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Los alimentos que ingieres pueden ser la medicina más segura
y poderosa o el veneno más lento.

ANN WIGMORE

A todas las mujeres que se responsabilizan de su salud física y mental.

INTRODUCCIÓN

Cuando cumplí los cincuenta y dos años, mi cuerpo me hizo un maravilloso regalo: me sentía totalmente quemada por el estrés. Estaba exhausta, pero en aquel tiempo no lo veía como un regalo, por supuesto se trataba de un problema o de un fracaso, y lo único que quería era volver, lo antes posible, a mi más que apretada semana laboral, que incluía largos desplazamientos, reuniones agotadoras y estrés laboral, pero también compañeros extraordinarios y la satisfacción de realizar tareas que tenían sentido.

SEÑORA, ¿QUÉ MÁS QUIERE?

Como estaba razonablemente sana, pensaba que me recuperaría enseguida, pero sufrí una gran decepción al respecto. A decir verdad, sabía que mi condición física había empeorado durante el año anterior. Un año antes de dicha situación, había ido a mi médico de familia para hablarle de ese agotamiento y de que había perdido fuerza como corredora. Los análisis de sangre no habían revelado nada fuera de lo normal. Ese verano, por primera vez, no pude ponerme mis holgados y bonitos pantalones blancos, aunque no había variado ni mi dieta ni mi rutina de ejercicio. Fue muy frustrante.

Puesto que mis problemas se habían agudizado, mi médico me remitió a un neurólogo. Pero este tampoco me encontró nada. ­«Señora, tiene más de cincuenta años. Es normal perder algo de fuerza muscular, no rendir tanto y cansarse antes», me dijo. Para mí fue como si me dijera: «Señora, está en los cincuenta, ¿qué más quiere?».

En un principio lo acepté, pero una vez en casa, cuando estaba de baja por el síndrome del trabajador quemado (síndrome burnout, reconocido por la OMS), recordé sus palabras. ¿Me encontraba realmente en el otoño de mi vida? ¿Había dejado atrás mis mejores años? Si hubiera creído a todos los que hablan o escriben sobre este tema, estaría convencida de que una mujer de más de cincuenta ya ha pasado su mejor momento. A partir de los cuarenta, comienza el declive de todo: la memoria, la fuerza muscular, las hormonas, la salud del cabello, la concentración, el metabolismo y no nos olvidemos de la libido, en resumen: nuestra vitalidad y nuestra salud en general. Todo disminuye, salvo una cosa: nuestros michelines. También son un signo de desequilibrio, pero van camino de hacerse más grandes.

¿OTOÑO? ¿YA?

Los libros que tratan sobre la menopausia hablan del «otoño de nuestros días» y de la «sabiduría de la mujer madura». Sinceramente, no entendía nada de eso. No sentía que fuera mi etapa de cosecha, y, en general, no me sentía ni madura ni sabia. De hecho, quería seguir haciendo todo tipo de cosas nuevas, aunque no tenía muy claro qué. Sentía que todavía me quedaba mucho pendiente y que ahora podía dedicarme a lo que no había podido hacer antes, por haber estado demasiado ocupada con mi trabajo. Pero si mi vitalidad y mi salud iban a seguir disminuyendo, tenía un gran problema. Mi vida iba a terminar mucho antes de que tuviera la sensación de haberla vivido. ¿Iba a ser realmente así como sucederían las cosas?

Recuerdo mi sentimiento de desesperación como si fuera ayer; sentía que aunque tuviera más de cincuenta, aún no había ­vivido la vida que anhelaba. Si he de ser sincera, muchas veces ­pensaba que mi verdadera vida todavía no había comenzado y que seguía esperando la señal en los tacos de salida.

De pronto, me di cuenta de que siempre había estado ocupada con las metas de otros. Concretamente, una gran parte de mi existencia, más de veinticinco años, se la había dedicado a mis jefes. ¿Cuáles eran mis metas? ¿Qué era lo que yo quería? A partir de entonces, sentí la urgencia de encauzar mi vida en la dirección correcta.

UN ESFUERZO TRAS OTRO

Busqué en Internet para ver si descubría qué me ocurría y qué tenía que corregir. Leí que si siempre te exiges demasiado, puedes acabar quemada, y lo había comprobado por mí misma, cuando mis glándulas adrenales se agotaron. Las glándulas adrenales son los órganos que hacen horas extras si consideran que estás en peligro. Las agotadoras reuniones y otros factores de estrés relacionados con el trabajo hicieron saltar la alarma de mis adrenales. ¿Quién lo hubiera dicho?

También me enteré de que, como mujer menopáusica, mis glándulas adrenales eran especialmente vulnerables, porque durante esta etapa tienen más responsabilidades. Asumen el trabajo de los ovarios de fabricar estrógenos y progesterona. Pero si hay demasiado estrés, estas glándulas no dan abasto, y una carencia de estrógenos y de progesterona puede suponer una avalancha de problemas relacionados, como el hipotiroidismo, que puede hacer que te sientas extenuada. ¿Ves el patrón? En resumen, mi exceso de estrés durante la menopausia se convirtió en una lucha tras otra. ¿Y ahora qué? Descubrí que en las mujeres todas las hormonas están ­interconectadas de una forma bastante compleja y que, más o ­menos, están ­implicadas en todo lo que respecta a la vitalidad y la salud. ¿Cómo podía echarles una mano? ¿Qué necesitaban mis hormonas?

¿MALNUTRIDA? ¿YO?

Empecé a profundizar en mis conocimientos sobre las hormonas y la nutrición y llegué a la sorprendente conclusión de que estaba malnutrida. No me refiero a que mi dieta fuera especialmente mala, sino que simplemente no era lo bastante nutritiva para una mujer de mi edad, en una sociedad frenética.

