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La emancipación de la mujer

o el testamento de una paria

FLORA TRISTÁN

Traducción y notas de

Julie Delabarre

La emancipación de la mujer

o el testamento de una paria

Primera edición, 2019, del original, publicado en 1845,

L’émancipation de la femme ou le testament de la paria

De la traducción:

© Julie Delabarre

Diseño de portada:

© Sandra Delgado

© Editorial Ménades, 2019

www.menadeseditorial.com

ISBN: 978-84-120006-8-9

FLORA TRISTÁN,

GÉNERO Y CLASE

La vida de la francesa Flora Tristán (1803-1844), escritora, filósofa socialista y una de las grandes pioneras del feminismo del siglo xix, resulta tan trepidante que incluso nos sería posible enmarcar muchas de sus experiencias y reflexiones en plena época actual. No solo la vigencia de sus pensamientos es aplicable a día de hoy, también descubrimos en su biografía una resolución y una fuerza de voluntad determinantes a la hora de superar los numerosos obstáculos que hubo de enfrentar.

Si bien Flora tenía ascendencia peruana y aristócrata por rama paterna, las dificultades se presentaron en su hogar desde bien temprano: la muerte de su padre, cuando contaba únicamente cinco años de edad, las dejó a su madre y a ella en una situación de pobreza y miseria que las obligó a trasladarse a un barrio marginal de París y a trabajar desde muy joven en distintos oficios, como el de colorista en un taller de litografía. Con apenas diecisiete años sobrevendría otra desgracia y se sucederían las tragedias: forzada por motivos económicos a casarse con André Chazal, el dueño del taller, su esposo no tardaría en mostrar su carácter agresivo frente a ella y sus tres hijos, uno de los cuales moriría muy pequeño. Debido a la violencia de su marido y los malos tratos sufridos, Flora huye con veintidós años de su hogar llevándose a sus hijos (la más pequeña, Aline, sería la futura madre del pintor Paul Gauguin). Chazal, acosador incansable, les persiguó durante meses y llegó incluso a intentar asesinar a Flora disparándola en plena calle. Acusado de intentar violar a su propia hija, finalmente es condenado a veinte años de trabajos forzados y Flora, separada ya legalmente de su exmarido, emprende una vida errante con los niños hasta que acaba instalándose en Perú, dispuesta a comenzar una nueva vida independiente pese a que su doble condición de hija natural y esposa separada la redujo a la marginal condición de «paria», como le gustaba denominarse. Allí, en el continente americano, Flora escribió un diario de viajes relatando sus experiencias en Perú, que se publicó en 1838 bajo el título de Peregrinaciones de una paria.

De regreso a Francia, Flora comenzó una incansable lucha por los derechos de las mujeres y la clase trabajadora. En su campaña a favor de la emancipación femenina y la dignidad del proletariado planteaba la necesidad de unir a los trabajadores de ambos sexos a nivel internacional, dentro de la línea de pensamiento del socialismo utópico. Sus vivencias y reflexiones confluyen finalmente en la publicación, en 1843, de su programa socialista L’Union Ouvrière (La unión obrera), en donde clama por la necesidad de los trabajadores de organizarse y aboga por su «unidad universal». Su denuncia a la situación de los obreros y sus míseras condiciones de vida es una constante en la obra, así como la arenga a organizarse y actuar en interés de su propia causa: «Obreros, vuestra condición en la sociedad actual es miserable, dolorosa: con buena salud, no tenéis derecho al trabajo; enfermos, lisiados, heridos, viejos, tampoco tenéis derecho a la hospitalización; pobres, faltos de todo, no tenéis derecho a la limosna, porque la mendicidad está prohibida por la ley». Se convierte así en la primera mujer en hablar del socialismo y de la lucha de clases, y a ella se le atribuye la autoría de la consigna: «¡Proletarios del mundo, uníos!». El mismo Karl Marx, de cuya biblioteca personal formaban parte los libros de Flora, reconoció su carácter de «precursora de altos ideales nobles», y Engels escribió en el texto La Sagrada Familia una encendida defensa de la feminista comunista Flora Tristán.

La emancipación de los trabajadores, no obstante, debía ir unida a la emancipación de la mujer, que es la mayor paria de la sociedad: «La mujer (la mitad de la humanidad) ha sido expulsada de la Iglesia, de la ley, de la sociedad». En su siguiente obra, La emancipación de la mujer (1845), señala cómo los prejuicios han arraigado entre los obreros hasta normalizarse la idea de la inferioridad de la mujer, y plantea con desolación cómo puede ser llamada incluso esclava, «porque la mujer es, por así decirlo, propiedad del marido». Por eso se debe luchar por la educación moral, material e intelectual de la clase obrera y de las mujeres trabajadoras: proclamar los derechos de la mujer y garantizar a hombres y mujeres la igualdad, la instrucción y las mejoras sociales. La filósofa enlaza así la lucha de género con la de clase, al considerar inseparables la emancipación de la mujer y la liberación de la clase trabajadora: los obreros no pueden librarse de la alienación y la explotación sin tener en cuenta las demandas de la mujer y la conquista de sus derechos.

