Contenido

  1. SINOPSIS
  2. PRÓLOGO
  3. Capítulo I El AMOR EN LA GRECIA CLÁSICA
    1. I El poder del eros
    2. II Eros y política
    3. III La pederastia y otras formas de amor
      1. Pederastia
      2. Heterosexualidad adulta
      3. Lesbianismo
      4. Modelos eróticos: Helena
      5. Alcestis, la esposa enamorada hasta la muerte
  4. Capítulo II LA AMISTAD ARISTOTÉLICA
    1. I La amistad, relación social preferencial
    2. II La virtud de la amistad
      1. Tipos de amistad
      2. Origen y finalidad de la amistad
    3. III Justicia y amistad: la utopía aristotélica
      1. Amistad y banquete
  5. Capítulo III EL BANQUETE GRIEGO
    1. IHumanización por la alimentación
      1. Mito y rito de Eleusis
      2. El mito de Prometeo
      3. Teoría históricocultural de la alimentación
    2. IITipos de banquetes y sus ritos
      1. AEl banquete privado
      2. BBanquetes comunitarios
    3. IIIFunciones sociales del banquete en Grecia
      1. Sexo en el banquete privado
      2. La amistad convival
      3. La conversación
      4. Disfrute convival
      5. Educación moral
    4. IVParaísos gastronómicos: de Esparta a Jauja
      1. Esparta
      2. Utopías de Jauja
  6. Capítulo IV EL MUNDO DE LA CABALLERÍA
    1. IEl modo caballeresco de vida
    2. IIEl papel de la mujer en la nueva sociedad
    3. IIIFormas de amor de los siglos XII y XIII
      1. El amor monacal
      2. Amor goliardesco
      3. Monjas enamoradas: Hildegarda von Bingen
      4. El amor trovadoresco
    4. IVEl amor, valor absoluto
      1. El enamoramiento
    5. VEl intercambio amoroso
  7. Capítulo V EL SIGLO DE LOS SALONES
    1. La cultura de los salones
    2. Conversación
    3. Las mujeres
  8. Capítulo VI HOMBRE Y VIDA ROMÁNTICOS
    1. IAnálisis del tiempo presente
    2. IIAspiraciones románticas
      1. ALa Edad de Oro
      2. BImagen del hombre
      3. CLa naturaleza
      4. DEl poeta, líder social
    3. IIICostumbres eróticas románticas
  9. EPÍLOGO
  10. BIBLIOGRAFÍA
  11. AUTOR
  12. OTROS TÍTULOS DEL AUTOR CON EDICIONES BETA
  13. LEGAL


















SINOPSIS

COSTUMBRES ERÓTICAS OCCIDENTALES
José Ramón Arana

La cultura occidental no sólo ha producido numerosas teorías sobre el amor, estudiadas ya por José Ramón Arana en su libro Historia del amor. El poder del eros en la cultura occidental, sino que ha vivido su amor de manera muy diferente: es lo que se relata en este nuevo libro. Sorprende, cuando se estudian estas costumbres, hasta qué punto han estado ligadas a la creación de cultura: desde una concepción trivial del sexo, en que la sexualidad no sería otra cosa que la búsqueda de un placer meramente puntual, corporal, de procedencia cristiana, resulta difícil de concebir esta creatividad cultural de la sexualidad. Pero el erotismo es mucho más que sexo: no se puede concebir la sexualidad sin imaginación, además de la corporalidad y la afectividad.
En este libro se recorren algunas de estas costumbres sociales y culturales en que los Occidentales han plasmado sus vivencias eróticas. Desde la pederastia educativa griega y su insistencia en la amistad, pasando por las Cortes caballerescas de amor y el refinamiento de las costumbres palaciegas, conviviendo con los deslumbrantes salones dieciochescos organizados y presididos por grandes damas, donde se fraguó gran parte de la mejor literatura de ese siglo y se incubaron algunas de las ideas que llevaron después a la Revolución francesa, hasta el grito de desbordamiento y la amistad paritaria de mujeres y varones en el romanticismo, no hay acontecimiento cultural duradero que no esté relacionado con la sexualidad y el erotismo.
El erotismo no sólo es un mundo gozoso, sino un mundo de sorpresa. Lee y compruébalo.
Este es el segundo libro de una trilogía sobre la historia del amor en occidente: Historia del amor. El poder del eros en la cultura occidental; Costumbres eróticas occidentales y Amor y literatura (en preparación). Los tres publicados por Ediciones Beta.













