés que puedan surgir en un sermón. Desde la existencia de Dios, pasando por toda la problemática pastoral de la Iglesia y la vida cristiana, hasta llegar a temas tan peculiares como el origen de los himnos que cantamos. Alrededor de estos temas o ideas principales giran cientos de sub-temas y dentro de ellos miles de anécdotas e ilustraciones, todas ellas con un título exponente de su contenido y debidamente clasificadas dentro de cada tema.

De esa manera, bien sea buscando directamente en el texto de la obra -como si de un diccionario se tratara-, bien sea a través del Índice Temático-Ideológico -que incluye secciones, subsecciones y los títulos de cada una de las anécdota- o simplemente a través del Índice Temático Alfabético, la posibilidad de encontrar una anécdota adecuada para ilustrar cualquier argumento moral o espiritual en un sermón o una conferencia, está garantizada. Y localizarla es cuestión de segundos.

El orden de secciones y subsecciones es el siguiente:

CLASIFICACIÓN TEMÁTICA-IDEOLÓGICA DE LAS ANÉCDOTAS

I Dios

1. Pruebas de su existencia

2. Ejemplos de su providencia

3. Ejemplos de su omnisciencia y omnipresencia

4. Ejemplos de su justicia

5. Ejemplos de su paciencia y magnanimidad

6. Ejemplos de su sabiduría

7. Ejemplos de su amor

II Cristo

1. Su nacimiento virginal (Navidad)

2. Su sacrificio redentor

3. Su obra sustitutoria

4. Su compañerismo

5. Único y suficiente mediador

6. Único modelo

7. Sus milagros

8. Su resurrección

9. Su Segunda Venida

10. Sus virtudes

11. Su incomparable amor

12. Su fidelidad

13. Su realidad histórica y su influencia en el mundo

14. Su poder

III El Espíritu Santo

1. El misterio de la Trinidad

2. Su obra en los no cristianos

3. Su obra en los cristianos

4. Despertamientos y avivamientos

IV El Pecado

1. Universalidad del pecado

2. El egoísmo

3. La mentira

4. El orgullo

5. La ingratitud

6. La blasfemia

7. El robo

8. Guerras y venganzas

9. Degradación universal

10. Vanidad de las riquezas

11. Vanidad de los placeres

12. Vanidad del poder

13. Ejemplos del pecado y sus consecuencias

14. Reprensiones oportunas y acertadas al pecado

15. Castigos providenciales

16. Costumbres y excesos arcaicos y modernos

17. Venciendo al pecado

V Vicios peligrosos

1. Tabaco

2. Alcoholismo

3. Drogadicción

4. Ventajas y peligros de la televisión

5. Ocultismo

VI La Conciencia

1. Guía Universal

2. Integridad y honradez

3. Llevando al arrepentimiento

4. Endurecida

VII La salvación

1. Valor del alma

2. Necesidad de la conversión y de la salvación

3. No por obras

4. La salvación por fe

5. Peligro de la indiferencia

6. Peligro de la tardanza

7. Peligro de los errores antibíblicos

8. La salvación rechazada

9. La salvación aceptada

10. El dilema del pecador

11. Arrepentimiento y humillación

12. Para los más perdidos

VIII La vida cristiana: Sus beneficios

1. Transformación por la conversión

2. Seguridad de la salvación

3. Ventajas del buen ejemplo

4. Cuidado y protección de Dios

5. Gozo y paz por la fe

6. Confianza en la Providencia

7. Salud para el carácter

IX La vida cristiana: Sus peligros

1. Hipocresía

2. Negligencia y pereza

3. Avaricia

4. Mundanalidad

5. Frialdad espiritual

6. Murmuración

7. Mentira y exageración

8. Ansiedad

9. Orgullo y altanería

10. Pesimismo

11. Mal carácter y rencor

12. Tomar el nombre de Dios en vano

13. Modernismo escéptico

14. Legalismo

15. Envidia

16. Juzgar a los demás

17. Necedad

18. Desaliento

19. Malas compañías

20. Ceguera espiritual

21. Adulación

X La vida cristiana: Aflicciones

1. Confianza en las pruebas

2. Transformadas en beneficios

3. La esperanza que consuela

XI La vida cristiana: Virtudes pasivas

1. Fe o confianza en Dios

2. Paciencia

3. Humildad

4. Honradez

5. Lealtad

6. Cortesía y altruismo

7. Gratitud

8. Obediencia a Dios

9. Consagración o rendición a Cristo

10. Perdón de ofensas

11. Devolviendo bien por mal

12. Disciplina del yo

13. Amor: el método de Cristo

14. Cooperación

15. Sinceridad

16. Laboriosidad

17. Sed de Dios

XII La vida cristiana: Virtudes activas

1. Celo, entusiasmo y fervor

2. Testimonio y trabajo personal

3. Alabanza, canto y gozo

4. Valor y martirio

5. Tenacidad y perseverancia

6. Generosidad y mayordomía con Dios

7. Deberes sociales, labor misionera

8. Santificación del día del Señor

9. Puntualidad

10. Grandes hombres de Dios

XIII La familia Cristiana

1. Confiando el noviazgo a Dios

2. El matrimonio y sus problemas

3. Amor idílico y tenaz

4. Educación de los hijos

5. El problema del sexo y su tratamiento

6. El culto de familia

7. Chispas infantiles

8. Ancianidad

9. Amor filial