La emancipación de la mujer no es solo un texto valioso por estas razones, ni por tratarse de un ensayo anticipatorio del moderno pensamiento feminista. No es únicamente un tratado sobre la mujer, el pensamiento socialista y la lucha de clases. Además de todo ello, la autora lleva a cabo una reflexión muy extensa sobre la opresión del ser humano en general, enmarcado en el contexto de la religión, la organización política del Estado, el sistema capitalista y la propiedad. Es pura utopía del siglo xix y es por ello que resulta tan interesante.

El texto, sin embargo, está inconcluso ya que Flora murió antes de poder terminarlo. Después de realizar un incansable trabajo de agitación y concienciación de la clase obrera, después de ser a menudo perseguida por la policía y por la justicia e incluso rechazada por los trabajadores debido a sus ideas feministas, murió enferma de tifus con solo cuarenta y un años, mientras se hallaba en plena gira por el interior de Francia promoviendo sus teorías revolucionarias.

Sirva de homenaje esta traducción realizada por Julie Delabarre, la primera en nuestro idioma, que incluye también las palabras a modo de advertencia y conclusión final que le dedicó a su memoria y a su obra el escritor Alphonse Constant.

La emancipación de la mujer

o el testamento de una paria

Flora Tristán

ADVERTENCIA

Nos burlamos, quizá con algo de razón, de los mesías y de los falsos dioses de nuestra época; por tanto, al publicar este Testamento de una paria no pretendemos presentar a Flora como una profetisa o una iluminada.

Sin embargo, esta mujer creyó en sus ideas hasta su muerte; se consagró primero a la clase obrera en su conjunto, pero luego quiso trabajar por la renovación de la humanidad mediante la emancipación moral de la mujer, y es por ello que, en silencio, se consagró a un libro repleto de pensamientos valientes y generosos, que se debía de publicar tras su muerte. No contiene este libro una nueva doctrina, y, no obstante, no dudamos en situarlo entre las más profundas obras de nuestra época palingenésica; es el adiós de un hermoso genio incomprendido; es, en conclusión, el último canto del alma creyente y sacrificado que los antiguos habían dotado de tanta melodía, bajo el emblema del canto del cisne.

Todos aquellos que aprecian la memoria de los amigos del pueblo, todos los hombres del futuro, todas la mujeres que sienten la dignidad de su sexo en las prerrogativas de la madre leerán con gran interés este libro.

Probablemente, encontraremos un poco de aquel entusiasta desorden y aquella hiperbólica exageración comunes a las almas ardientes; ¿acaso no tuvieron los santos católicos sus pías exageraciones?

Probablemente, las recriminaciones de Flora contra la sociedad que tanto la hizo sufrir son un poco vehementes y amargas; los bienaventurados se lo perdonarán y los desafortunados la entenderán. En cuanto al orden social, no por ello dejará de ser el mismo mientras que Dios lo quiera.

Por lo demás, aunque fuera por curiosidad, es probable que esta publicación tenga éxito. Entrego, pues, al público, la tarea que se me encomendó; solamente he prestado mi redacción a Flora en las partes donde sus notas me incomodaban o me dejaban dubitativo, pero siempre según sus tradiciones verbales.

Es, en pocas palabras, su pensamiento y no el mío que someto al escrutinio de la opinión; pues, en mi juicio, ¡estoy cansado de tener pensamientos que no comparte nadie, y me retiro de una liza en la que creo haberme batido con dolor y generosidad, aunque sin apoyo ni gloria, para acabar muriendo en la sombra rezando sobre los sepulcros de los nobles corazones olvidados y conversando con las almas de los que amaron sin esperanza y que profirieron palabras sin eco!

Alphonse Constant

LLAMADA A LAS MUJERES

de cualquier rango, de cualquier edad,

de cualquier opinión, de cualquier país

¡Mujeres!