COSTUMBRES ERÓTICAS OCCIDENTALES


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A todos los que gustan de los juegos del amor






















“El problema del amor no es la escasez de amantes,
sino la falta de recursos para satisfacerlo”
Fourier








PRÓLOGO

Dos intereses han dominado la cultura occidental hasta la obsesión: el amor y la muerte y, a veces, su complicidad destructora. ¿Qué quedaría si por un experimento mental elimináramos toda referencia al amor en la literatura, la pintura y la escultura? Es más ¿qué nos ocurriría si por una hipótesis desgraciada nos imagináramos sin amar o sin ser amados?
Esta constancia de interés no significa en modo alguno identidad en el modo de vivirlos. Es tan fuerte su poder que tendemos a creer que siempre, en todo lugar y todas las personas han vivido y amado como amamos y vivimos nosotros. Y es que el “siempre”, el “todo” dominan las representaciones del amor, y no nos imaginamos amando a medias: o se ama o no se ama. Y esa manera absoluta de vivir nuestro amor la proyectamos sobre otras épocas y culturas. Y con el siempre, los modos como aplicamos y como creemos que es necesario que se realice: si siempre y todo el amor es así, sólo hay una manera de amar. Por supuesto, la nuestra.
Sin embargo, no ha sido así. Porque el amor ha jugado un papel, muy distinto en cada sociedad e incluso en cada individuo. Incluso hoy, se diga lo que se diga en público y cualquiera que sea la ideología oficial, manifestada en los tópicos cotidianos o en las novelas y canciones, hay personas para las que el amor es sólo un aspecto menor de su personalidad y se sorprenden del gran dolor que puede provocar el desamor o del gran placer que genera su goce. Y lo mismo que no todas las flores se polinizan de la misma manera, así tampoco hemos de creer que todo el mundo, ni siquiera hoy, vive el amor con la misma obsesión.
Qué será si echamos la vista atrás y miramos cómo las sociedades de nuestra propia cultura –dejemos otras, que no son más oscuras– han vivido su amor.
Este libro pretende ayudar a comprenderlas. Y quiere, así, cumplir una función de satisfacción de curiosidad: por más que se hable del amor, casi siempre carecemos de datos sobre cómo nuestros contemporáneos y nosotros mismos, amamos. Y es que es una de las zonas más recónditas, siempre está velada del secreto. Y no sólo por pudibundez, sino por intimidad: el modo de hacer el amor plasma en un acto puntual nuestra realidad más plena. A veces, aunque pudiera parecer lo contrario, nuestros antepasados han podido ser sorprendidos en sus maneras de amar de manera más plástica que nosotros mismos.
Nosotros vivimos el amor como un placer y como una entrega. Pero el amor tiene otras muchas dimensiones, por ejemplo, la ética. El amor no es sólo un goce del que se disfruta y, por tanto, un sufrimiento si se es privado de él, sino también una constelación de actitudes que conllevan obligaciones y compromisos.
El amor es una fuerza que aglutina segregando: como un imán, une a dos personas tan poderosamente, que casi las hace indisociables, tendemos a creer que las hace uniformes. Y eso a costa de arrancarlas del medio social y familiar en el que viven. Esa fuerza la han percibido y la han plasmado todos los idiomas europeos no sólo en sus representaciones plásticas, sino con sus expresiones idiomáticas: “atracción”. Esta atracción es tan fuerte, que puede llevar al asesinato de la persona amada, si no cede, del adversario erótico si es lo suficientemente poderoso como para sentirlo como una amenaza.
La reproducción biológica de la sociedad pasa por el amor, aunque es independiente de él. Pero no hay amor sin sexualidad. Y eso lo han reflejado los escritores de manera positiva, cuando los amantes logran “poseerse” –terrible palabra–, como cuando este logro se frustra.
Y una dimensión del amor sobre la que no se insistirá lo suficiente: la imaginación. No se concibe la cultura sin obras motivadas por el amor. Una de las dimensiones más llamativas del amor es su capacidad de crear cultura: la lírica monódica griega surgió casi exclusivamente de reuniones eróticas entre amigos; la poesía trovadoresca es el resultado de mendicantes de amor; la novela psicológica del siglo XVIII nace en las reuniones de los salones de las grandes damas; ¿y qué tendríamos de la canción popular actual sin sus remembranzas románticas?
A pesar de toda esta obsesión y de todas esas dimensiones, ¿quién se atrevería a decir lo que es el amor? ¿Quién se atrevería a distinguirlo de la amistad, del deseo, del agrado de la compañía, de la ayuda? Esos debates interminables e ilustrativos sobre si un varón puede ser amigo de una mujer y viceversa sin que intervenga amor erótico y sexo, esas sospechas sobre las amistades íntimas entre mujeres o entre varones, esos celos por las relaciones frecuentes de nuestros amigos y amigas con otros amigos y amigas suyas, esas sesudas reflexiones sobre si se puede estar enamorado de varias personas a la vez…, todo eso manifiesta el interés cotidiano por estas cuestiones, por la capacidad de excitar la reflexión que el amor tiene, y porque no nos conformamos con vivir nuestro amor, sino que queremos racionalizarlo y explicitar lo que “nos pasa”.