10. Amor materno y paterno

11. Influencia Infantil

XIV La oración

1. Su eficacia

2. Fe en las promesas de Dios

3. Respuestas inmediatas

4. Respuestas diferidas

5. De corazón, no de labios

6. Acciones de gracias

7. Dichos e ilustraciones sobre la oración

8. Hombres y mujeres de oración

9. Oraciones equivocadas

10. Oraciones contestadas de diferente modo

XV La Biblia y la literatura cristiana

1. Su poder en los individuos

2. Su influencia en las naciones

3. Amor a la Biblia

4. Descuido de la lectura de la Biblia

5. Profecías bíblicas cumplidas

6. Inspiración de las escrituras

7. Dichos y comparaciones sobre la Biblia

8. Comprensión de las figuras y misterios bíblicos

9. Citas exactas y desafortunadas

10. Valor de la literatura

XVI Iglesias y pastores

1. Beneficios de asistir a la iglesia y ejemplos

2. Cualidades del pastor

3. Defectos del pastor

4. Cualidades de los miembros de la iglesia

5. Defectos de los miembros de la iglesia

6. Divisiones y denominaciones

7. Cooperación y unidad para la obra del Señor

8. Necesidades materiales del obrero del Señor

XVII Paganismo y misiones

1. Motivos para la obra misionera

2. Resultados de la obra misionera

3. Defectos misioneros

4. Costumbres paganas

5. Heroísmo misionero

XVIII Muerte, cielo y vida futura

1. Un hecho inevitable y seguro

2. Importancia de la eternidad

3. La esperanza cristiana

4. El valor de la vida ante el más allá

5. Lechos de muerte de creyentes

6. Lechos de muerte de incrédulos

7. Ilustraciones sobre la muerte

8. Posibles visiones del más allá

9. Datos científicos sobre el más allá

10. Premios en el cielo

11. Temor a la muerte y al infierno

12. Glorias del cielo

XIX El ateísmo

1. Inseguridad de la filosofía atea

2. Resultados de la incredulidad

3. Respuestas a la incredulidad

4. Tipos de incredulidad

XX El mundo de hoy

1. Injusticia social

2. Lecciones de la historia

3. Tras el telón de acero del reciente ayer

XXI Niños

1. Frases e ideas infantiles

2. Con enseñanza espiritual

3. Ventajas de conocer a Cristo en la infancia

4. Niños de valía

5. Vidas infantiles malogradas

XXII Jóvenes

1. Oportunidad juvenil

2. Deterioro juvenil

XXIII Ancianidad

1. Su privilegio

2. Ejemplos prácticos

XXIV Temas musicales

1. La música y la fe evangélica

2. Origen de los himnos que cantamos


Veamos pues un ejemplo de su utilización. Supongamos que deseamos ilustrar con una anécdota el poder de la alabanza y el canto cristiano. ¿Qué haremos?

Iremos directamente al «ÍNDICE ALFABÉTICO DE TEMAS» y encontraremos «Alabanza, canto y gozo». O bien daremos un vistazo por encima al «ÍNDICE TEMÁTICO-IDEOLÓGICO» y veremos que en la sección de «VIDA CRISTIANA: Virtudes Activas» hay un apartado completo dedicado a la «Alabanza, canto y gozo» con diversas anécdotas sobre la importancia y utilidad de la alabanza. Examinaremos los títulos que corresponden a cada una de ellas y escogeremos, por ejemplo, la que dice: «Utilidad del canto en momentos de apuro». Nos indica que la anécdota es la nº 2253. Buscamos en el texto de la obra el apartado XII LA VIDA CRISTIANA. Virtudes activas y nos encontramos con esta preciosa y conmovedora historia de cómo el poder de Dios puede utilizar la alabanza y el canto cristiano para librarnos de graves peligros:

«Cuando el buque inglés Stella naufragó frente a las costas de Casquet-Rocks, un bote con 12 mujeres anduvo a la deriva durante toda la noche. No había un solo marinero a bordo y las mujeres tuvieron que permanecer quietas, sentadas, dejando que los vientos llevaran la embarcación, sin rumbo, a través de las olas. Con el frío, la humedad y el miedo, pasaron una noche terrible. Y muchas habrían sucumbido a la crisis nerviosa y perdido el valor o incluso la vida, de no haber estado con ellas una cristiana llamada Margaret Williams, conocida por su excelente voz y talento musical. Margaret, para animar y alentar a sus compañeras, estuvo cantando ininterrumpidamente un himno tras otro durante casi toda la noche, escogiendo aquellos que versan sobre la confianza del cristiano en la ayuda de Dios en las situaciones de tribulación.

A la mañana siguiente, cuando apenas despuntaba el alba, una embarcación de rescate apareció en busca de las supervivientes. En la oscuridad, estuvieron a punto de pasar de largo, de no haber sido porque sus tripulantes, en el silencio de la noche, escucharon la potente voz de la señorita Williams cantando un pasaje de un oratorio de Haendel: “Guarda silencio, encomienda tu camino a Jehová y espera en Él”. El canto les indicó la presencia del bote y les permitió seguir la dirección hasta llegar a él y rescatar a las supervivientes».

