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Gómez-Cáceres, Sarai Andrea

“Hacer invivible la república”: Reflexiones en torno a la figura de Laureano Gómez Castro/Sarai Andrea Gómez-Cáceres, Clara Victoria Meza Maya y Fredy Leonardo Reyes Albarracín, Bogotá: Universidad Santo Tomás, 2018.

140 páginas; Ilustraciones,

Incluye referencias bibliográficas (páginas 133-137)

ISBN 978-958-782-127-7

E-ISBN: 978-958-782-128-4

1. Participación política-Actividad política 2. Discurso político 3. Poder (Ciencias sociales) 4. Oratoria política 5. Violencia-Historia-Colombia. 7. Representación política. 8. Derechas (Política)-Historia-Colombia 9.Violencia-Historia-Colombia. 10. Conflictos armadosI. Universidad Santo Tomás (Colombia).

CDD 324.09 CO-BoUST
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© Sarai Andrea Gómez-Cáceres, Clara Victoria Meza Maya y Fredy Leonardo Reyes Albarracín

© Universidad Santo Tomás

Ediciones USTA

Carrera 9 n.º 51-11

Bogotá, D. C., Colombia

Teléfonos: (+571) 587 8797, ext. 2991

editorial@usantotomas.edu.co

http://ediciones.usta.edu.co

Coordinadora de libros: Karen Grisales Velosa

Corrección de estilo: Lilia Carvajal Ahumada

Diagramación: Emilio Simmonds

Impresión: DGP EDITORES S.A.S.

Hecho el depósito que establece la ley

ISBN: 978-958-782-127-7

E-ISBN: 978-958-782-128-4

Primera edición, 2018

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio, sin la autorización expresa del titular de los derechos.

Tabla de contenido

PRESENTACIÓN

ECOS Y VOCES DEL PASADO RECIENTE: ENTRE LA AMNESIA Y EL ACTIVISMO SOCIAL

¿Memoria o historia? Un debate distinto

Recuerdos del pasado para una historia personal

Los discursos de Laureano Gómez Castro como acervo del pasado

VOCES DEL PASADO QUE RETUMBAN EN EL PRESENTE

Caracterización del discurso político

Ecos y resonancias

Ratificaciones, contradicciones y confusiones

LAUREANO GÓMEZ: VIOLENCIA Y RELIGIOSIDAD

Antecedentes

Laureano, el personaje

El significado de la violencia para Laureano Gómez

La tradición maniquea de la Iglesia

El nacionalismo católico de Gómez

La política del blanqueamiento

REPRESENTACIONES LITERARIAS DE LA FIGURA DE LAUREANO GÓMEZ

Análisis contextual del cómic La gran mancha roja

Análisis de la obra literaria Viento seco

Análisis de la obra literaria La metamorfosis de Su Excelencia

A modo de cierre

INTERROGANTES SOBRE EL PROGRESO DE COLOMBIA

I. Elementos constitutivos de la nacionalidad

II. El territorio

III. Verdaderas tierras de humanidad

IV. El problema etnológico

V. No podemos darnos el lujo de la ineptitud

REFERENCIAS

Presentación

Producto de las conversaciones entre el gobierno del presidente Juan Manuel Santos con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (Farc-ep), surgió, como parte de los puntos acordados en la negociación, la iniciativa de crear una Comisión de Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, concebida como un escenario esencial para revisar, discutir y estudiar, entre otros aspectos, acontecimientos del pasado reciente asociados a las múltiples y yuxtapuestas expresiones de violencia que integran lo que en Colombia denominamos conflicto armado interno. Esta Comisión de la Verdad, como ha sido presentada mediáticamente, sería fundamental para catapultar y legitimar el proceso de negociación en un horizonte de transición política y social.