Solía desayunar yogur con granola crujiente (saludable, ¿verdad?). Luego, para almorzar, tomaba sopa y ensalada en la oficina (tampoco está tan mal, ¿no te parece?). No soy persona de andar comiendo entre horas, solo una fruta a eso de las cuatro. Pero mi cena, a veces, era un desastre. Hacía mucho tiempo que vivía sola, así que no tenía a nadie esperándome en casa. En las estaciones de tren por las que pasaba en mi trayecto del trabajo a casa, solía aprovisionarme para cenar. Esto podía ser un cruasán con queso, algún zumo de fruta y una bolsita de M&Ms. Afortunadamente, asistía a menudo a cenas en casa de mis amistades y compañeros de trabajo, donde compensaba mi mal hábito, o eso pensaba yo, comiendo muchas verduras. En realidad, no servía de nada.

Cuando supe cuántas y qué vitaminas y minerales necesita el cuerpo de una mujer para funcionar adecuadamente, y en qué alimentos se pueden encontrar (y, lo más importante, dónde no los vas a encontrar), fue cuando llegué a la conclusión de que padecía una malnutrición grave, probablemente desde hacía años. ¡No es de extrañar que mi cuerpo me estuviera avisando!

Llegué a la conclusión de que lo que más tenía que corregir era la nutrición.

Tomé la decisión de mejorar mi dieta. Me compré una batidora y aprendí a preparar batidos verdes. Descubrí una granja ecológica urbana en mi vecindario y fui a una tienda de productos naturales, donde descubrí alimentos nuevos para mí, como la quinoa y las semillas de cáñamo. Asistí a un curso sobre alimentación crudívora, me compré una licuadora y fui a lo que, en aquel entonces, era el único lugar en Ámsterdam que estaba especializado en superalimentos.

A medida que aumentaba mi energía, también lo hacían los libros sobre este tema que tenía en las estanterías, e iba de sorpresa en sorpresa. La nutrición parecía ser mucho más que lo que me llevaba a la boca. La cúspide de mi asombro fue el encuentro con Ruth.

LA HISTORIA DE RUTH

La primera vez que vi a Ruth Heidrich fue en un vídeo de YouTube, donde narraba la historia de su vida. Le gustaba correr, como a mí, y también pensaba que llevaba una vida sana, pero a los cuarenta y siete años descubrió que tenía cáncer de mama. Tras la operación, cambió radicalmente de dieta y empezó a soñar con participar en un triatlón: nadar dos millas, pedalear ciento ochenta kilómetros en bicicleta y correr un maratón. Dos años más tarde, participó en el Ironman de Hawái, uno de los más difíciles del mundo, y cruzó con orgullo la línea de llegada. Después de ese vinieron muchos más triatlones y competiciones, ¡una vez cumplidos los cincuenta, los sesenta e, incluso, bien adentrada en los setenta!

De repente, vi que era posible que el cuerpo de una mujer de setenta y tantos todavía pudiera hacer un triatlón. ¡Caray! No está escrito en ninguna parte que una mujer empiece su declive a partir de los cuarenta. ¡También puede escalar una cumbre! ¿Qué quieren decir con lo de dedicarse a cosechar una vez cumplidos los cincuenta? ¡Todavía hay mucho tiempo para sembrar!

EL EQUILIBRIO HORMONAL A TRAVÉS DE LA DIETA

Tras varios meses comiendo bien y de seguir un estilo de vida saludable, como descansar, hacer ejercicio y escuchar charlas inspiradoras, me fui transformando poco a poco, y de ser un bulto sentado en un sofá, me convertí en una mujer con una misión. Desde que aumentó mi energía, me propuse contarles a otras mujeres que queda mucho por vivir, si empiezas a alimentarte correctamente, que no has de poner la vida en punto muerto, sino que puedes vivirla a todo gas. Y quería demostrar que una buena nutrición dista bastante de lo que nos han hecho creer que es bueno para nosotras.

No se trataba solo de que tenía más energía. Algunos problemas que hacía tanto tiempo que intentaba solucionar, de los cuales ya ni siquiera era consciente, desaparecieron. La dolorosa artritis de mis dedos, por ejemplo, que también habían padecido mi madre y mi abuela. O los incontrolables deseos de comer dulce. La celulitis, que hacía mucho tiempo que había aceptado como algo inevitable, desapareció en su mayor parte. Mi pelo era más grueso y ya no se me rompían las uñas. Había recuperado las ganas de correr y la gente empezó a decirme que tenía muy buen aspecto. Sin apenas darme cuenta, había conseguido reequilibrar mis hormonas gracias a la comida. Lo había experimentado y, por eso, me lo creía, pero seguía sin salir de mi asombro. ¿Era posible más?

CAMBIA TU DIETA, CAMBIA TUS HORMONAS, CAMBIA TU VIDA

Desde que tuve esa revelación me han sucedido muchas cosas: por fin despegué de la línea de salida. Me formé para ser coach especialista en vitalidad, dejé mi trabajo, me dediqué a mi práctica privada, fundé la Energetic Women’s Academy (‘academia de las mujeres rebosantes de energía’) y creé mi sitio web. Desarrollé el programa digital La brújula nutricional, gracias al cual he podido ayudar a miles de mujeres para que estuvieran más sanas y vitales, y ­pudieran ­hacer sus sueños realidad. Mi deseo de compartir mis conocimientos con un número aún mayor de mujeres se ha intensificado, de ahí este libro.

Espero que utilices las reflexiones e ideas que encontrarás aquí para mejorar tu calidad de vida. Un cuerpo rebosante de energía puede proporcionarte la vida que tanto deseas, independientemente de cuál sea tu edad. En la primera parte encontrarás información sobre las hormonas más importantes de tu cuerpo y cómo trabajan interconectadas. Explicaré qué síntomas están asociados a ciertos desequilibrios hormonales y te daré consejos que puedes empezar a usar a partir de hoy.

En la segunda parte descubrirás los siete principios fundamentales de La brújula nutricional, porque, como es lógico, querrás saber algo más que los consejos iniciales. Si sigues todos los principios fundamentales de La brújula nutricional, tus hormonas se equilibrarán, tendrás mucha energía, tus dolencias desaparecerán y te será más fácil lograr un peso saludable.

