HORIZONTE LUNAR

felicidad martínez

 

 


Primera edición: Febrero, 2014

Segunda edición: Mayo, 2018

 

© 2018, Sportula, por la presente edición

© 2014-2018, Felicidad Martínez

Ilustración de portada: © 2018, Kloe de Saga

Ilustraciones ineriores: © 2018, Lucía Cerverón

Diseño de cubierta: Sportula

 

SPORTULA

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ÍNDICE

 

Introducción

 

Prólogo

Primera Parte

Interludio

Segunda Parte

Interludio

Tercera Parte

Epílogo

 

APÉNDICES

Antecedentes

Pronunciación

Algunos conceptos de interés

Cronología Mam’n hasta el colapso

Referencias

 

Unas palabras finales

 

Agradecimientos

 

Sobre la autora


 

INTRODUCCIÓN

 

 

Cuatro años han pasado desde la publicación de Horizonte Lunar. Cuatro años que parecen pocos, pero que miro desde la distancia como si fueran una eternidad. La autora de entonces, Felicidad Martínez, no es la de ahora, y te darás cuenta si primero has leído títulos como La mirada extraña o Despertares. Ahora bien, tanto si es así como si no, lo que quizá no sepas es que, aunque la versión de 2014 era una novela primeriza, fue gracias a ella que me convertí en la escritora que soy en estos momentos, porque supuso un punto de inflexión, un antes y un después.

Natalia Cervera fue quien realizó la corrección de estilo en su día y se tomó la molestia no solo de corregir, sino de explicarme qué estaba mal y por qué. Fueron todas aquellas anotaciones, que absorbí como una esponja, más los meses de revisar el texto juntas lo que pulió mi estilo para títulos posteriores; además del feedback que recibí de los lectores tras aquella publicación.

No reniego de la autora que fui. Así escribía entonces y no tengo intención alguna de ocultarlo. Por eso, esta versión mantiene estructura, escenas y final (la manera de contar la historia, vaya) tal como la concebí en su día, aunque he revisado el texto para que la lecutra sea aún más fluida y he añadido algún detalle, aquí y allá, para que sea más comprensible en el conjunto; pero la esencia sigue siendo la misma: space opera palomitera, repleta de acción y una cinemática inspirada tanto en las series de televisión como en los videojuegos, en el anime, en... ¿Por qué?

Pues, por una parte, porque la novela se la dediqué a mi hermano, quien murió en 2013 con treinta años recién cumplidos, y, aunque nunca tuvo la oportunidad de verla publicada, estoy segura de que le habría encantado, precisamente por todas esas refenrecias que he comentado; en especial la de los videojuegos, que aprendí a amar gracias a él. Por otra, porque adoro este tipo de space opera y jamás me avergonzaré de ello, sin importar el desprecio de la gente que mira este tipo de literatura por encima del hombro. Una actitud que me parece tan snob como la de quienes desprecian el género fantástico en general.

Dicho esto, ¿había necesidad de una reedición? Sí. Para empezar, porque después de un año de trabajo incansable se colaron erratas y dobleces por las que después me tiré de los pelos (aparte de que si hubiera aceptado todas las correciones de Natalia, probablemente habría salido un texto mucho más pulido). Para continuar, porque siempre fui consciente de que la portada le estaba haciendo un flaco favor a la novela. Y por último, porque ante una posible continuación necesitaba saber el grado de interés de los lectores; no solo de aquellos que tras leer La mirada extraña hayan querido conocer más del universo que comparte con HL, sino también de aquellos que se leyeron la edición de 2014. Y en este sentido, tenía clarísimo que la versión de 2018 debía recompensar a esos lectores fieles con lo más parecido a una edición de coleccionista; y así, aparte de revisión de texto y apéndices, nada mejor que un aliciente visual.

De hecho, la idea inicial era contar con alrededor de cuatro ilustradoras que no solo se dedicaran a la ciencia ficción, sino que además les gustara leer este género. Y es que, como soy propensa a dar las pinceladas justas en las descripciones para que cada cual deje volar la imaginación a su manera, quería que ellas se leyeran la novela y aportaran su propia visión de los distintos escenarios y razas que aparecen. Sin embargo, comprendí que eso podría marear a los lectores, que no sabrían a qué «descripción visual» atenerse (aunque sigo diciendo que lo que cada cual se imagine es válido), y decidí contar con una única autora para las ilustraciones interiores y otra para la portada; ambas con estilos totalmente diferentes, ambas superaron mis espectativas.

¿Por qué ilustradoras? Porque ocurre muy parecido que con la escritoras de ciencia ficción: hay pocas comparadas con las de fantasía, o al menos no tienen tanta visibilidad, y decidí aportar mi grano de arena en ese sentido. Ya sabes: haz lo que te gustaría que hicieran por ti. Eso sí, el proceso de selección no fue fácil.