Pero el objetivo de este Gran diccionario enciclopédico de anécdotas e ilustraciones va más allá del púlpito. Su propósito es que resulte útil para todo tipo de discursos y conferencias dentro del ámbito cristiano, por ello incluye numerosas secciones que van más allá de los ámbitos habituales de la predicación, los que tienen que ver con la familia cristiana, jóvenes, niños, consejería, sociedad, música y tantos más. Todos ellos con cientos de anécdotas, historias y ejemplos aplicables a todo tipo de circunstancias.

Varias generaciones de pastores han venido utilizando con éxito durante años las Enciclopedias de Anécdotas e Ilustraciones de Samuel Vila, y muchos todavía las conservan como un tesoro y las siguen haciendo. Estamos convencidos que el presente Gran diccionario enciclopédico de anécdotas e ilustraciones, que recoge y unifica todo su contenido ampliándolo de forma notoria, aportará a predicadores, pastores, líderes, profesores, maestros y consejeros cristianos del Siglo xxi una valiosa herramienta para amenizar sus sermones y conferencias, para ilustrar sus consejos, y para aclarar a sus oyentes los argumentos de las verdades eternas con ostensible acierto.

II AL ARTE DE NARRAR ANÉCDOTAS EN UN SERMÓN

Pero la misión del predicador no acaba ahí. Una vez localizada la anécdota apropiada hay que introducirla en el lugar adecuado, enlazarla con el texto del discurso y contarla con la habilidad y gracia precisas para que capte la atención de la audiencia y surta el efecto deseado. Pues esta misma preciosa anécdota sobre la alabanza, que acabamos de proponer como ejemplo, y que bien narrada puede cautivar fácilmente a un auditorio y disparar sus emociones, mal leída y mal contada, no hará más que aburrirlo y hacer que desconecte del tema.

Fue por ello que el autor de esta obra, Samuel Vila, demostrado genio de la homilética (su libro “Manual de homilética” sigue en las librerías como bestseller utilizado por cientos de Institutos y Seminarios Bíblicos) no olvidó incluir en las diversas ediciones de sus ponderadas Enciclopedias de anécdotas e ilustraciones, todo un conjunto de consejos para los predicadores acerca de cómo utilizar y contar las anécdotas con eficacia, que debidamente ampliados y actualizados no queremos pasar por alto en esta nueva edición.

Cómo narrar las anécdotas:

1. Escogerlas y distribuirlas con habilidad

Las anécdotas han de ser utilizadas únicamente en los lugares apropiados y ser las adecuadas para ilustrar el argumento que se expone. Nada peor en un sermón que una anécdota colocada forzadamente, a martillazos, en algún lugar que no le corresponde. Si no encontramos la anécdota adecuada que ilustre lo que estamos explicando, mejor no contar ninguna. Una anécdota que no aclare o ilumine nada en concreto es contraproducente. Mil veces es preferible un sermón con pocas o ninguna anécdota que un sermón repleto de ilustraciones que no encajan con el argumento.

¿Dónde colocar las anécdotas? En todos aquellos puntos en los que consideremos que una anécdota puede ayudar a una mejor comprensión de la idea. Hay, sin embargo dos puntos clave, que son: el comienzo y el final del sermón. Al comienzo, para captar la atención del auditorio y convencerlo de que la exposición va a ser interesante. Al final para remachar y asegurarnos de que han entendido bien el sentido de lo que hemos expuesto. Spurgeon decía al respecto: «Feliz el predicador que encuentra para el final de su sermón una anécdota o historieta apropiada que ilustre y haga patente toda la enseñanza del mismo». De esto, el mejor ejemplo que tenemos lo encontramos en el final del Sermón del Monte, con la parábola del hombre que edificó su casa sobre la peña (Mateo 7:24-29).

¿Cuántas anécdotas se pueden incluir en un sermón? No utilice las anécdotas en demasía, pues de lo contrario el sermón se desequilibra. Las anécdotas son al sermón lo que las especies y condimentos a la comida: en su medida justa realzan su sabor pero en exceso la hace incomestible. Un exceso de anécdotas perjudica más que ayuda; pues fácilmente pueden convertirse en ladronas de atención que sustraigan y eclipsen la gloria del texto bíblico y la importancia del mensaje. El eje central alrededor del cual ha de girar el sermón es el texto bíblico, no las anécdotas.

Un sermón ideal debería contar con no más de una anécdota para ilustrar cada uno de sus puntos principales, de este modo puede considerarse un magnífico sermón. Lo mejor es que la anécdota vaya colocada al final del punto argumental que pretende ilustrar, aunque esto no siempre es posible. A veces se hace necesario ilustrar un punto secundario. Pero hay que evitar el uso de anécdotas para ilustrar una simple frase a menos de que la misma sea crucial y contenga la esencia del sermón. De lo contrario, da la impresión que contamos la historieta sin ton ni son, simplemente porque nos gusta a nosotros. La anécdota tiene que estar al servicio del sermón, no el sermón al servicio de la anécdota.