He ido incluyendo mis recetas favoritas por todo el libro, las más sabrosas y, sobre todo, las más sencillas. Puede que algunos de los ingredientes sean nuevos para ti. Dales una oportunidad. Compra uno o dos para probar y empieza a experimentar. Muchos de ellos puedes encargarlos por Internet, así que ni siquiera tendrás que salir de casa.

LA LLAVE ESTÁ EN TUS MANOS

Estoy segura de que si hay más mujeres que puedan hacer realidad sus sueños, el mundo será mejor. Hay muchas que no lo consiguen, por la sencilla razón de que no tienen suficiente energía y resistencia, ni están lo bastante sanas. No me gusta el verbo deber, pero ahora lo voy a usar: ¡esto debe cambiar! En lo que respecta a tu salud, confiar en los demás ha pasado a la historia. La llave está en tus manos. Una buena parte está bajo tu control. Solo ­entenderás cómo una buena nutrición puede mejorar tu vida cuando lo hayas experimentado. Cambia tu dieta y dale una oportunidad a la nueva. Te prometo que puedes conseguir mucho más de lo que piensas. Si yo he podido, tú también podrás. No importa tu edad, asegúrate de que estás lo bastante en forma para el futuro que te espera y haz tus sueños realidad. Todo viaje empieza con el primer paso. ¿Te apuntas?

LECHE VEGETAL CASERA

Quiero animarte a que te prepares tu propia leche vegetal. Es más sabrosa, barata y, sobre todo, más saludable que la que venden envasada en los supermercados, que básicamente es agua y cuyos ingredientes saludables han quedado reducidos por el procesado y envasado. Para elaborar esta receta, utiliza frutos secos crudos y semillas. Mis ingredientes favoritos para las leches vegetales son las almendras, los anacardos, las semillas de calabaza y la avena gruesa.

Los frutos secos y las semillas aportan zinc, magnesio, selenio y las importantes vitaminas del grupo B, que dan energía. Las nueces tienen saludables ácidos grasos omega-3. Por desgracia, la avena, los frutos secos y las semillas contienen ácido fítico, que puede impedir la absorción de vitaminas y minerales en los intestinos. Una forma de mejorar sus beneficios nutricionales es poniéndolos en remojo toda la noche para reducir su ácido fítico.

Esto es lo que necesitas

1 taza de frutos secos o semillas

Una estameña o un colador de agujero fino

Así es cómo se hace

Deja los frutos secos o semillas a remojo toda la noche. Escúrrelos y acláralos. Ponlos en una batidora con cinco tazas de agua. Bátelos bien. Pasa la mezcla por la estameña o el colador (un colador chino, que es cónico, facilita mucho la tarea). Guarda la leche vegetal en la nevera en un frasco de vidrio o en una botella. Se conserva hasta cinco días. Puedes usarla para preparar batidos, para desayunar y para aliños y postres.

Primera parte

LAS HORMONAS:
LA CLAVE PARA LA
VITALIDAD Y LA SALUD

1

ES VERDAD QUE LAS MUJERES
SOMOS DIFERENTES

Mis padres tuvieron siete hijas, ni un solo varón. Un día mi padre bromeaba con nosotras diciéndonos que había intentado tener once hijos, para conseguir su propio equipo de fútbol, pero que después de siete hijas seguidas había desistido. Nosotras le respondimos que tampoco parecía tan difícil añadir esa «pieza extra» que se necesita para que salga un chico.

¿HAS VISTO UNA HORMONA ALGUNA VEZ?

La diferencia entre hombres y mujeres, por supuesto, no es solo esa «pieza extra» con la que nacen los chicos. Los hombres y las mujeres son notablemente distintos. La naturaleza ha diseñado a la mujer para la más asombrosa de las maravillas sobre la Tierra: crear vida. Esta es la razón por la que el cuerpo femenino es tan diferente del masculino y por la que las diferencias son mucho más profundas que nuestro aspecto externo. La principal diferencia se encuentra en nuestro sistema endocrino: en nuestras hormonas. Pero ¿has visto una hormona alguna vez?

Tus hormonas mandan

A pesar de ser invisibles, las hormonas influyen en todos nuestros procesos corporales. Básicamente, son las responsables de nuestra salud, vitalidad y estados de ánimo. Determinan si creamos masa muscular y quemamos grasa fácilmente o si nuestra testaruda grasa no se va, por mucho que nos dediquemos a hacer dieta o vayamos tres veces a la semana al gimnasio. Las hormonas controlan nuestros depósitos de grasa. Estipulan si tenemos celulitis o no, el aspecto de nuestro pelo, piel y uñas, y si nos estresamos fácilmente o conservamos la calma cuando las cosas se ponen difíciles. Las hormonas dictaminan si nos despertaremos cargadas de energía o si seríamos capaces de hacer cualquier cosa por dormir una hora más.

Los antojos no indican que te falte fuerza de voluntad: son tus hormonas que te están enviando a la nevera. Son las hormonas las que te hacen ser una persona comprometida y estar satisfecha o te provocan ansiedad y depresión. Tus hormonas son las que te permiten concentrarte durante la larga reunión que tienes hoy y recordar sus detalles importantes al día siguiente.

Los antojos no indican que te falte fuerza de voluntad: son tus hormonas que te están enviando a la nevera.

Las hormonas son las responsables de tus dolores de cabeza, el brillo de tu pelo, tu memoria y tu felicidad

Pocas mujeres relacionan sus síntomas con sus hormonas. Los sofocos, la esterilidad, la sensibilidad mamaria, las menstruaciones irregulares y los problemas de tiroides..., estos síntomas sí los relacionamos con nuestras hormonas. Pero ¿y si tienes una mata de pelo sana, una memoria ágil, una libido fuerte, una energía sólida, duermes bien por la noche, tienes energía para ir al gimnasio y no necesitas tentempiés entre comidas? También son síntomas de nuestras hormonas, solo que positivos.

El equilibrio hormonal es mágico: te sientes llena de energía y alegre, estás dispuesta a pasar a la acción, tienes buena memoria, te encuentras bien, brillas y experimentas una satisfacción y una gratitud profundas, sea cual sea tu edad. Muchas mujeres padecen desequilibrios hormonales, pero pocas saben que estos son la causa de sus síntomas. Al fin y al cabo, ¿quién se supone que nos lo debería haber enseñado?