Mejor no hablo de cifras porque, tras lanzar la «convocatoria» en las redes sociales, el resultado final fue de escándalo. Para que te hagas una idea: menos de un 10% ilustraba ciencia ficción. Eso sí, las que encontré eran muy buenas, y cada una con un estilo muy personal. Ojalá hubiera podido contar con todas para que las conocieras. Pero bueno, la cuestión es que estoy muy contenta con las ilustraciones de Kloe de Saga y Lucía Cerverón; dos estilos muy diferentes que espero que disfrutes, tanto como yo, por lo que aportan a esta novela.

Por último, quiero mencionar los apéndices (revisados y ampliados para esta edición), porque lo cierto es que cuando escribí la novela en su día no tenía intención alguna de añadirlos, pero la insistencia de mi editor y de uno de mis lectores beta acabó de convencerme. Y es que si bien esta novela la concebí como un experimento en el que, además, quería comprobar si alguien que no conociera el trasfondo de base podría entender la historia en términos generales e interesarse por ella, ahora me doy cuenta de que los experimentos, mejor en casa y con gaseosa. Oye, de los errores también se aprende. Aunque sigo recomendando dejar los apéndices para el final (salvo, quizás, el de pronunciación), pero bueno, entiendo que es una cuestión de gustos. Este ejemplar es tuyo, y te lo ventilas como quieras.

Ah. No puedo concluir esta introducción sin mencionar antes un asunto que me ha llamado mucho la atención en estos años; porque cuando empecé a escribir esta novela, en mi mente estaba clarísima la orientación sexual de muchos de los personajes que aparecen, pero, quizás por resultarme tan obvio, no se me ocurrió comentarlo de manera explícita. Sin embargo, he comprobado que aún es demasiado pronto para algo así; es decir, hay que hacer mención, o de lo contrario se tiende a contemplar una única inclinación sexual. Por mi parte, lección aprendida. Ahora bien, para esta edición, al final opté por dejar el texto sin dichas menciones. ¿Por qué? Pues un poco por lo que comentaba al principio, «Así  lo escribí, no voy a ocultarlo», y otro poco para que sirva de reflexión. Claro que para que esto último suceda hay que leerse esta larguísima introducción, y es posible que mucha gente se lo salte, pero... es un riesgo que asumo.

Y ahora sí. Dejo de dar rodeos y doy paso a lo importante: la nueva edición de Horizonte Lunar. Prepárate para adentrarte en la aventura, en este universo del que aún queda mucho por contar. Aconsejo refresco, palomitas..., y a disfrutar.


 

Para José Juan

(1983-2013)


 

PRÓLOGO


 

En algún lugar más allá del UD

Quince meses antes del Colapso

 

 

Llevaban más de un año solar en aquel sistema, y Klauv sabía desde el día tres que aquello era una mala idea.

Los suyos, demasiado obsesionados con la localización y destrucción de los creadores de mundos, habían dado con aquel lugar y habían decidido instalarse y descubrir sus misterios con la esperanza de hallar un arma para sus propósitos.

 En algunos sistemas los apodaban destructores de mundos, porque si los planetas conquistados no se amoldaban a sus ideales, aniquilaban a sus habitantes. Él no estaba de acuerdo con el apelativo. A fin de cuentas, habían llevado la prosperidad tecnológica a multitud de sistemas. Ellos mismos eran un prodigio tecnológico de miles y miles de años de experimentación e incorporación de mejoras biológicas, y siempre habían estado dispuestos a compartir aquel conocimiento con las especies que quisieran adherirse a la causa gnöck. Pero en esos momentos, para Klauv, el término destructores de mundos empezaba a cobrar sentido.

El planeta en el que habían instalado la base científica era un desierto de roca con una atmósfera irrespirable y un clima de pesadilla, pero nada de eso les importaba. Solo el extraño pedestal descubierto al final de la garganta de una caverna supuestamente natural y que sostenía una pequeña esfera de alguna sustancia oscura aún por identificar.

¿Qué estaban haciendo? ¿Por qué estaban tan seguros de poder establecer la naturaleza de aquella cosa y controlarla a su antojo? ¿Por qué sus superiores no se planteaban que si alguien lo había dejado allí, en aquel lugar remoto y perdido, no era para ser encontrado, sino para ser olvidado y evitado? ¿Por qué se creían mejores que los que habían contenido aquello, cuando ni entendían qué lo mantenía en un campo esférico?

El día en que los ingenieros consiguieron traspasar la membrana y extraer una muestra, a Klauv se le formó un nudo en el estómago. Ya no había marcha atrás. Y aunque ahora estaba a millones y millones de años luz del planeta, no se sentía más tranquilo. Cómo estarlo cuando iba en una nave con rumbo hacia otra exploradora que había tenido la excelentísima idea de transportar en sus entrañas el pedestal que habían encontrado en otro sistema. Que aquello se desmadrara en un planeta perdido e inhabitado era una cosa, pero que ocurriera dentro de una nave en mitad del espacio lo ponía de los nervios.

