MI JUVENTUD UNIDA
edición definitiva
MARIANO BLATT
Mariano Blatt nació en Buenos Aires en 1983. Es poeta y editor. Publicó, entre otros, los libros: Increíble (El niño Stanton, 2007), Alguna vez pensé esto (Triana, 2014), Mi juventud unida (Mansalva, 2015) y 200 ideas de libros (Iván Rosado, 2017).
Blatt, Mariano
Mi juventud unida. - 1a ed. - Buenos Aires : Blatt & Ríos, 2020.
Libro digital, EPUB
ISBN 978-987-49-4160-2
1. Poesía. 2. Poesía Argentina Contemporánea. 3. Poesía Argentina. I. Título.
CDD A861
© 2020 Mariano Blatt
© 2020, por esta edición: Blatt & Ríos
1ª edición en Mansalva: junio 2015
1ª edición en Blatt & Ríos: febrero 2020
Diseño de cubierta: Iñaki Jankowski | www.jij.com.ar
Obra de cubierta: Alejandro J. Bartolomé
Producción de eBook: Libresque
blatt-rios.com.ar
eISBN: 978-987-49-4160-2
Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, sin permiso previo del editor y/o autor.
a veces me acuesto en la cama
y me tapo la cara con la almohada
presionándola con mucha fuerza
haciéndome doler los ojos.
otras veces salgo a bailar
con amigos
pero me voy a bailar solo
mucho tiempo largo
cuando vuelvo
mis amigos se fueron
y en la parada del colectivo
tengo miedo de que me roben.
bajé a comprar
cervezas y cerezas
pero en el camino
me comí las cerezas
me tomé la cerveza
y ahora
como que me duele la cabeza.
entré en silencio
a lo mejor dormías
recostado en el sillón
desnudo
o apenas tapado. pensé
que si entraba en silencio
no despertarías
entonces yo
mi dolor de cabeza escondería pero
para mi sorpresa
cuando entré no dormías no
cuando entré
me dolías.
miraste las bolsas
“acá no hay cerveza, no hay cerezas
y vos tenés cara
de que te duele la cabeza” dijiste
parado desnudo
contra la cocina
donde cocinabas
jamón cocido.
te pedí disculpas
no me las diste
te pedí la hora
eran las nueve. volviste a la cocina
desnudo
para ver cómo estaba
el jamón cocido para ver
qué pasaba
si no me hablabas.
me quedé en el cuarto
con bolsas vacías en las manos
la mirada perdida
en la tele prendida
por plata alguien jugaba al fútbol.
desnudo
volviste de la cocina
me abrazaste
y me dijiste
“el jamón cocido
ya está”.
en la boca
te di un beso
te pedí disculpas
no me las diste
te pedí la hora
eran las nueve
y diez. bajamos juntos
a comprar cerveza
a comprar cerezas.
yo me tomé la cerveza vos
te comiste las cerezas.
te pedí disculpas
no me las diste
te besé en la boca y mi beso tuvo
el sabor amargo de la cerveza
y el tuyo
el saber dulce de las cerezas.
caminé de córdoba a corrientes
con un chico inteligente
que me gusta mucho
hablamos de la facultad
cantidad
de materias cursadas
cantidad
de finales rendidos
en corrientes me saludó y dijo
te saludo así intercepto a ese colectivo
yo compré en el kiosco un mantecol
y me puse a llorar:
es que ya no sé
de cuántos chicos estoy enamorado
ayer estuve en casa con t
cocinamos
hicimos una maqueta
nos peleamos
él se quedó dormido
yo bailé solo en el living
se despertó y se fue.
hoy caí en el lugar común
de escribir un texto
y referirme al otro
con su inicial.
ah, tu capucha
y el espacio perfecto entre la nuca
donde descansa la mano
cuando enfríada busca
el refugio en tu capucha.
ah, ese espacio perfecto
o como quien dice la habitación
que se forma entre tu capucha y tu nuca
amueblada con el pelo que siempre
tanto más lindo es
si no está lavado.