La sociedad, incluido el campo de la medicina, se centra en combatir las enfermedades y las dolencias crónicas. Sin embargo, velar por tu propia salud es un proceso distinto y mucho más divertido que el de combatir la enfermedad y las dolencias, en el que esperamos que otros resuelvan los problemas por nosotros. Yo me concentro más en la abundancia y en la salud, porque todo aquello a lo que le prestas atención crece. La magia de la salud y la vitalidad surge cuando nos proponemos estar sanas y vitales.

Velar por tu propia salud y vitalidad es un proceso mucho más divertido y poderoso que luchar contra la enfermedad y las dolencias.

LA MAGIA DEL EQUILIBRIO HORMONAL

¿Tienes muy pocos de los «síntomas» que cito a continuación? Probablemente, los tenías cuando eras más joven. ¿No te importaría volver a tenerlos, a pesar de tu edad? Todos estos síntomas los provoca el sistema endocrino:

En realidad, no hay nada en nuestro cuerpo que no esté bajo la influencia de las hormonas. Pero solo cuando estas trabajan en armonía entre ellas, cuando el sistema endocrino está equilibrado, se obra la magia: no solo te sientes sana, vital y fuerte, sino segura, tienes buen aspecto, duermes bien, te brillan los ojos, estás estable emocionalmente, tu mente está despierta, experimentas una dicha profunda y te sientes verdaderamente afortunada y satisfecha contigo misma.

LAS MUJERES SOMOS SENSIBLES A LOS CAMBIOS HORMONALES

En nuestro cuerpo apenas sucede nada sin que haya hormonas implicadas. Muchos «trastornos femeninos» son problemas hormonales que nos están indicando que algo no anda bien, porque nos guste o no, las mujeres somos más sensibles a los cambios hormonales que los hombres, y más vulnerables a padecer un desequilibrio hormonal. Las hormonas te avisan cada vez que se produce un desequilibrio. Por eso es conveniente entender bien su influencia, porque nos ayudará a envejecer sanas.

Cuando conoces tu funcionamiento hormonal, cuentas con una poderosa herramienta que te ayuda a conservar la vitalidad y la salud durante la edad madura.

La calidad de vida empieza con el equilibrio hormonal

Si comparamos las hormonas con la instalación eléctrica de una casa, los hombres tendrían un solo interruptor, mientras que las mujeres tendríamos un complejo cuadro eléctrico. En los hombres, el papel principal lo desempeña la testosterona. Esta hormona empieza a desempeñar un papel importante en la pubertad, al poco tiempo toma el control y el interruptor se pone en ON. A partir de los cuarenta, el interruptor regresa paulatinamente a la posición OFF. Esto sucede a un ritmo aproximado de un dos por ciento anual, y es bastante claro y predecible.

Las mujeres tenemos un cuadro eléctrico complejo, porque cada mes nuestro útero se prepara para albergar al óvulo para su fecundación. Las mujeres experimentamos más cambios hormonales en un mes que los hombres en toda su vida. Nuestra calidad de vida, y con ella la posibilidad de desarrollar todo nuestro potencial, empieza con unas hormonas capaces de hallar el equilibrio entre ellas, de sustituirse cuando sea necesario y de hacer lo que haga falta a favor de la energía y la salud.

Tienes más influencia de lo que imaginas

¿Te sientes, a veces, víctima de tus hormonas? ¿Has gritado desesperada alguna vez: «¡son mis hormonas!» cuando has tenido algún encontronazo con tu pareja y, al cabo de una hora, te has preguntado por qué has tenido ese pronto? ¿Te pones a llorar desconsoladamente por nada? Muchas mujeres se sienten víctimas de sus hormonas, pero, normalmente, solo se refieren a sus fluctuaciones hormonales mensuales: antojos premenstruales o, en una etapa más madura, la menopausia con sus correspondientes sofocos. Como ya habrás visto, el abanico de efectos hormonales es mucho más extenso que todo eso. Tus hormonas están contigo a diario, no puedes huir de ellas.

Tus hormonas no son unas aventureras que van a lo suyo.

Tengo buenas noticias para ti: ya no tienes por qué sentirte víctima de tus hormonas. Por el contrario, tienes mucha influencia sobre ellas. Y conocer a fondo el funcionamiento hormonal es un instrumento importante para controlar no solo tu salud física, tu vitalidad y tu peso, sino también tu salud mental y emocional. Sí, ¡también tu estado de ánimo!

Tus hormonas no son unas aventureras que van a lo suyo en tu cuerpo, sobre las cuales no tienes ningún control. Si sabes cómo funcionan, puedes hacer que trabajen a tu favor, en lugar de tener la sensación de que siempre van en tu contra.

De hecho, en realidad, no hay conflicto, porque tanto tus hormonas como tú queréis lo mismo: que estés lo más sana y feliz durante el mayor tiempo posible. Cuando conoces tu sistema hormonal y lo incluyes en tu equipo, cuentas con un poderoso aliado para tu salud y tu vitalidad. Pero ¿cómo puedes colaborar con tus hormonas?

Tus hormonas se comunican con tu entorno

Puedes considerar tus hormonas como si fueran guardaespaldas que siempre están dispuestas a defenderte las veinticuatro horas del día siete días a la semana. Exploran el entorno para valorar si es seguro para ti. Aunque te parezca que tu cuerpo es independiente de su entorno –pues podrías tomar un avión a Tahití y sacarlo de su entorno actual–, en realidad tu cuerpo siempre responde a él. Y eso es bueno, porque, de lo contrario, no podrías sobrevivir. Cuando en Montana hace frío, tu cuerpo hace todo lo posible para conservar el calor, pero si aterrizas en el clima tropical de Tahití, hará lo posible para enfriarse.

