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CREER Y COMPRENDER.
365 Reflexiones para un cristianismo integral

ISBN: 978-84-8267-713-2

Clasifíquese: 2160 - Meditaciones diarias

CTC: 05-31-2160-16

Referencia: 224755

Impreso en Colombia / Printed in Colombia

PRÓLOGO

Este no es un devocional al uso, aunque podría serlo perfectamente, lo único que, en lugar de comenzar cada reflexión con una cita bíblica termina con ella, a modo de conclusión que refrenda cada reflexión y pensamiento. Se podría decir que en esta obra el autor lleva «cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Cor 10:6). La Escritura es como el mar al que deben afluir nuestros pensamientos de un modo natural, lógico, movidos por la luz de la fe. De esta manera, por la simple deducción de los hechos y de las ideas el lector queda gratamente iluminado por la autoridad de la Escritura sagrada, que refrenda o reprocha la escritura profana.

Creo que esta es una obra extraordinaria en muchos aspectos, tanto en su propósito como en su ejecución, en su forma y en su contenido. Para entenderlo bien hay que recordar las palabras que dicen: «de la abundancia del corazón habla la boca» (Mt 12:34; Lc 6:45) y la persona que escribe.

A mí me parece que el autor de esta obra es un ejemplo paradigmático del potencial de la fe cristiana para renovar la vida humana en todos aquellos aspectos que la constituyen: alma, mente, voluntad, corazón, espíritu, razón, intelecto. La fe lleva al autor a descubrir la nueva vida en Cristo, a gozar de esa asombrosa salvación de gracia por la cual los pecados son perdonados y el acceso al Padre es abierto al pecador arrepentido. Y esa misma fe, que salva del pecado, enardece el corazón y eleva el espíritu, es la misma que ordena los sentidos, ilumina la mente, mueve la razón, de modo que, gracias a la fe, la razón arruinada por el pecado pasa a ser una razón regenerada, sin dejar de ser razón, facultad de discernimiento, crítica, análisis, reflexión. La gracia de Dios no destruye la naturaleza —pobres de nosotros si este fuera el caso— sino que la perfecciona, la santifica. La razón renovada —¡cómo podría ser de otro modo en el nacido de nuevo!— procede a ver todas las cosas a la luz de la revelación, participando de la creación de una cosmovisión cristiana que afecta a la persona en su integridad. Este es el propósito implícito del autor en todas y cada una de sus páginas: promover un cristianismo integral que vigorice e ilusione la vida de los individuos y de las iglesias.

El pecado, manifestación enfermiza de la persona centrada en sí misma, o más bien, en una parcela de sí misma, en su ego como centro del universo, es básicamente desintegración —personal, social y comunitaria— desorientación, desatino continuo, por lo que la razón, facultad de pensar, pero también de orientación, de brújula de la vida, se ve sometida a una violencia constante de autodefensa y autojustificación de las nefastas acciones y decisiones del ego. Se vuelve ciega de puro narcisismo, se ahoga en su propia imagen, incapaz de creer y comprender cualquier otra cosa que no sea su pequeña bola de cristal, entendida como el centro del mundo.

Cuando la fe rompe ese hechizo, esa auténtica maldad que ciega, atropella y encierra la vida en una diminuta cápsula caprichosa, la razón es liberada, recupera su facultad de discernimiento elevada a su máxima potencia. Participa, con la persona toda, del milagro de la nueva creación obrada por el Espíritu de Dios: «si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí que todas son hechas nuevas» (2 Cor 5:17). Mente, alma, cuerpo y espíritu se abren a la gracia de Dios en un movimiento de expansión que rompe la cárcel del yo para integrarse en el amor universal del Padre, que le devuelve a sí y a sus hermanos. Lo desintegrado se integra en la unidad superior de la fe.

El autor, Arturo Iván Rojas, de quien leeremos muchas cosas más en el futuro, entiende esto perfectamente y, por eso, lejos de contentarse con el seráfico sentimiento de saberse salvo, hizo de su vida una suma de contenidos, conforme al consejo del apóstol que dice: «vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo» (2 P 1:5-8).

Me consta que Arturo Iván ha añadido muchas cosas buenas a su vida, y la prueba evidente son sus obras, tangibles en estos dos libros —Razones para la fe y Creer y comprender— en los que ha puesto el rico caudal de lecturas y conocimientos adquiridos a lo largo de los años al servicio de los lectores en pro de un cristianismo integral, que integre, que antes de condenar comprenda, que crea para comprender y comprenda para creer. Anclado en todo momento en la Palabra de Dios como máxima autoridad y criterio último de toda verdad y práctica, no por eso ha dejado de dialogar con infinidad de autores ni de leer sus obras, para confrontar y ser confrontado en su fe. Para saber y hacer saber. Y de esa abundancia de lecturas y saberes habla su pluma con un corazón enardecido y arrebatado por la verdad de Cristo, iluminando aspectos de la teología, de la fe, de la cultura, de la política, de la economía, de todo aquello que interesa al creyente de hoy.