¿Es conveniente utilizar más de una anécdota para ilustrar un mismo pensamiento? Eventualmente sí, pero de ningún modo contadas una tras otra. Si contamos una segunda anécdota inmediatamente después de la primera, se pierde totalmente el sentido e importancia de la primera. Pero si remarcamos el argumento principal con unas cuantas ideas adicionales y a continuación lo reforzamos con una segunda anécdota o frase ilustrativa, el auditorio estará preparado para ella.

Y en especial, ¡mucho cuidado con repetir las mismas anécdotas con frecuencia! Es mucho menos arriesgado y comprometido repetir un sermón antiguo con anécdotas nuevas que un sermón nuevo con anécdotas ya contadas y conocidas. Un sermón antiguo predicado a la misma audiencia, con pocos cambios en las ideas pero con anécdotas nuevas, puede captar la misma atención que cuando fue predicado por primera vez. Un sermón recién preparado, con ideas nuevas, pero con anécdotas contadas en sermones recientes, será juzgado como repetido y aburrirá a los oyentes. Por ello es tan importante disponer de un número considerable de anécdotas sobre cada tema.

2. Introducirlas con gracia

Parece algo de poca importancia y, sin embargo, la forma de empezar a referir la anécdota es clave. Hay predicadores que da la sensación que solo tienen una forma de hacerlo: «Recuerdo que...»; peor todavía cuando se dice: «Recuerdo haber leído en un libro...» o «Buscando en Internet…». Al auditorio no le interesa en absoluto si el predicador ha leído la anécdota en un libro o revista, se la han contado o se la ha inventado; lo que quiere es que sea interesante. Por el contrario, toda vinculación personal del predicador con la anécdota es siempre beneficiosa. A la gente le gusta saber cosas de su vida. Si puede contar un ejemplo de su vida personal y comenzar diciendo «Cuando yo era pequeño…» ha dado en el clavo. También ayuda el vincularse personalmente con la anécdota y proporcionar de entrada su valoración personal de la misma: «Hay una historia que a mi siempre me ha impresionado…» es una manera útil de introducirla

3. Contarlas con emotividad

Lo más esencial en las anécdotas es la manera en que son contadas. Hay que cautivar la atención del auditorio, hacer que vibre con los detalles, y mantenerlo en vilo hasta el final. Una anécdota excelente puede producir muy poca impresión y motivar muy poco a los oyentes si es contada con indiferencia. El buen narrador de anécdotas debe mostrarse él mismo interesado en lo que cuenta y mantener en alto el interés del auditorio, contando los incidentes de la anécdota por orden, sin adelantarse a revelar el final del caso, a fin de mantener latente el espíritu de expectación. Adelantar un solo detalle del desenlace de una anécdota puede estropearla completamente, pues la gente ya no escucha con interés.

Veamos un ejemplo de esto en una anécdota muy ilustrativa sobre cómo y por qué se escribió el famoso himno “Salvo en los tiernos brazos”, la nº 3.492.

Al explicar esta anécdota hay que hacer que el auditorio vibre. Para ello, sin extenderla excesivamente para no convertirla en una historia larga y pesada, el predicador tiene que emplear la expresión y el tono adecuados, y añadir de su propia imaginación cuantos detalles y pinceladas hagan falta para que los oyentes vean en su mente la casa ardiendo, el vecindario angustiado, el niño asustado suplicando ayuda, y el padre implorándole que se lance al vacío. No está fuera de lugar añadir incluso algunas frases en el diálogo entre padre e hijo, con tal que sean las que más o menos tendrían lugar en un caso semejante; pues con ello se añade patetismo, hasta que finalmente los oyentes den un suspiro de alivio al oír cómo el niño cayó sano y salvo en los brazos del padre.

Jamás comience una anécdota con una disculpa; si considera que tiene que pedir disculpas sobre algo que va a contar, mejor no lo cuente. Ni anticipe lo triste o divertida que es la historia; deje que sean los oyentes quienes opinen sobre esto. Un predicador nunca debería comenzar a explicar la anécdota citada en el ejemplo anterior diciendo: «Lo que les estoy exponiendo acerca de la fe ciega, tiene mucho parecido con el caso de un niño que fue salvado por su padre, el cual lo invitaba a lanzarse a sus brazos desde el balcón de una casa que estaba ardiendo.» Esta manera indiferente de pre-explicar las anécdotas no transmite el patetismo necesario y no capta la atención del auditorio. Elimina por completo el elemento sorpresa al dejar patente desde el principio que el niño fue «salvado» por su padre. Hay que procurar que los oyentes no intuyan si el niño fue salvado o pereció entre las llamas hasta que escuchen el final.

Sin llegar a convertir el púlpito en un teatro, utilice las anécdotas para crear emotividad. Como ya hemos dicho, las anécdotas son para ayudar a la gente a entender una verdad, pero más allá de esto, para motivarlos a aplicar esa verdad en sus vidas. Y es preciso conectar la emoción con la cognición antes de llegar a la acción. Pues sin emoción no hay motivación, y sin motivación no hay acción. Y esto es tan cierto en los bancos de la iglesia como lo pueda ser en el vestuario de un equipo de fútbol o de baloncesto. Las buenas anécdotas e ilustraciones van dirigidas tanto a la mente como al corazón. Explican, pero además de explicar, motivan.