De hecho, tu cuerpo siempre se está comunicando con su entorno para averiguar qué es lo que necesitas. ¿Ha de calentarte o enfriarte? ¿Has de dormir o despertarte? ¿Debe almacenar grasa o utilizarla? ¿Tienes hambre o estás llena? ¿Te apetecería tener relaciones sexuales ahora o prefieres estar a solas? Tu cuerpo nunca se desvincula de su entorno y tus hormonas siempre se están adaptando a él para mantenerte sana.

Tu entorno no es el ideal para tus hormonas

Ahora llegamos al núcleo de la cuestión y a la clave de todos los problemas hormonales: las circunstancias en las que se encuentra tu cuerpo no son las ideales. Tus hormonas preferirían que estuvieras todo el día al aire libre, en un clima maravilloso, sin contaminación ambiental, que no hicieras nada más que recoger hortalizas, frutas, frutos secos, raíces y algunos insectos, que hablaras con otras mujeres, jugaras con los niños y te reunieras con tus seres queridos alrededor de una hoguera por la noche, para preparar una comida deliciosa. Después, un hombre salvajemente atractivo te invitaría a esconderte entre los arbustos con él. Me imagino que tu realidad es un poco distinta. La mía también.

TU ENTORNO ES MÁS IMPORTANTE QUE TU GENÉTICA

Las dolencias y enfermedades se suelen atribuir a la genética. Tus genes no son inalterables, todo lo contrario, son tan flexibles como una rama de sauce. Se han realizado muchas investigaciones con gemelos idénticos, que comparten los mismos genes y, por consiguiente, el mismo ADN. Pero resulta que nunca viven de un modo idéntico y rara vez padecen las mismas dolencias o enfermedades. De hecho, sus vidas y salud física, mental y emocional suelen ser bastante dispares. Incluso con una alta predisposición genética a ciertas enfermedades, un gemelo puede verse afectado de una dolencia a los treinta y tres años y el otro a los ochenta, o no padecerla en absoluto. Esta es una muestra del poder que tiene el entorno y lo débil que puede ser la genética.

La salud de la mujer parece ser más vulnerable

En la sociedad occidental actual, la salud de la mujer parece ser más vulnerable que la de los hombres. Nuestra esperanza de vida es de ochenta y tres años, tres años y medio más que ellos, pero experimentamos siete años más de enfermedades crónicas variadas. Esos años que vivimos de más son de dudosa calidad. No quisiera ser cínica, pero, de acuerdo con esta estadística, podríamos plantearnos una amarga pregunta: ¿vivimos más las mujeres o morimos más lentamente?

No se trata solo de los últimos siete años. Como mujeres, padecemos una serie de enfermedades crónicas a lo largo de nuestra vida que los hombres parecen esquivar, eso excluyendo las dolencias relacionadas con nuestros órganos femeninos: útero, ovarios, vagina y senos.

En Occidente, las mujeres tenemos quince veces más posibilidades de padecer síntomas de tiroides hipoactiva (hipotiroidismo). La artritis reumatoide, la osteoartritis, la pérdida ósea, el síndrome de fatiga crónica, el alzhéimer, los aneurismas cerebrales y las enfermedades cardiovasculares son mucho más comunes en las mujeres. Lo mismo sucede con las enfermedades autoinmunes como la de Crohn, la tiroiditis crónica (Hashimoto), la celiaquía y la esclerosis múltiple. La depresión, la ansiedad y el insomnio afectan el doble a las mujeres que a los hombres. El setenta y cinco por ciento de las prescripciones de fármacos para el insomnio y la depresión, una industria de mil millones de dólares, son para mujeres. Además, aumenta el número de mujeres que sufren trastornos de los que no se sabe mucho, como síndrome premenstrual, síndrome del ovario poliquístico, endometriosis, menstruación dolorosa, migraña, sensibilidad mamaria, fibroides (miomas), pérdida del cabello, lipedema, problemas de tiroides, cambios de humor, trastornos de las adrenales y pérdida de memoria.

Este tipo de trastornos, sobre los que no existen suficientes conocimientos, son mucho más comunes en las mujeres que en los hombres. Una cuarta parte de las mujeres estadounidenses toman medicación para problemas relacionados con la salud mental. Los centros psiquiátricos están llenos de mujeres, no de hombres. Cada vez hay más mujeres jóvenes que tienen problemas de fertilidad y que padecen enfermedades, como el alzhéimer y el párkinson, a edades más tempranas. Hay muchas mujeres mayores de cuarenta que experimentan una amplia gama de trastornos etiquetados como «menopáusicos» o «perimenopáusicos». Una de cada tres tendrá cáncer. El cáncer de mama afecta a una de cada ocho mujeres. En la década de los cincuenta, esta cifra era de solo una de cada veintidós.

La epidemia a nivel global sigue reclamando más víctimas. Las mujeres jamás han estado menos sanas que ahora, en toda la historia de la humanidad. ¿Qué está sucediendo? La respuesta es que vivimos en un mundo que cada vez distorsiona más nuestro equilibrio hormonal. Los hombres también experimentan trastornos hormonales, pero las mujeres somos más propensas.

Vivimos en un mundo que cada vez distorsiona más nuestro equilibrio hormonal.

TU ENTORNO TRASTOCA TU EQUILIBRIO HORMONAL

¿Cuáles son los principales disruptores endocrinos que amenazan la salud de las mujeres?

La dieta

En nuestra dieta podemos encontrar muchos disruptores endocrinos. Por una parte, le faltan algunos nutrientes esenciales, como las grasas saludables, que el cuerpo femenino necesita para estar sano. Por otra, está llena de aditivos químicos que conducen al caos hormonal; los principales culpables son los xenoestrógenos, una categoría de disruptores endocrinos que tienen un efecto similar al de los estrógenos (xeno significa ‘otro’ o ‘extraño’). Puesto que los primeros se asemejan tanto a los segundos, las mujeres somos mucho más sensibles a sus efectos que los hombres. Trataré este tema con más detalle en el capítulo dos.

Los intentos por adelgazar

Vivimos en una sociedad que concede un gran valor a la delgadez. A la mayoría de las mujeres, esto les fomenta una actitud que las perjudica. Los hombres tienen más masa muscular por naturaleza, mientras que las mujeres almacenan más grasa.