Vosotras, cuya alma, corazón, espíritu y sentidos están dotados de tal impresionabilidad que tenéis, a vuestro pesar, una lágrima por cada dolor, un grito por cada quejido, un arrebato sublime por cada acción generosa, una abnegación por cada sufrimiento, una palabra de consuelo por cada afligido; mujeres, vosotras, devoradas por la necesidad de amar, de actuar, de vivir; vosotras que buscáis en cualquier parte un propósito a aquella ardiente e incesante actividad del alma que os aviva y os socava, os carcome, os mata; mujeres, ¿permaneceréis en silencio y siempre apartadas, cuando la clase más numerosa y útil, vuestros hermanos y hermanas los proletarios, los que trabajan, sufren, lloran y gimen, vengan a pediros, implorando con las manos, que les ayudéis a salir de la miseria y de la ignorancia?

Mujeres, La unión obrera ha puesto sus ojos sobre vosotras: entendió que no podría encontrar auxiliares más dedicadas, más inteligentes, más fuertes. Mujeres, La unión obrera tiene derecho a vuestra gratitud. Fue la primera en reconocer desde el principio vuestros derechos. Hoy, vuestra causa y la suya se han convertido en causas comunes. Mujeres de clase alta, vosotras que sois instruidas, que gozáis del poder otorgado por la educación, el mérito, el rango, la riqueza; vosotras que podéis influir sobre los hombres de vuestro entorno, sobre vuestros hijos, criados y vuestros subordinados los trabajadores, prestad vuestro potente amparo a los hombres que no tienen más que la fuerza del número y del derecho de su lado. A su vez, los hombres de brazos desnudos os prestarán su apoyo. Os oprimen las leyes, los prejuicios; UNÍOS a los oprimidos, y, mediante esta legítima y santa alianza, podremos luchar legalmente, lealmente contra las leyes y los prejuicios que nos oprimen.

Mujeres, ¿qué papel desempeñáis en la sociedad? Ninguno. Pues bien, si queréis vivir dignamente vuestra vida, dedicadla al triunfo de la más santa de las causas: la unión obrera.

Mujeres que sentís en vuestras carnes el fuego sagrado llamado fe, amor, dedicación, inteligencia, actividad, sed predicadoras de La unión obrera.

Mujeres escritoras, poetisas, artistas, escribid para instruir al pueblo, y que la unión sea la letra de vuestros cantos.

Mujeres ricas, acabad con todas aquellas frivolidades de vestimenta que suponen enormes sumas de dinero y sabed emplear con más utilidad y magnificencia vuestra riqueza. Haced donaciones a La unión obrera.

Mujeres del pueblo, haceos miembros de La unión obrera. Comprometed a vuestras hijas y a vuestros hijos a inscribirse en el libro de la unión.

Mujeres de Francia, de toda la tierra, enorgulleceos, alta y públicamente, de ser defensoras de la unión.

¡Oh! Mujeres, hermanas nuestras, ¡no hagáis oídos sordos a nuestra llamada! Venid a nosotros, necesitamos vuestro socorro, vuestra ayuda, vuestro amparo.

Mujeres, es en nombre de vuestro sufrimiento y del nuestro que os pedimos vuestra cooperación en nuestra gran obra.

(Extracto de La unión obrera, 3ª edición)*


* La unión obrera, escrita por Flora Tristán y publicada en 1843, fue una de las obras pioneras en la lucha por la organización de la clase obrera en Francia y, especialmente, de las mujeres trabajadoras.

PRÓLOGO

¿Qué habrá que hacer para conmover a esta generación corrupta? ¿Hasta dónde habrá que clavar el hierro para encontrar carnes vivas dentro de aquella gangrena putrefacta?

En nombre de quienes sufren, en nombre de quienes tienen hambre, en nombre de quienes asesinan lentamente, en nombre de quienes se venden por un trozo de pan embarrado, en nombre de quienes, al igual que los más inmundos animales, están forzados a enfrentarse en las cloacas del crimen por un miserable sustento.

En nombre de las pobres mujeres a las que ponen precio cual carne para alimentar la depravación en las carnicerías de la prostitución y que llaman mujeres de vida alegre, ya que, al igual que los réprobos de Dante, se helaron para siempre las lágrimas de sus ojos y la rabia del dolor les hace, a veces, reír lamentablemente.

En nombre de las inocentes víctimas del inmoral tráfico de un matrimonio concertado, que, vestidas de blanco y engalanadas con flores cual víctimas en la Antigüedad, son llevadas al altar para que un soltero por obligación de su irónica bendición a su suplicio, todo ello porque un honorable padre y una supuestamente virtuosa madre las han condenado, por unas pocas monedas, a la tortura que inventó Mezentius, el abrazo de un cadáver.

En nombre de los padres y madres cuyo Moloch social devora a los hijos, en nombre de los hombres mutilados y envenenados, en nombre de las mujeres a quienes arrancaron el corazón y que no se atreven a quejarse, en nombre de los niños destrozados, a quienes aplastan la cabeza para que no tengan ni corazón ni pensamiento…