ah, la voz se me quiebra
cuando mi mano recuerda
ese descanso perfecto
dentro de tu capucha.
ah, sí, tu capucha.
voy a contar una anécdota
voy a contar otra anécdota
voy a escribir un poema
voy a dar un curso donde explique
cómo contar anécdotas
cómo escribir poemas
voy a hacer una revista
voy a dejar de hacerla
voy a organizar un evento
e invitar a amigos
para eso necesito amigos que hagan diferentes cosas
alguno que pase música
otro que saque fotos
uno que tenga iniciativa
dos o tres que escriban
y un último que estudie economía en una privada
para poder sentirme diferente y mejor
“yo estoy haciendo que pasen cosas”
voy a decir
voy a aprovechar que mi papá es periodista
para conseguir pases gratis a eventos
de moda o de música
voy a cobrar trabajos por caracteres
mi unidad de trabajo son los caracteres
mi herramienta de trabajo es el diccionario
voy a hacer una bandera
toda roja
que en el centro tenga
un diccionario y caracteres
voy a bajarme música de Internet
aunque no tenga nada que ver
y él dice que si quiero
se rapa
pero no le queda bien
fui a dar una vuelta
pero me sigo sintiendo mal
fui a dar una vuelta
en la que descubría
un flaco que le pide
pucho a otro
entrando a la iglesia
tres señoras
y una ambulancia
pasando el semáforo rojo
fui a dar una vuelta
pero me sigo sintiendo mal
quiero decir
el pulso aceleradísimo
y si pienso
exacto hace una semana
me desmayaba dos veces
en el recital tenía convulsiones
quiero decir
fui a dar una vuelta
pero me sigo sintiendo mal
hay un lugar chiquito
más chiquito que un baño
se está armando una fiesta
a lo mejor
puedo entrar y bailar
¿y si me desmayo de nuevo?
quiero decir
si me desplomo sobre el parlante
tal vez
deje de sentirme mal
porque recién me di vuelta
pero me sigo sintiendo mal
pareciera que acá
hay cientos de cosas para hacer y dejar
de sentirme mal
la fiesta ya se puso
tal vez entre a bailar
pero todo es tan chiquito
ni sé si habrá lugar
porque yo recién
fui a dar una vuelta
y lo que quiero decir
es que me sigo sintiendo mal.
estoy distraído y frente a la computadora
también hay un termo
y una pila de discos
la mochila en el piso el turbo apagado
busco un vaso de soda
en el termo ya no queda agua caliente
entra mamá al cuarto
sale
alterno entre unas fotos
de chicos con cuerpos marcados
y la ventana del procesador de texto
sí que suena música, sí
que hace calor
prendo el turbo atiendo el teléfono
tengo que salir en quince minutos
entra mamá dice
afuera está lloviendo sale
ya no va a volver a entrar
si afuera está lloviendo
yo me quedo
busco más agua caliente
llevo el vaso de soda vacío
traigo el termo entra mi hermano
busca un libro
no lo encuentra
yo no lo tengo le digo
sale
mi hermano tampoco va a volver a entrar
tengo tres cuadernos
que dispersan mis anotaciones
atiendo el teléfono y le digo a un amigo
la vista amplia de mi balcón me perjudica
nunca puedo centrarme soy disperso
en un cuaderno
anoté maneras en que me gustaría empezar cosas
también que me gustaría saber fumar
una amiga iba a enseñarme
a tocar la guitarra
en la tele hablan de cocaína
y me dan ganas de tomar cocaína
pero es martes y entra mi mamá
que no tenía que volver a entrar
deja una ropa sale
mi hermano toca la puerta
pregunta si puede pasar
le digo que no
sin querer destruyo una torre de libros
me tiro en la cama
y hundo la cara en la almohada
alguien grita que hay teléfono para mí
no quiero atender
quiero ir a bailar y necesito saber fumar
pienso en tres personas que me gustan
al mismo tiempo
de repente me quedo dormido:
el sueño alivia
la gravedad de los asuntos
es que yo estuve
de novelita todo el día
y a vos esas cosas
no te caben
lo tuyo es más del orden
de la joda
del sexo de la droga
el problema es que no sabés
que también hay novelitas sobre eso.