¿Has hecho alguna vez lo imposible por adelgazar? No eres la única. Las mujeres tienen más tendencia que los hombres a hacer dieta, y el resultado es que engordan más y están menos en forma, porque hacer dieta trastoca por completo el sistema endocrino femenino. Esto provoca angustia y frustración, y conduce a probar otra dieta en cuanto se acerca la primavera. Las dietas causan estragos en nuestras hormonas.

Sí, aunque tengas más de cuarenta, puedes adelgazar y estar sana físicamente, pero solo si ya estabas sana. Se suele decir que para estar sana has de adelgazar. Pero yo prefiero exponerlo de otro modo: primero has de estar sana, y luego el adelgazamiento se producirá por añadidura y espontáneamente. Explicaré esto en el capítulo cuatro.

La búsqueda de la juventud y la belleza

Mantenerse bella el máximo tiempo posible también está muy valorado en nuestra sociedad. Y «bella» equivale a «parecer joven». Preferimos evitar el envejecimiento todo lo posible. Especialmente, parece que las mujeres tengamos que cumplir esta expectativa. ¿Cuántos productos de cuidado personal y cosméticos has utilizado hoy? Las mujeres, para parecer más jóvenes y estar más guapas, nos pasamos media vida untándonos la piel, el pelo y las uñas con un cóctel de productos. Lo que no sabemos es que muchos de estos productos químicos son disruptores endocrinos que absorbe nuestro cuerpo. La piel absorbe hasta el sesenta por ciento del ­producto que le aplicas. Afortunadamente, ahora tenemos productos alternativos excelentes, elaborados con ingredientes naturales y de todos los precios. Hazles un favor a tus hormonas y cambia a una marca que no tenga sustancias químicas disruptoras endocrinas y cancerígenas.

¿UN CÓCTEL DE DISRUPTORES ENDOCRINOS PARA TU PIEL?

Las mujeres usamos un promedio de quince productos cosméticos y de cuidado personal diferentes al día. Según una investigación de la Universidad de Medicina de la Prefectura de Kyoto, esto implica aplicar sobre la piel una media de quinientas quince sustancias químicas sintéticas al día. Los perfumes contienen aproximadamente doscientas cincuenta. No hay ningún investigador en el mundo que esté estudiando los efectos de estas sustancias sobre nuestra salud.

Diez ingredientes que debemos evitar a toda costa

Los productos químicos del hogar

¿Quién hace la mayor parte de las tareas domésticas? Estas tareas todavía suelen recaer en las mujeres. El trabajo del hogar es otra de las formas en que se puede alterar tu sistema endocrino, porque te expone a muchas sustancias disruptoras. Los productos de limpieza, el detergente para la colada, las toallitas para la secadora y los herbicidas para las plantas del jardín, todos estos productos suelen contener sustancias químicas que perjudican a nuestras hormonas.

Los medicamentos

Ante todo quiero aclarar algo: doy gracias por los medicamentos, porque pueden salvar vidas. Pero para la mayoría de las mujeres tomar medicación a largo plazo no es la solución para sus problemas. Muchas toman la píldora anticonceptiva durante años, que restringe y altera el funcionamiento hormonal. Hay millones de mujeres en el mundo que toman la píldora, no por su función anticonceptiva, sino para enmascarar un sinfín de disfunciones hormonales que, indudablemente, no se resuelven. Cuanto más persiste el problema hormonal, más cuesta recobrar el equilibrio del sistema endocrino.

¿Has tomado medicación durante largos periodos de tiempo? Puede que la medicación sea necesaria, pero, con frecuencia, no es un remedio que cure. Solo el cuerpo puede sanarse a sí mismo. Aunque los cirujanos y otros especialistas lo recompongan después de un accidente, el responsable de la curación sigue siendo tu cuerpo.

LA MAYOR PARTE DE LOS MEDICAMENTOS NUNCA HAN SIDO PROBADOS EN MUJERES

Hasta 1993, las mujeres (y los animales de sexo femenino de los laboratorios) eran sistemáticamente excluidas de las investigaciones médicas. Los científicos daban por hecho que los ciclos hormonales femeninos o el uso de la píldora influirían en los resultados de las pruebas, pero en la vida real las mujeres tienen sus ciclos menstruales y muchas toman la píldora; por lo tanto, ¡es importante entender cómo influyen estos factores en la eficacia de los fármacos! Todavía existen casos de medicamentos comunes en los que nunca se ha estudiado su efecto en las mujeres. Hay un estudio denominado, Gender and Health Knowledge Agenda [agenda de conocimiento para el género y la salud], encargado por el Ministerio Holandés de Salud, Bienestar y Deporte y publicado en 2015, que demostraba que las mujeres padecen efectos secundarios graves por los medicamentos un sesenta por ciento más que los hombres.

La medicina no se ha interesado demasiado por las diferencias entre hombres y mujeres. La mayoría de los médicos no entienden la influencia de las hormonas en la vida de las mujeres. No tienen muchos conocimientos sobre el cuerpo femenino y las complejas formas en que interactúan las hormonas. En futuras investigaciones, todavía se han de aclarar y comprender muchas cosas en este campo. Los profesionales no asocian nuestros trastornos al sistema endocrino, todavía se manda a casa a muchas mujeres diciéndoles que han de «aprender a vivir con ello». Nuestra medicina es fantástica cuando se trata de arreglar algo que se ha roto en nuestro cuerpo, pero no tanto en lo que concierne a ayudarnos a mantener la salud.

Nunca son los médicos los que te curan; en última instancia, siempre es tu cuerpo el responsable de la curación.

Esta es la razón por la que es tan importante que seas tú misma quien controle tu propia salud. Ha llegado el momento de que aprendas más y te responsabilices. El conocimiento y la confianza en sí mismas son una gran medicina para las mujeres. Ten presente que tu médico rara vez tendrá tiempo para mantener una conversación profunda contigo, y no es muy probable que salga a la luz la perjudicial discusión que has tenido con tu madre y que te ha provocado la subida de tensión. Es muy posible que salgas de la consulta con una receta para la hipertensión. Pero la hipertensión no se debe a la falta de betabloqueantes, como un dolor de cabeza tampoco se debe a la falta de analgésicos. Siempre hay algo que anda mal.