Me parece extraordinario que, pudiendo hacerlo, Arturo Iván Rojas, haya huido del clásico formato monográfico de tesis, de más prestancia académica, y haya elegido en su lugar un formato tan humilde como el de reflexiones o pensamientos diarios, reservado casi en exclusiva para obras devocionales, de carácter menor, pero de tan largo alcance que cumple con uno de los requisitos básicos de la comunicación y la sabiduría: hacerse oír, llegar al que no frecuenta aquel tipo de obras e ilustrar al que no sabe.

Con ello consigue acercar al lector común, incluso al menos interesado en temas intelectuales, a cuestiones que van más allá de las simples meditaciones cotidianas y lo introduce en el rico legado del pensamiento universal, teológico, filosófico y literario, en una serie de reflexiones diarias, fáciles de leer, pero sin dejar a un lado el rigor. De esta manera, el lector, conducido suavemente de la mano, sin cansarse, en un sano ejercicio mental que no le lleva más de un par de minutos, cada día es invitado a reflexionar y plantearse una nueva cuestión, no ociosa sino vital para su vida como individuo y como miembro de una comunidad.

Cada página es una agradable y retadora sorpresa sobre una multitud de temas que impresiona nuestras mentes, pero cuyo contenido no siempre tenemos tiempo de valorar, y que el autor trata desde la fe y la razón que se alimentan de la Escritura: creer para comprender, comprender y creer.

Alfonso ROPERO BERZOSA, Th.M., Ph.D.
Autor, filósofo, historiador, teólogo y director editorial de CLIE

A mi madre Ligia Ruiz de Rojas,
por conducirme a creer.
Al pastor Darío Silva-Silva,
por estimularme a comprender.

Prefacio

Agradezco a la editorial CLIE la confianza que me brinda al publicar este segundo devocional bajo el título Creer y Comprender, que creo representa una leve pero significativa evolución y maduración en mi pensamiento teológico respecto del anterior, publicado bajo el nombre Razones para la Fe. Maduración que me atrevo a afirmar será percibida y bien recibida por los lectores que llegaron a disfrutar constructivamente en su momento de la lectura de este último. Reitero aquí, sin repetirlas una a una, las afirmaciones y recomendaciones que dirigí a los lectores en el prefacio del primer libro. La única que considero importante mencionar nuevamente es mi compromiso invariable con el lema Sola Scriptura propio de la tradición cristiana protestante en la que me inscribo, a mucho honor. Cada día que pasa mi experiencia cotidiana de fe confirma y refuerza la confianza que la Biblia me ha merecido desde el día de mi conversión a Cristo y asimismo aumenta el deleite que su lectura me produce, identificándome con el salmista cuando se refería a ella en el salmo 19 diciendo que es más deseable que el oro refinado y más dulce que la miel que destila del panal. A veces pienso que incluso se quedó corto al describirla de este modo. Sea como fuere, mi subordinación a la Palabra de Dios como el último y definitivo tribunal de apelación para toda discusión teológica o con ribetes teológicos que tenga implicaciones en la conducta humana, no es algo negociable. El diálogo que emprendo con la cultura secular en las reflexiones aquí contenidas está, por tanto, lejos de ser una acomodación de la Biblia a la cultura, sino que intenta ser más bien una conciliación entre la cultura y la Biblia, alineando a la primera con la última. El lector culto e inquisitivo de la posmodernidad no puede esperar entonces ninguna concesión al pensamiento secular en el sentido de equiparar su autoridad con la de las Sagradas Escrituras. Cumplo así con advertirlo y desengañarlo de cualquier expectativa que tenga en esta dirección.

Es justo expresar también mi agradecimiento a todos mis consiervos y hermanos de mi iglesia Casa Sobre la Roca en Colombia, Estados Unidos y España, que siempre me han estimulado a seguir escribiendo y culminar esta segunda obra. Entre todos ellos merecen destacarse, una vez más, mi esposa Deisy y mis hijos «Teo» (Mateo Arturo) y «Chechi» (María José) por su apoyo y comprensión a lo largo de todo un año en que este proyecto ocupó buena parte de mi tiempo y exigió en múltiples ocasiones una ardua dedicación que iba en detrimento del tiempo y atención que les debo a ellos. No fue siempre fácil para ninguno de nosotros, pero lo logramos juntos y por esta causa los seguiré amando especialmente.

También merece una mención particular el Dr. Alfonso Ropero Berzosa, reconocido autor y pensador cristiano, actual editor general de CLIE, a quien respeto y admiro. Su amistad personal ha sido una muy apreciada bendición para mi vida. He procurado tener siempre en cuenta sus cualificados puntos de vista —tanto los que manifiesta en sus libros como los que me ha expresado de manera más personal— los cuales han contribuido a madurar mi propio pensamiento. Su apoyo también ha sido fundamental. Dicho lo anterior, doy la bienvenida al lector a este periplo de un año que confío le sea de provecho.