me gustaría que el viernes a la noche
vengas a casa
nos sentemos en el balcón
usemos las sillas de plástico blancas
y hasta apoyemos los pies en la baranda
(podríamos estar descalzos
o en medias) que prendamos un porro
me gustaría vos demores en devolverlo y después
nos pongamos un poco más calientes:
en vez de estar sentados vos
estés acostado en el piso
boca arriba y yo
sobre vos boca abajo
mordiéndote la oreja
me gustaría que digas
esos ruiditos tipo ahh
ahí nano… mmm y de vez
en cuando esos otros
más del estilo aii
cómo te quiero.
sacarte la remera me gustaría aunque vos
te quejás de la cerámica
fría sobre tu espalda caliente
y proponés entonces
ir al cuarto
igual no llegaríamos porque antes
vos ibas caminando adelante
y cuando pasamos por el living
estratégicamente calculo cómo taclearte
para en vez de sacarte el jean en el cuarto
sacártelo en el sillón
después pedimos helado
(y vas a cantar pri no vestirte
para abrirle al chico del delivery).
el sábado a la mañana me gustaría
nos despertemos a las nueve
tengamos sexo veinticinco minutos y después
vos te vayas a trabajar todo el día.
una remerita rosa
gastada y mangas cortas
en el pecho
la inscripción seven up
con su loguito
y el cuello redondo
comido en exámenes
cuando usaba esa remera
rosa de seven up
pero ahora
sería casi como usarte a vos
y los dos sabemos
a veces mejor
una botellita de sprite.
quiero agradecer a todos mis amigos
a todas las personas que me son de modelo
en actitudes, costumbres, comportamientos
creo que soy un rejunte
de lo que me gusta de tal, de la costumbre de aquel
busco que mi cuarto se sienta como la casa de uno
que a la tarde haya el silencio y la tranquilidad que hay en lo del otro
o que mi mano tiemble cuando leo, igual que le pasa a la de ese.
a veces, cuando no sé qué hacer
pienso en lo que haría alguno, en lo que estará haciendo
y hago eso mismo. me siento acompañado, seguro
si mis amigos lo hacen.
pero acá el calor es tal
que por la tarde bajamos el toldo
la luz del sol rebota
en la cara externa del plástico.
la casa
cubierta en la sombra del verano
permanece fresca todo el día.
igual nieva en algún lugar
tiene que estar nevando
en un camino rural de canadá
donde un camión transporta botas y zapatillas
y el conductor piensa
al observar inmensa
una planicie blanca
cuyo fin es el horizonte
o acaso alguna nube demasiado baja
(niebla)
“¡qué lindo es mi trabajo!”.
¿soy importante
en la vida de otro?
¿sonríe alguien
si recibe un mail con mi nombre?
estaba en una fiesta
y sentí que vos también.
apoyo sobre la mesa una serie de pensamientos
que últimamente andan perturbándome
tengo la intención de hablarles
preguntarles cuáles son sus propósitos
hasta cuándo me piensan acompañar
pero
me distraigo mirando por la ventana
y la vida me parece asombrosamente bella
los días alentadores, no hay dudas
mi futuro es prometedor y los problemas
los problemas quedaron a un lado
aunque siguen sobre la mesa
un astronauta que está en el fondo del mar
piensa en un mono y un volcán
el mono no piensa en nadie, sólo se mueve
a través de un bosque en dirección al volcán
sólo hoy los pájaros
regalan un vuelo especial:
planean en raras formas curvas
mientras la orquesta
hace su último ensayo.
El viento trae a mi balcón
tanto el olor de la lluvia
como las notas que los músicos
ajustan en sus instrumentos.
Ahora
la orquesta suena en su esplendor
para ningún público
más que el monumento, los bosques
y el río
algo más allá.