Lo más seguro es que tu médico no recibiera más de seis horas de formación sobre nutrición en todos sus años de estudio. ¿Qué médico te pregunta lo que tienes en la nevera y en los armarios de tu cocina? No necesitas un médico para darte cuenta de que la nutrición y el estilo de vida tienen una gran influencia sobre tu salud.

¿Qué médico te pregunta lo que tienes en la nevera y en los armarios de tu cocina?

El estrés

No te lo voy a preguntar, porque ¿qué mujer no está estresada hoy en día? El estrés no es bueno para nadie; además, también es el peor de los disruptores endocrinos. Aunque esto sea ­igualmente aplicable a los hombres, aquí es donde hay muchas mujeres que llevan las de perder, porque gracias a nuestro sistema endocrino, somos más sensibles al estrés que los hombres. Especialmente, a las mujeres mayores de cuarenta años el estrés puede complicarles las cosas, si quieren tener un cuerpo sano y gozar de una vida fantástica. En el capítulo dos, explicaré cómo funciona esto y por qué la relajación es esencial para las mujeres de dicha edad.

El estrés es el peor de los disruptores endocrinos.

Poca actividad física

En un entorno ideal, estarías activa la mayor parte del día. Eso les encanta a las hormonas. Como media, nos movemos solo tres horas al día, a excepción de los fines de semana, que estamos más activas. Con «movernos», me refiero a participar en actividades como caminar, ir en bicicleta, hacer las tareas del hogar e ir a comprar. ¿Cuántas horas al día estás físicamente activa? ¿Y también haces ejercicio? Con «ejercicio» me refiero a cualquier actividad que suba tu frecuencia cardíaca y que realizas para mejorar tus habilidades y tu resistencia. Pueden ser ejercicios cardiovasculares, circuito, intervalos o entrenamiento con pesas. Hacer suficiente actividad física y ejercicio es importante para tus hormonas.

¿Rara vez estás físicamente activa, ni tienes ganas de hacer ejercicio, porque estás demasiado cansada? Un cuerpo malnutrido no tiene ganas de moverse. Empieza por mejorar tu nutrición y sentirás ganas de estar físicamente activa. De verdad, ¡te lo ­prometo!

¿QUIERES TENER MÁS? ¡EMPIEZA A HACER ENTRENAMIENTO CON PESAS!

A medida que envejecemos disminuye nuestra fuerza muscular, a menos que sigamos usando plenamente nuestra musculatura. Cuanto más mayor te haces, más importante es hacer ejercicio. La buena noticia es que puedes seguir creando masa muscular hasta una edad bastante avanzada. Los centros de fitness deberían estar llenos de personas de más de cuarenta: necesitan entrenamiento con pesas y ejercicios cardiovasculares más que ninguna otra cosa. De ti depende de si a los ochenta estarás usando un andador o seguirás yendo a hacer senderismo en la montaña. Un efecto secundario curioso que se ha descubierto, en un estudio estadounidense, es que las mujeres se vuelven más valientes cuando crean masa muscular. 1 Las mujeres que hacían entrenamiento con pesas no se ponían tan nerviosas cuando conducían por una ciudad desconocida y tenían más iniciativa para pedir un aumento de sueldo a su jefe. A más músculos, más testosterona, por consiguiente, más decisión y más agallas. Por experiencia personal, puedo decirte que es cierto.

Un ciclo de sueño disruptivo

Muchas mujeres trabajan de enfermeras, cuidadoras, azafatas u ocupan otros puestos donde se hacen turnos. Por desgracia, esto no es bueno para el sistema endocrino. La hormona del crecimiento solo se activa durante el sueño y se encarga de reparar las células. La hormona del sueño, la melatonina, es un poderoso antioxidante, que genera nuestro cuerpo para protegernos de las infecciones y del envejecimiento. Aunque no trabajes por turnos, hemos alargado el día y acortado la noche, debido a la luz artificial, lo cual aumenta la probabilidad de que nos falten horas de sueño. Dormir mucho y profundamente es lo mejor que puedes hacer. Las mujeres tenemos el doble de posibilidades de padecer insomnio que los hombres.

¿Te das cuenta de que hay muchos factores que indican que vives en un entorno que no es favorable para mantener el equilibrio del sistema endocrino? Por eso es tan importante saber qué necesitan tus hormonas para funcionar lo mejor posible.

TRABAJA CON TUS HORMONAS

Si quieres formar un equipo extraordinario con tus hormonas, es importante que seas consciente de que estas siempre están haciendo todo lo posible para conservar tu salud. Tu misión es proporcionarle a tu cuerpo, cargado de hormonas, el mejor de los entornos. Por eso es necesario que sepas más sobre ellas, porque colaborar es más inteligente que luchar. Pero lo más importante es que luchar contra las hormonas es inútil: siempre perderás la batalla. Tus hormonas son mucho más fuertes que tu fuerza de voluntad. ¿Te resulta familiar esta frustrante afirmación? Te has prometido que dejarías de comer entre horas, pero sucumbes a la tentación de un trozo de chocolate. O esta otra: te propones ir al gimnasio dos veces a la semana, pero a las tres semanas, ya estás buscando excusas para no ir. Estos son ejemplos de la lucha de tu fuerza de voluntad contra tus hormonas. ¿Cuántas veces has experimentado esto?

Sin embargo, no es tan difícil trabajar con las hormonas, porque tu cuerpo funciona con lógica. Voy a darte un ejemplo.