Tampoco es que pudiera hacer gran cosa. Él solo era un mandado; y algo que los suyos hacían muy bien era seguir la cadena de mando sin rechistar. Pero aún no se había desanimado del todo. Aquel código estricto también podía tener sus ventajas. Y es que si conseguía obtener una sola prueba de que aquello era un error, cualquier superior a quien se la enseñara pararía máquinas de inmediato. Por lo menos el tiempo suficiente hasta estar seguros por completo.

A pesar de haber cogido todos los atajos posibles para llegar en el menor tiempo a aquel otro sistema perdido, aún quedaban al menos cinco meses más para alcanzar a la Kell-Met, y Klauv empezaba a tener serias dudas de que el plazo le bastara para encontrar algo entre los registros que había ido solicitando. Después de todo, llevaban trece meses de trayecto y aún no había sido capaz de dar con una pista, por disparatada que fuera.

Aquel día, sin embargo, con la desgana y la derrota a las puertas, recibió una notificación que, si bien no parecía relacionada con su búsqueda, le llamó poderosamente la atención. En un sistema no demasiado lejano de aquel al que se dirigían, los suyos habían enviado un mensaje a las demás colmenas para anunciar que la cuarentena se levantaba después de dos mil años. Así que los gnöcks allí instalados volverían a activar los protocolos de conquista.

—Cuarentena —murmuró sin poder apartar la vista de la pantalla—. ¿Qué cuarentena?

No era algo infrecuente, como tampoco sonaba descabellado el tiempo que había durado aquella. Por lo general eran una simple medida preventiva: un desastre natural que amenazara las instalaciones principales, el descubrimiento de algún organismo anómalo, llegar al sistema en plena guerra y esperar a su conclusión para encontrar menor resistencia... Este caso no tendría por qué ser muy diferente, y sin embargo, a Klauv, que la Kell-Met hubiera descubierto un pedestal no muy lejos del sistema donde se había producido dicha cuarentena le provocaba un resquemor irritante.

De inmediato solicitó que le proporcionaran todos los informes enviados por aquella colmena durante el periodo en el que había mantenido las comunicaciones abiertas.

Pasaron seis largos días hasta que llegó el paquete de información. Seis días que aprovechó para repasar de nuevo todo lo que habían descubierto hasta la fecha sobre el contenido de la esfera. Necesitaba tener los datos frescos para poder encontrar alguna similitud con lo que le enviaran.

Cuando al fin tuvo todo en su poder y realizó las referencias cruzadas pertinentes, el corazón le dio un vuelco. Porque no era que su ansia por encontrar un arma eficaz contra los creadores de mundos les hubiera hecho cometer un error, no. Aquello era un desastre en toda regla. Y como si de una broma macabra se tratara, la alarma de la nave bramó de repente para anunciar que estaban siendo atacados.

Klauv abandonó su puesto y se fue directo a la sala de control. Tenía que avisar, cuanto antes, tanto al planeta del que habían salido como a la exploradora a la que se dirigían. No tenía ni idea de quién o qué los atacaba ni si eso sería relevante para utilizar el sistema de comunicación de larga distancia instalado en la sala de control, pero necesitaba trasmitir la información antes de que pudieran lamentarlo de verdad.

Los hombres corrían por los pasillos hacia sus puestos de manera organizada y en una sincronización perfecta. A pesar de que la alarma había dejado de aullar, las luces intermitentes recordaban la urgencia a los tripulantes. Sin embargo, Klauv, demasiado concentrado en su misión, no era capaz de darse cuenta de lo que estaba sucediendo en realidad hasta que se dio de bruces con el horror. Y es que el ataque no estaba teniendo lugar fuera de la nave, sino dentro. Lo que antes le había parecido orden dentro de un caos aparente, ahora era simplemente caos, y cuanto más avanzaba hacia la sala de control, más evidente era.

Desde el momento en que descubrieron la manera de modificarse genéticamente para convertirse en un arma, nunca les había hecho falta equiparse con ninguna en combate cuerpo a cuerpo, y muchos menos para proteger el interior de la nave, que no estaba acondicionada para un asalto de esas características. ¿Para qué tomarse la molestia? Nadie, ninguna especie, ningún enemigo había sido capaz nunca de superar sus barreras de defensa y abordarlos. Y ahora... estaban cayendo como moscas ante un rival del que apenas podían ver una sombra a su paso. ¿Qué los estaba atacando?

Corrió todo lo que pudo y más con el temor anclado en las entrañas mientras trataba de no reparar en los cuerpos caídos que sembraban los pasillos. Y el universo entero implosionó dentro de él cuando, alcanzado su destino, comprendió que el enemigo salía a borbotones de la sala de control, y que el aparato de comunicación ya estaba activado y transmitía una algarabía de alaridos y bramidos desde el otro lado.

—¡No podemos detener su avance! —exclamó un ingeniero que Klauv reconoció como uno de los que se habían quedado en el planeta para estudiar la materia oscura—. Lo está devorando tod...

Al gnöck no le dio tiempo a terminar la frase. Klauv cayó de rodillas al suelo.

—Apagadlo —murmuró, aún consternado—. Apagadlo. ¡Apagadlo!

Pero ya era demasiado tarde. El mal había sido despertado.


PRIMERA PARTE