Estar rodeado de cosas tranquilas
una mesa pequeña
redonda y con patas en forma de cisne, sobre la cual apoyar
como quien dice, el televisor.
La forma en que alguien usa la palabra oíme
cien pesos en billetes de diez
abrazados uno sobre otro sobre otro sobre uno
todos juntos doblados a la mitad
la luz de un estadio de fútbol, la penumbra que provoca
el sector tribuna visitante.
Una botella de cerveza Santa Fe
una etiqueta de cerveza Santa Fe
un cartel de cerveza Santa Fe en un estadio de fútbol
de un equipo de Santa Fe, Unión,
un vaso lleno.
La luz de un estadio de fútbol
y la que se refleja en lo demás.
Voy a pensar toda la noche
en la boca de algunos jugadores de fútbol.
En el brillo de los labios
en los dientes asomando.
Voy a pensar en cómo respiran,
agitados, cuando son reemplazados por un compañero.
Voy a pensar en ellos toda la noche
porque los veo volviendo a casa
en el coche cama atravesando las rutas del interior.
Voy a pensar en las bocas, en las piernas
en los dedos de las manos.
Es lo menos que puedo hacer por ellos.
Con qué limpieza
con qué claridad
la selección portuguesa
arma y resuelve la jugada del contraataque.
Efectiva, fluida
la pelota pasa, vía aérea,
de un lado al otro del campo.
A velocidad ideal, suficiente para que no la alcance el rival
justa para que el director de cámara
evite hacer un cambio brusco.
En el espectador la jugada provoca placer.
La imagen es limpia, la táctica inteligente.
No hay, en ese momento, ninguna otra preocupación.
El ruido que le hace la cabeza contra el cemento
al que cae en la corrida.
Los que lo pasan por arriba y un policía
retrocede sin gorra.
Un chico mirando con la nariz rota,
y la luz de los demás, la de los que no la reflejan.
Da el sol en los últimos escalones
de la bandeja alta del Monumental.
Miro el partido de reserva, manso
sentado con las piernas estiradas
dejando caer la tarde sobre el estadio,
todavía semi vacío.
Alguno grita algo, del otro lado contestan
desborde del 7 de River
termina en nada. Esto es lo que pasa.
Un pibe cuelga la bandera, se descuelga él
del alambrado
y queda hablando con otros.
El sol dibuja formas en la platea del costado,
qué lindo día para ver un partido de fútbol
En mi mente calculo posibilidades, jugadores, variantes
todo parece indicar que el resultado va a ser una desgracia.
Parado en la esquina
abajo de la lluvia, pegado contra la pared
la luz de un policía rubio me mira de reojo.
Una botella de cerveza Santa Fe
(y la luz fuerte del sol de la tarde, horizontal, naranja)
una etiqueta de cerveza Santa Fe
(humedecida a la luz del sol del litoral, fuerte)
un cartel de cerveza Santa Fe en un estadio de fútbol
de un equipo de Santa Fe, Unión
(iluminados, el cartel, el estadio, por la luz fuerte del sol sobre Santa Fe)
y al sol un vaso lleno (hace tanto calor, es tan fuerte el sol
a esta hora de la tarde, en Santa Fe, en el litoral, acá las calles
son de polvo)
y yo, que estoy borracho, sentado a la luz del sol, esperando
que todo lo que nunca voy a tener
me deje, de una vez, bajo el sol
tranquilo.
Me alejo de la casa y sobre el pasto quedo tirado, con el anotador en la mano. Voy a sacar una foto del fin de semana del tigre, me digo a mí mismo; pero cuando alzo los ojos para verte ya no hay nadie, sólo alguien que termina de irse.
Puedo quedarme horas al sol o más al costado, abajo de algún árbol que sea que haya y si es que no hay me refresco en el río. Pero así, mientras uno pueda seguir diciendo acá todavía da el sol todas las tardes, acá todavía nos quedamos sentados en ronda como indios o como nos decían que hacían los indios, acá todavía se comparten algunas cosas y las que no se pueden se intentan no decir.