Acostumbrados al romanticismo, nosotros espontáneamente consideramos el amor como una experiencia. Pero esa experiencia se plasma en costumbres colectivas. Lo peculiar de una costumbre es su mayor o menor generalización: en una sociedad hay costumbres que sólo alcanzan a grupos reducidos, por ejemplo, el montañismo en la nuestra; otras a la inmensa mayoría de sus miembros, por ejemplo, el trabajo fuera de casa y la vida en pareja. Otro rasgo de una costumbre es su vigencia: es más o menos poderosa, ejerce más o menos presión. Y, finalmente, para no alargarme, cómo las costumbres expresan y orientan comportamientos colectivos, delimitan lo correcto de lo incorrecto, lo elogiable de lo reprobable.
Cada capítulo de este libro lo he dedicado a las costumbres eróticas de una época. No he expuesto las teorías amorosas de una época, sino sus maneras más relevantes de amar. Tampoco es una historia en sentido estricto: faltan muchísimos episodios: sólo he elegido aquellos momentos que me parecen lo suficientemente significativos para dar información, bien porque sean lo suficientemente famosos en nuestra sociedad, o bien, mucho más modestamente, porque a mí me interesan y quiero que interesen a los demás. El afán de completud está ausente de este libro. Lo mismo que uno va a una feria gastronómica, no para probar todos los platos, sino sólo para ver lo que allí “se cuece” y se conforma con probar algunos, quizás elegidos al azar o porque le han llamado la atención por su forma, por su color, por sus ingredientes, por su olor: basta con que al salir de la feria su paladar esté agradecido.
Así quisiera yo que se leyera este libro: como un goce que otros nos ofrecen para que los veamos en sus maneras de amar. Si hay estatuas que se colocan sobre un pedestal, ¿por qué las costumbres eróticas no iban a poder ser elevadas a un pedestal para poder ser mejor degustadas?
Extrañará que en este estudio utilice indistintamente los términos eros y amor como si fuesen sinónimos. No pretendo decir que son idénticos, pero prefiero que sean los propios autores los que se pronuncien sobre sus diferencias o semejanzas: ha sido tal la variedad de concepciones y de costumbres, es uno de esos términos tan raptores, que he decidido no posicionarme en mi exposición por una u otra de sus valencias: cuando un autor y una época han utilizado un término con exclusión de otro, lo he asumido yo también; lo cual no significa en modo alguno que asuma sus concepciones. Prefiero dejarlo en su indefinición.
Como en otras obras mías, las traducciones de textos extranjeros serán mías, salvo aviso en contra. Este proceder no significa que desconfíe de otras traducciones existentes, algunas de ellas magníficas: sólo que concibo la traducción como un nadador que se lanza al mar, en vez de lavarse cómodamente en la bañera de su casa.
Este libro debe ser completado con otro en que expongo las teorías del amor, Historia del amor. El poder del eros en la cultura y con un tercero que estudia algunas tensiones que nos ha ofrecido la literatura, El amor en la literatura. Con estos tres libros espero que el lector se familiarice con un tema exuberante que ha obsesionado y sigue obsesionando a nuestra cultura y a nuestra vida cotidiana.

















Capítulo I
El AMOR EN LA GRECIA CLÁSICA

“Amor, invencible en la batalla”1.
Sófocles

Hay gran curiosidad y muchos malentendidos sobre el amor griego. Si en algún terreno se cumple esa ley psicosocial de definir las cosas por lo que las diferencia, sería aquí: Grecia sería el país de la pederastia.
Pero el erotismo griego es mucho más complejo y pone en juego dimensiones insospechadas de este pueblo reducido a veces, como de algo consabido, a haber creado la filosofía. Los griegos tuvieron un temor reverencial al amor, vincularon estrechamente su poder y sus prácticas a la política, y mantuvieron en vigencia numerosas instituciones en que el amor jugaba un papel preponderante. Por eso, hay que tratar estos temas separadamente:

I.- El poder del eros.
II.- Eros y política.
III.- La pederastia y otras formas de amor.

I
El poder del eros

El amor es una fuerza, no un estado de ánimo o un sentimiento o un placer o un conjunto de acciones. Antígona, al borde de su tragedia, cuando ya advierte que no tiene remedio, que Creonte no va a cambiar su decisión, que su prometido Hemón se va a quitar la vida por ella y que ella morirá virgen y sin esposo, oye del coro el siguiente himno:

Himno al amor