savino, adrián pablo

viaje de omar / adrián savino. - 1a ed. - río tercero : nudista, 2017.

libro digital, EPUB

archivo digital: descarga y online / isbn 978-987-1959-61-7

1. narrativa argentina. 2. novelas biográficas. I. título.

CDD A863

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fotografía de tapa - juan cruz sánchez
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Acerca del autor

Adrián Savino nació en Córdoba Capital en 1971. Es Licenciado en Comunicación y trabaja como docente de Nivel Medio. Publicó el libro de poemas Canciones de sed (Alción, 1999), la novela Crónica de un rocho (Alción, 2003) y la nouvelle Soja en las banquinas (Eduvim, 2012). Participó en las antologías de relatos Carne (La Creciente, 2006) y 10 Bajistas (Eduvim, 2009), y en el libro Diorama. Ensayos sobre cine cordobés contemporáneo (Caballo Negro, 2013). Publicó relatos, crónicas y reseñas en medios gráficos y online.

Otros títulos publicados:

despiértenme cuando sea de noche - fabio martinez (cuentos)
1027 - eloísa oliva (poesía)
el mundo no es más que eso - martín maigua (poesía)
vida en común - pablo natale (poesía)
casa de viento - antología personal - osvaldo bossi (poesía)
newton y yo - marcelo daniel díaz (poesía)
cielos de córdoba - federico falco (nouvelle)
unos días en córdoba - juan terranova (diario-crítica)
la pared - irene gruss (poesía)
el tiempo en ontario - eloísa oliva (poesía)
el loro que podía adivinar el futuro - luciano lamberti (cuentos)
orquídeas - margarita garcía robayo (relatos)
avenida de mayo - silvio mattoni (poesía)
K I K I 2 - cuqui (diario)
los pibes suicidas - favio martinez (novela)
los centeno - pablo natale (novela)
villa olímpica - carlos surghi (poesía)
romper la vida /antología existencial/ - alejandro schmidt
experimentos con seres humanos - carlos schilling (relatos)
razones personales - franco boczkowski (poesía)
la vertiente - sergio gaiteri (novela)
el asesino de chanchos - luciano lamberti (cuentos)
lima y limón - antonio jiménez morato (novela)
las noticias - hernán arias (novela)
el momento de debilidad - bob chow (novela)
donde empieza a moverse el mundo - carina radilov chirov (cuentos)
yo soy aquel - osvaldo bossi (novela)
la cabeza del monstruo - agustín ducanto (cuentos)
un oso polar - pablo natale (cuentos)
acá había un río - francisco bitar (cuentos)
EL ÁGUILA HA LLEGADO - bob chow (novela)
los niños de renoir - mariana robles (poesía)
el resto de los días - natalia ferreyra (cuentos)
firket misión tropical - marcelo miceli (novela)

Mi primer sueño con él después de su muerte (o primero en no olvidárseme al abrir los ojos) fue de los más vívidos que nunca haya tenido. Él estaba preso en Encausados y yo, que también lo estaba pero en San Martín, iba a visitarlo a su pabellón. Omar se sentaba en el borde de una cama donde estaban acostados, uno al lado del otro, dos tipos idénticos como gemelos: calvos, de anteojos y con barbas candado pelirrojas. Al saludarlos noté que eran iguales al protagonista de una serie que había visto de pasada en un zapping de trasnoche. Permanecían callados, con la mirada perdida en la luz que entraba por la ventanita de la celda, mientras Omar me hablaba. Me contaba que no lo estaba pasando tan mal, aunque sí lo afectaba un poco la falta de amigos; que algunas veces había tenido que pelear para que lo respetaran; que le asombraba que el asma no lo estuviera afectando como sí le ocurría fuera de la cárcel. Era un Omar cansado y viejo, como el que había visto en aquel último almuerzo en casa, y mientras lo escuchaba pensaba en lo mucho que teníamos para hablar, para compartir, y en la falta que debía de hacerle mi compañía. Antes que un ruido de la calle me despertara, consideré seria, imperiosamente, pedir al Servicio mi traslado.

El papá está muy mal, dijo mami. Tuvo que repetirlo porque su llanto no me dejaba entender. O quizás porque antes, en la pantalla del celular, el nombre que yo había leído era el de él, y el simple hecho de oírla a ella ya había empezado a desconcertarme. Había atendido la llamada casi risueño, dispuesto a dar inicio a nuestra costumbre de cada lunes por la mañana, seguro de que conversaríamos brevemente sobre las actividades del fin de semana, los resultados del fútbol, su estado de salud tras el alta de su internación.

No me es difícil imaginar esa conversación que no fue. Yo le habría preguntado cómo estaba y él, entusiasmado por mi interés, habría comenzado a explayarse sobre todos y cada uno de esos temas. Hasta que, más temprano o más tarde, le habría interpuesto alguna fría cuestión laboral y entonces él, medio descolocado y con un casi imperceptible dejo de tristeza, habría dado respuesta a mi nueva pregunta, y comienzo al final de nuestro contacto.

La que llamaba, en cambio, era mami. Y su frase (inexacta, porque en rigor de verdad él ya no estaba