Y es que siento como si ahora si quisiera agarro abro un ventanal camino por el pasto del jardín y me tiro a una pileta. Pero otra cosa que me gusta es quedarme adentro de la casa a la mañana mirando por la ventana cómo va subiendo el sol en el cielo.
Después hubo una tarde en que me di cuenta del truco. Estoy escribiendo un libro, me dije, un libro sobre lo que está pasando pero más todavía sobre lo que hubiese querido que estuviese pasando. Lo que estaba haciendo era decir agarro y escribo un libro sobre el fin de semana del tigre, si no puedo le saco una foto y si eso tampoco, intento hablarlo con mis amigos.
El ruido que hacen las estrellas a la noche toda abierta, increíble. El ruido de un bote a motor avanzando en alguna parte del río. Tres pibes caminando por el medio de la calle. Uno es mi mejor amigo de la escuela Aníbal Julián, pero le decíamos Caníbal.
Ahora me animo a andar con remeras de las bandas que me gustan.
Hagamos la cuenta de todo lo que dijimos cuando estábamos fumados más todo lo de cuando estábamos enamorados menos todo lo de cuando estábamos enojados.
Pasa una avioneta bastante alta en el cielo. Todos nos juntamos en un punto del jardín donde parece que se escucha mejor y de a poco, de a grupo, nos vamos moviendo con los cuellos estirados para ver mejor el cielo, la avioneta, las nubes que ahora se la tragan, siete pájaros que son puntos negros inquietos; lo que sigue es un viento como cuando decían “Si viene un viento” que agita las copas de los árboles.
Y la tarde fue exceso. Había sol en todas partes, uno se puso con la guitarra y crecieron flores más fuertes que ayer. Le dije “Pibe, ¿todo bien?”; me dijo “Sí”; eso fue todo.
Uno que mira al cielo para tener sol en la frente. Energía, dice, energía. Es el Pibe de Oro.
Me alejo de la casa y sobre el pasto quedo tirado, con el anotador en la mano. Voy a sacar una foto del fin de semana del tigre, me digo a mí mismo; pero cuando alzo los ojos para verte ya no hay nadie, sólo alguien que termina de reírse.
Eras el Pibe de Oro. Brillabas todo el tiempo en todo lo que hacías y decías. Eras el Pibe de Oro que andaba de acá para allá con el Perro de Oro atrás. De cartón, decías; de oro, te decía; de hojalata; no, pibe, de oro. Eras el Pibe de Oro y abajo tuyo el pasto se aplastaba como nosotros. Si te daba el sol, relucías. Si no te daba, parecía que lo habías guardado: brillabas. Tenías las manos tranquilas, la forma de moverlas. Hablabas poco, o mejor dicho, hablabas corto. Pero eras el Pibe de Oro y todo lo que decías era de oro.
El paso de un día no se medía. Podíamos hablar de unidades pero más abarcadoras. Como el tiempo que tardábamos en encontrar la siguiente posición cómoda de la tarde. Esta fue junto al río con medias en los pies porque el sol ya no calentaba tanto y subía una humedad de alguna parte. El que tuvo la guitarra se había vuelto, quedamos de a dos hasta que no hubo sol y el ruido de las estrellas a la noche toda abierta, increíble, nos mostró el camino a la casa de nuevo.
Parece una avioneta alta en cielo. Pero es el ruido de un bote a motor avanzando en alguna parte del río. Tu perro echado alza la cabeza, mira, vuelve a acomodar el hocico en el espacio entre las dos patas de adelante estiradas y, cómodo, deja que se le cierren los ojos. Parece que disfruta. No parece, decís, disfruta.
Ahí pasa el Pibe de Oro y una cuadra más atrás su Perro de Oro, que lo sigue a todas partes por el barrio.
Uno parecía muerto, el otro miraba para un lado y la perra para el otro. Ninguno quería pero al fin se fueron hundiendo en el barro como decir casi hasta las rodillas.