Es preciso evitar en todo lo posible leer las anécdotas en el púlpito. Las ilustraciones dentro de la predicación deben ser contadas de un modo espontáneo y natural. Para facilitar esto, digamos que, sin alterar los hechos ni apartarse de lo posible y real en cada anécdota, el predicador tiene plena libertad para añadir y cortar detalles usando su propio criterio e imaginación. Es mil veces preferible omitir un detalle por fallo de memoria o improvisar dentro de lo posible lo que uno no recuerda, que detener el curso del sermón para leer una anécdota, variando el tono y la expresión. Si el predicador teme los fallos de su memoria, lo mejor que puede hacer es traer la anécdota escrita al púlpito, para echarle alguna mirada furtiva, pero con naturalidad, sin variar el tono ni detener o parar el ritmo de la predicación, y sin que el público perciba que no habla de forma totalmente espontánea.

4. Elegirlas con sabiduría

El contenido y naturaleza de lo que se puede utilizar como símil, historieta o anécdota para ilustrar un argumento en un sermón, no tiene otros límites que el buen criterio del predicador. Todo vale si sirve adecuadamente a este propósito: Las noticias del periódico o la TV; los anuncios; lo leído en libros y revistas; experiencias personales; experiencias de otras personas (siempre con el debido consentimiento y respetando los principios de privacidad), Internet, Facebook, Twitter, etc., etc. Las más de 3.600 anécdotas que ofrecemos en este diccionario, aunque son un verdadero arsenal para el predicador, deberían servir también, más que otra cosa, para enseñarle cómo captar, clasificar y utilizar las miles de experiencias ilustrativas que a diario pasan por delante de sus ojos. Además, una anécdota cuanto más cercana al auditorio más valor ilustrativo adquiere. Una experiencia de la propia comunidad, de la ciudad, o del país en que uno vive siempre tiene más valor ilustrativo que la de un país lejano. Los miles de ejemplos adecuados sobre todos los temas que el presente libro aporta y su clasificación, pueden y deben ser utilizados por los predicadores como modelo para confeccionar “su propio libro” de anécdotas. Sin embargo, y aunque insistimos en que todo vale a la hora de ilustrar las verdades eternas, al escoger las anécdotas hay algunos puntos particulares que es necesario tener en cuenta:

  1. Evitar las historias excesivamente largas. Nuestros lectores observarán que algunas de las anécdotas que incluimos en este diccionario son considerablemente largas, mientras que otras, en cambio, son muy cortas. El autor las fue compilando a lo largo de años según las encontraba en sus fuentes originales, si bien en la mayoría de los casos añadió una aplicación o comentario de su propia pluma para ayudar al predicador a aplicarlas. Por tanto, es opción del narrador resumirlas o ampliarlas según crea que convenga al tema y al auditorio al cual van dirigidas. Por regla general, los públicos de congregaciones rurales o iglesias pequeñas, reciben con agrado anécdotas largas, mientras que los urbanitas de las grandes iglesias, siempre estresados y justos de tiempo, requieren anécdotas breves, contadas con la mejor precisión y construcción de oratoria. Los predicadores de tales congregaciones se verán precisados a resumir algunas de las anécdotas, aunque recomendamos poner sumo cuidado en no suprimir nada esencial, sino tan sólo aquello que puede ser fácilmente suplido por la imaginación del oyente.
    No utilice en exceso el tiempo del sermón contando anécdotas. Con las anécdotas escritas, como las del presente diccionario, no hay tanto peligro de esto. Pero cuando uno cuenta experiencias propias, hay mucha tendencia a incluir detalles innecesarios, y lo que podría ser una historia de un párrafo a menudo se convierte en una página, y lo que se podría decir en una frase se convierte en un párrafo. Abrevie. Lo bueno, si es corto es dos veces bueno. Jamás sacrifique el tiempo necesario para exponer la Palabra en contar una historia irrelevante, por muy buena que esta le parezca.
  2. Evitar lo vulgar y de mal gusto. Contar chistes o historietas humorísticas desde el púlpito, no está proscrito. Al contrario, son las anécdotas más gratas y mejor recordadas. Pero debe tenerse sumo cuidado en que no traspasen el límite del humor, que no sean vulgares o triviales. El púlpito es un lugar sagrado y los oyentes que acuden a escuchar la Palabra de Dios esperan recibir pensamientos dignos y de acuerdo con el propósito a que está destinado.
    Toda anécdota que provoque una sonrisa debe ser contada, o bien al principio del sermón para captar la atención del auditorio; o bien si la incluimos en la parte expositiva de los argumentos, para ilustrar alguna de las verdades que se trate de inculcar; pero nunca en la aplicación o exhortación. Es catastrófico reservar una anécdota humorística para la conclusión general del sermón, cuando la urgencia del mensaje debe llenar el ambiente de solemnidad y reverencia. Tampoco al final de alguna de las partes principales, cuando se está exhortando a la congregación a poner en práctica la enseñanza recibida. En tales momentos un chiste o anécdota humorística puede estropear toda la emotividad del momento, y dar además la impresión de que el predicador es un cómico que no siente lo que dice.
    Si el predicador en la introducción del sermón ha sabido ganarse adecuadamente la simpatía del auditorio con una historieta o ejemplo ameno, y ha ilustrado los puntos principales con anécdotas que hagan evidentes los principios que trataba de demostrar, apelando incluso al género humorístico en el argumento que se conoce de reductio ad absurdum, esto es, mostrando incluso con algún ejemplo chistoso la necedad del ateísmo, la vanidad de las riquezas, lo insensato de encolerizarse, etc., el público escuchará con interés la conclusión del sermón en base a consideraciones serias, aplicaciones prácticas y conclusiones solemnes de los principios expuestos. Sin necesidad de más apelaciones cómicas. Al entrar en la conclusión debe evitarse el recurso al chiste, por muy oportuno y apropiado que pueda parecer. Si en tales momentos se echa mano de una ilustración, debe ser siempre una historia seria, de carácter solemne, que se corresponda a la seriedad de la exhortación.
    Entre los predicadores de Estados Unidos prolifera la costumbre de iniciar siempre el sermón con un chiste o una historieta cómica que muchas veces no tiene nada que ver con el tema del mensaje que se proponen dar. Su único objetivo es ganarse la simpatía del público. Existen diversas opiniones acerca de este método, pero nosotros no lo condenamos cuando el predicador posee suficiente don de gentes para que no resulte ridículo. A decir verdad, no es lo que consideramos más adecuado, pero tampoco nos atrevemos a decir que es impropio si se hace con buen gusto. Basta con que la historia no sea vulgar, es decir, que no sea impropia de un lugar sagrado.
  3. Tener mucho cuidado con las anécdotas personales. Como hemos indicado ya anteriormente, cuando el predicador puede contar alguna experiencia vivida por él mismo, el interés del auditorio se acrecienta. Los grandes predicadores casi siempre guardan un buen número de incidentes personales de su vida que usan como ilustraciones en sus sermones.
    Pero deben evitarse la pedantería y los delirios de grandeza. Es impropio hablar a un auditorio modesto de grandes viajes, grandes hoteles, y grandes logros, a menos sea con un claro contenido espiritual. También hay que evitar el abuso del pronombre personal “yo”; si en el hecho han intervenido varias personas, es mejor sustituirlo por un “nosotros” tanto como se pueda, pues ello dirá mucho en favor de la modestia del predicador. Y jamás presentarse como el héroe de su propia historia. Cuando se cuentan anécdotas personales siempre hay el peligro de recurrir a cosas triviales o poco ilustrativas con el único propósito de compartir aquello que a nosotros nos entusiasma, sin reparar en que un incidente que a nosotros nos ha impactado y nos puede parecer fantástico, a los demás les resulta intrascendente y aburrido, a menos que ilustre verdaderamente el argumento o contenga una evidente lección moral o espiritual.
    Y mucha precaución al contar experiencias de otras personas, especialmente si se trata de otros miembros de la congregación o personas conocidas en la comunidad. Mantenga las conversaciones confidenciales fuera del púlpito. Cuando se cuentan historias personales hay que hacerlo siempre con el consentimiento de los interesados y con el debido respeto y elegancia.

Para concluir, recordar simplemente que cada congregación es diferente; cada predicador tiene su estilo, y cada sermón requiere de un tiempo de preparación adecuada y de la sabiduría de lo Alto para decidir cuántas y cuáles anécdotas se deben utilizar. Hemos de ser conscientes de que predicamos el mensaje del evangelio, y por, tanto las anécdotas han de estar siempre al servicio del evangelio y arropando el evangelio, no el evangelio arropando las anécdotas. Pues como dijo el apóstol Pablo: “Agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado” (1ª Corintios 1:21-23).

Eliseo Vila

Diciembre de 2013

Prólogo

Cuando el Dr. Samuel Vila, fundador de CLIE y uno de los principales líderes del protestantismo español a lo largo del Siglo xx, completó en 1921 sus estudios teológicos bajo la tutoría de uno de los discípulos directos del gran predicador Charles Haddon Spurgeon, una de las cosas que más clara quedó en su mente fue la importancia de las anécdotas en la predicación cristiana. Las palabras del llamado “príncipe de los predicadores” en su famosa y apreciada obra “Discursos a mis estudiantes”, lo impactaron:

«De más está deciros que para la mayoría de nuestros oyentes es imprescindible que nuestros sermones vayan ilustrados con un número considerable de símiles y anécdotas. Esto es algo que el Señor mismo nos enseña muy bien a través de sus constantes y numerosas parábolas; y casi todos los grandes predicadores a lo largo de la historia han empleado siempre numerosos símiles, metáforas, alegorías y anécdotas en sus discursos… Por tanto, adornad bien vuestros sermones, pero sin perder de vista que lo principal no es el adorno, sino el contenido. La predicación cristiana siempre ha de estar centrada en dar una verdadera instrucción y enseñar doctrinas sólidas… Comprobad, por tanto, que vuestras anécdotas sean apropiadas al tema que estáis exponiendo, de lo contrario pierden todo su valor pedagógico… Y procurad también que sean nuevas y originales, no las de siempre que vuestros oyentes han escuchado ya repetidas veces… Preparad bien vuestros sermones, y cultivad en ellos lo que el Padre Taylor1 llama “El don de sorprender”, puesto que es lo más eficaz a la hora de cautivar la atención de la audiencia».