Tu instinto de supervivencia siempre vencerá a tu fuerza de voluntad

Si miras la televisión hasta bien avanzada la noche, le estás diciendo a tu cuerpo que todavía es de día. Tus hormonas no entienden de televisores u ordenadores, solo del día y la noche. Muchas mujeres tienen antojos nocturnos. ¿A ti también te sucede? Quizás sea la causa de años de frustración, pero para tus hormonas es pura lógica. Aunque sean las once de la noche, si tienes encendida la luz artificial, les estás indicando a tus hormonas que es pleno día, pero al mismo tiempo sienten que estás cansada. Para tu cuerpo, sentir cansancio en pleno día indica peligro, porque puede flaquear tu atención. Tus hormonas no saben que estás holgazaneando viendo una película en el sofá o que estás sentada delante de tu ordenador sin peligro alguno.

Imagina que, de pronto, tuvieras que huir de un oso o, lo que sería más probable en nuestra realidad, tuvieras que extinguir un incendio que has provocado por dejar las velas demasiado cerca de las cortinas. ¿Cómo responderías mejor? Asegurándote de que tienes algo de energía almacenada. Preferiblemente, comiendo algo que dé energía rápidamente. Para tus hormonas, esto es perfectamente lógico. Así que, aunque te hayas propuesto no picar nada por la noche, tu instinto de supervivencia siempre derrotará a tu fuerza de voluntad. Y así es como desaparecen esas seis últimas galletas que quedaban en el frasco o las porciones de pizza que habían sobrado...

¿Entiendes ahora por qué es importante saber cómo «piensan» tus hormonas? Si sabes cómo actúan, no cuesta tanto; en este ejemplo de comer por la noche, bastaría con darle a tu cuerpo la señal de que es tarde y de que estás a salvo. Una hora antes de acostarte, apaga la tele y el ordenador, baja la intensidad de las luces, escucha música tranquila y llévate un libro a la cama o date un baño relajante. Si estás cansada, vete a la cama a tu hora y evita la tentación de volver a sumergirte en el universo de Internet. Notarás que tus hormonas te pedirán alimentos dulces y otros caprichos con menos frecuencia.

EL ENTORNO MÁS IMPORTANTE PODRÍA SER TU DIETA

Tus hormonas reaccionan directamente a tu entorno. Pero situarte en un entorno más saludable, afortunadamente, no supone hacer un cambio tan radical como emigrar a la soleada Tahití. El tipo de entorno más importante podría ser tu dieta: es el entorno al que invitas a tu cuerpo.

Eres lo que comes, en un nivel mucho más profundo de lo que puedes imaginar. Cada segundo mueren diez millones de células y nacen otras nuevas. Todo esto pueden hacerlo gracias a los alimentos. Nuestro cuerpo es una estructura que está en continuo proceso de reconstrucción y autocuración. Un corte en un dedo o un cardenal en la pierna se curan solos. Es el mismo proceso de curación que tiene lugar en nuestro interior, donde no podemos verlo.

Cada segundo generamos millones de células nuevas gracias a nuestra dieta

Podemos hablar de renovación celular masiva gracias a lo que comemos. No solo el pelo y las uñas están formados de tejido vivo que se renueva y repara a sí mismo constantemente, sino también el corazón, el hígado, los riñones e, incluso, los huesos. La dieta determina si nuestro cuerpo cuenta con los nutrientes necesarios para autorreconstruirse, cada segundo, con células sanas y nos indica si tenemos suficientes nutrientes para producir las hormonas correctas en la cantidad adecuada.

Tu cuerpo del futuro está en tu plato de hoy

Lo que comes importa. A mí me gusta decir: «Tu cuerpo del futuro está en tu plato de hoy». En realidad, es un poco simplista, porque también es importante que tu cuerpo pueda absorber los nutrientes, usarlos y eliminarlos como corresponde. En el peor de los casos, tomarás buenos nutrientes, pero los expulsarás sin haberlos aprovechado. Cuanto mejor sea tu alimentación, más se equilibrará tu cuerpo, en particular tu sistema digestivo, y mejor digerirás y absorberás los valiosos nutrientes.

La dieta tiene mucha influencia sobre tu cerebro y tus emociones. Existe una relación directa entre lo que comes y tu capacidad de concentración, tu salud mental y tu estado emocional. Asimismo, influye enormemente en tus hormonas y estas, a su vez, influyen en tu estado de ánimo. En el capítulo dos, trataré este tema con más detenimiento.

Hay algunas células que se autosustituyen en un día, mientras que otras tardan más, pero en siete años, prácticamente, todas las células de tu cuerpo se habrán renovado por completo. ¡Eso significa que en siete años puedes ser una persona totalmente nueva! Tu aspecto y tu estado de ánimo dependen en gran medida de lo que pongas en tu plato.

La comida que pones en tu plato: un punto de partida para el cambio

Por propia experiencia, y para muchas de las mujeres a las que guío, los alimentos que pones en tu plato son un punto de partida esencial para el cambio. Si empiezas a alimentarte bien, tus hormonas se reequilibrarán solas. Los antojos desaparecerán, porque un cuerpo bien nutrido no mendiga comida. Observarás que duermes mejor y que, gracias a ello, tienes más energía. Más horas de sueño equivalen a estar más relajada. Te resultará más fácil conseguir un peso saludable. Posiblemente, no tendrás que volver a hacer ninguna otra dieta para adelgazar, lo cual te ayudará a evitar un disruptor endocrino importante. Una dieta sana te aportará más energía para estar activa, y así pondrás menos excusas para ir al gimnasio. Es verdad, ¡un cuerpo sano quiere actividad! Una alimentación correcta te ayudará a sentirte más sana, y eso hará que te sientas mejor y que aumente tu autoestima. Puede que hasta te decidas a encontrar otro trabajo mejor o que te sea más fácil decir «no» sin sentirte culpable, y eso te proporcionará más tiempo para hacer lo que es importante para ti.

La brújula nutricional es lo que recomiendo a todas las mujeres que quieren reequilibrar su sistema endocrino. Es el inicio del camino para conseguir más vitalidad y salud. Un cuerpo sano puede ayudarte a gozar del tipo de vida que deseas, tanto si eres joven como si ya has alcanzado la menopausia. Pero, primero, déjame contarte algo más sobre la menopausia, porque existe mucha confusión sobre este tema.

EL PROBLEMA NO ES LA MENOPAUSIA