Recuerdo bien habérselas escuchado repetir a sus propios estudiantes en numerosas ocasiones; marcaron definitivamente su estilo de predicación, y me atrevería a decir que el de todo su ministerio a lo largo de su vida.

Desde que predicó su primer sermón en 1920, comenzó a organizar un fichero personal de anécdotas para su propio uso mediante un trabajoso procedimiento que él mismo describió años después con estas palabras:

«En aquella época, siendo que mi ministerio activo era aún limitado y disponía de tiempo, me dedicaba en las bibliotecas y hemerotecas a hojear, página por página, todas las colecciones de diversas revistas evangélicas, desde el año 1873 al 1920, anotando en una libreta por temas y secciones correlativas los títulos de centenares de anécdotas e ilustraciones, indicando el tomo y página donde se encontraban, con el propósito de poder ir a buscarlas cuando las necesitara para utilizarlas en mis sermones».

Posteriormente, y con la ayuda de su fiel esposa y secretaria, Lidia, fue transcribiendo cada una de estas anécdotas, y todas las que iba acumulando de otras fuentes a lo largo de su ministerio, a fichas de cartulina, organizándolas por temas. Un “tesoro”,según solía decir, que guardaba celosamente en un amplio cajón. Pero con el tiempo el cajón resultó insuficiente y fue necesario construir un mueble entero, pues ¡había acumulado varias miles de fichas de anécdotas!

Al decidir, ya con sesenta y cuatro años de edad, aflojar un poco sus actividades pastorales (no así las de predicación, pues siguió predicando una o dos veces cada domingo hasta el día de su muerte) para dedicar más de su tiempo al ministerio de la literatura cristiana, pensó que tan inmensa labor de recopilación podría resultar muy útil a los predicadores en el mundo de habla hispana. Y aplicando el mandato del Maestro en Mateo 5:15: “No se enciende una lámpara para ponerla debajo de un almud, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en casa”, decidió convertir las fichas en un grueso manuscrito y posteriormente en libro, dando a luz la primera edición de la “Enciclopedia de anécdotas e ilustraciones” publicada por CLIE en 1967.

Lo que diferenciaba esta obra peculiar de los demás libros de anécdotas publicados hasta aquella fecha, no era sólo el importante número de anécdotas que ofrecía, sino su estructura temática. Pues las anécdotas no venían clasificadas alfabéticamente, como era lo usual, sino organizadas mediante un complejo sistema ideológico diseñado por él y especialmente adaptado a las necesidades de la predicación cristiana. Veámoslo explicado en sus propias palabras:

«El predicador necesita encontrar la anécdota adecuada en el momento preciso en que le hace falta, y esto no es cosa fácil. Hasta el momento no hemos encontrado ningún libro de anécdotas en el cual estas vengan agrupadas en un orden ideológico que permita al predicador encontrarlas con la necesaria facilidad y rapidez. Por lo general se limitan a un índice alfabético de títulos de las anécdotas; pero a veces el título no dice mucho o no indica con la suficiente claridad el contenido de cada anécdota para discernir a qué tema en concreto se puede aplicar. Y al predicador, siempre muy ocupado, pues este es el caso de la mayoría de servidores de Dios, le resulta sumamente engorroso tener que buscar anécdotas en diversos libros, sobre todo si tiene que ir buscando, página tras página, cual es la que mejor se ajusta al tema que quiere ilustrar.

Para solventar esta dificultad hemos preparado un índice de materias o temas de predicación, agrupando las anécdotas por orden ideológico. Ello facilita al predicador una visión de conjunto, por temas y secciones, que le permite seleccionar con suma rapidez la anécdota más adecuada para cada caso.

Con la publicación de este libro, que representa una experiencia pastoral de más de medio siglo en la búsqueda de ilustraciones para el púlpito, confiamos haber prestado un servicio muy útil a nuestros hermanos predicadores de habla española. Ello nos regocija al considerar la inmensa y gloriosa tarea de tales coadjutores nuestros en la búsqueda de almas y en la edificación del pueblo de Dios. Hasta qué punto hayamos conseguido nuestro ideal propósito, lo demostrará la demanda de la presente obra.»

Y la demanda lo demostró sobradamente. La aceptación que tuvo la Enciclopedia de anécdotas e ilustraciones de Samuel Vila por parte de los pastores y predicadores del mundo hispano fue excepcional. A lo largo de veinte años las sucesivas ediciones se iban agotando con facilidad y dejando paso a otras nuevas. El éxito fue de tal magnitud que en 1991 decidió publicar un segundo volumen con todas aquellas anécdotas que por motivos de espacio se habían descartado al seleccionar el contenido del primer volumen, sumándoles otras tantas nuevas que había recopilado. La aceptación y éxito editorial del segundo volumen fue paralelo al del primero. Durante más de 30 años la Enciclopedia de anécdotas e ilustraciones de Samuel Vila, volúmenes I y II, fueron un “bestseller” de presencia obligadas en los estantes de prácticamente todas las librerías cristianas de habla española.

Pero el reparto de las anécdotas en dos volúmenes siempre planteó un serio inconveniente a los usuarios, ya que los distintos temas se repetían en ambos, y uno se veía en la obligación de consultar ambos volúmenes si quería una visión completa de las anécdotas disponibles para cada tema. De modo que, dados los importantes avances en materia informática, consideramos que había llegado el momento de unificar ambos volúmenes. La idea de Samuel Vila era la de hacerlo ya en 1991, cuando salió a la luz el segundo volumen, pero el trabajo inmenso que ello hubiera significado en aquella época le hizo desistir.

Así que en 2010, y como privilegio especial por tratarse de una de las obras cumbre de mi padre, con la colaboración de mi hija Anna, emprendí personalmente la tarea de unificar y revisar ambos volúmenes, ampliando el número de anécdotas con las que él había recopilado hasta su partida, y añadiendo personalmente otras muchas. En total, cerca de 3.500, la mayor concentración de anécdotas e ilustraciones para la predicación jamás recopilada y publicada en un solo tomo, al que hemos adjudicado el merecido título de Gran diccionario enciclopédico de anécdotas e ilustraciones.

Nuestra esperanza en CLIE es que este Gran diccionario enciclopédico de anécdotas e ilustraciones siga siendo para los pastores y predicadores del Siglo xxi, tanto o más útil de lo que fueron a lo largo de la segunda mitad del Siglo xx los dos volúmenes entonces publicados.

Samuel Vila concluye su prólogo al segundo volumen con estas palabras:

«Igual que el primero nos complacemos en decir que lo encomendamos al “Príncipe de los pastores”, en cuyo servicio nos hallamos y a cuyo honor y gloria lo hemos preparado.»

Él acabó su carrera, peleó la buena batalla, y descansa ya de sus trabajos desde hace años en la presencia del “Príncipe de los pastores”. Pero leemos en Apocalipsis 14 respecto a los que mueren en el Señor que: “sus obras siguen”. Y el presente diccionario es clara demostración de ello.

Conscientes, pues, de que ese hubiera sido su deseo, queremos nuevamente encomendarlo «al “Príncipe de los pastores”, en cuyo servicio nos hallamos y para cuyo honor y gloria lo hemos preparado»

Eliseo Vila Vila

Presidente de CLIE

1. Pruebas de su existencia

1. Como el aire que respiras

Un discípulo preguntó a su sabio maestro:

—Maestro, quiero encontrar a Dios.

El maestro no respondió. Como hacía mucho calor, le dijo que lo acompañara a darse un baño en el río. Cuando ambos estaban ya dentro del agua, el maestro agarró con fuerza al discípulo y le mantuvo la cabeza debajo del agua.

Al faltarle el aire, el joven se debatió con desespero por unos instantes hasta que finalmente el maestro lo dejó volver a la superficie. Después le preguntó qué era lo que más había deseado mientras estaba debajo del agua.

—Aire —respondió el discípulo.

—¿Y deseas a Dios con el mismo desespero con el que deseabas aire cuando estabas bajo el agua? —le preguntó el maestro—. Si lo deseas así, lo encontrarás. Pero si no sientes una necesidad apremiante de él, de nada te servirán los razonamientos y los libros. No encontrarás a Dios, a menos que lo desees con tanta vehemencia como el aire que respiras.

2. Conversando con Dios

El famoso Louis Pasteur estaba cierta mañana con sus manos puestas sobre su mesa de estudio, con sus dedos juntos, en forma de pantalla, y su cabeza inclinada a pocos centímetros de la mesa; hasta que por fin levantó su cabeza, y separando las manos, apareció un pequeño microscopio.

Un estudiante que había estado observándole, tan quieto, durante largo rato, dijo:

—Pensaba, doctor Pasteur, que estaba usted orando.

—Así es —replicó el científico levantando su microscopio—, estaba diciendo a Dios cosas muy lindas, aunque no tanto como las que Él estaba diciéndome a mí por medio de sus obras.

Cristus, Medius Magnus

3. Cosas que son pero no se ven

Un joven le decía a un amigo que trataba de convencerle de la existencia de Dios que él creería en él cuando pudiera verlo.

Su amigo le preguntó:

—¿Crees que tu madre te ama?

—¡Por supuesto! Y no es que lo crea, es que sé positivamente que me ama.

Entonces el amigo le preguntó si podía ver el amor de su madre, si podía pesarlo o medirlo. A lo que el joven replicó:

—Es evidente que no, el amor es intangible, no se puede ver, ni pesar, ni medir; pero ello no implica que yo no sepa que mi madre me ama.

El amigo le puso entonces la mano sobre el hombro, mientras le decía:

—Pues no olvides que Dios es amor.

4. El amor de Dios en tu mano

—Para convencerme —nos dijo cierto ateo— mostradme ese « amor de Dios» del cual tanto habláis.

—Pero... amigo, ¡si lo tienes en tu mano! —le contestamos—. ¿La has mirado bien? ¿Has estudiado su construcción? ¿Has pensado alguna vez cuán útil te es? ¿No ves en ella la providencia de amor de tu Creador?

A. Almudévar

5. El Dios creador