Eludiendo el debate epistémico y político respecto a los alcances que un instrumento de esta naturaleza puede tener para alcanzar aquello que denominamos como “verdad”, el trabajo de la Comisión volvería sobre episodios y actores de un pasado reciente para construir nuevos sentidos, a partir de los cuales se configure una nueva comunidad que, siguiendo a Anderson (1993), se imagine cohesionada en torno a la paz, la reconciliación y el perdón.

No obstante, leer el pasado genera incertidumbre, porque en esa imaginación social del porvenir que deviene de la transición (Castillejo, 2017, p. 6), a algunos actores les preocupa cómo sus actuaciones van a quedar registradas en la memoria histórica que emerge de instrumentos como los grupos de memoria histórica o las comisiones de la verdad. Este tipo de escenarios, que se caracterizan por despojarse de cualquier dimensión jurídica, tienen la tarea de volver a los eventos del pasado para tratar de explicar, desde una perspectiva política, jurídica y social, los factores estructurales que posibilitaron la emergencia de expresiones de violencia que han definido la vida del país en las últimas décadas. Por lo mismo, los trabajos sobre el pasado no resultan ni cómodos ni convenientes para todos.

Para demostrar el argumento en el contexto colombiano, basta recordar la polémica que desató el informe de los catorce académicos de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas, presentado en la mesa de negociación de La Habana. Igual ocurrió cuando el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) publicó el informe ¡Basta ya! (2013). Situación similar se vivió en 1962, cuando Eduardo Umaña Luna, monseñor Germán Guzmán y Orlando Fals Borda publicaron La violencia en Colombia, que narró los horrores de la matanza partidista de mediados de siglo xx, discutiendo, además, el informe de la Comisión Nacional Investigadora de las Causas y Situaciones Presentes de la Violencia en el Territorio Nacional, que creó en mayo de 1958, a través de una Junta Militar, el primer gobierno del Frente Nacional (Jaramillo, 2012, p. 35).

Más recientemente, a mediados de 2015, semanas después del anuncio de la creación de la Comisión de la Verdad, en el marco de un debate radial en el que participaban, entre otros, León Valencia Agudelo y Miguel Gómez Martínez1, tuvo lugar una discusión que muestra la incomodidad que suscita este tipo de temas. El primero es un reconocido analista y consultor político que, no obstante, lleva a cuestas su pasado como comandante guerrillero de un grupo disidente del Ejército de Liberación Nacional (la Corriente de Renovación Socialista), desmovilizado en los acuerdos de paz de 1994, durante la presidencia de César Gaviria Trujillo; el segundo, economista y político conservador, es sobrino del inmolado Álvaro Gómez Hurtado y nieto de Laureano Gómez Castro, a quien se podría catalogar como un “delfín” que hereda la tradición de uno de los apellidos más ilustres del conservatismo colombiano.

La disputa se inició cuando León Valencia señaló la importancia de que la Comisión de la Verdad establezca y determine las responsabilidades políticas e históricas de aquellos que promovieron la violencia y la guerra en el pasado reciente, aludiendo de manera directa a Laureano Gómez Castro como el principal gestor en la promoción de la violencia partidista de mediados del siglo pasado o la guerra civil no declarada, como la definió el historiador estadounidense James Henderson (1984). La aseveración estuvo precedida por reconocer que él —León Valencia— también fue responsable de la violencia en su condición de insurgente alzado en armas y desmovilizado, siendo un imperativo el colaborar con la Comisión de la Verdad en el propósito de esclarecer los hechos2. La reacción de Miguel Gómez Martínez fue asumir el señalamiento como una acusación personal:

¿Yo debería estar en la cárcel?… Usted no me acuse a mí de nada, usted no tiene pruebas para acusarme de nada, yo no he cometido ningún delito, yo no he violado el Código Penal, usted sí lo ha hecho, a mí no me venga a enrostrar nada…

Aunque León Valencia insistió en señalar que la Comisión de la Verdad no tiene un carácter judicial sino histórico (argumento explicado con suficiencia en el marco del mismo debate por el exfiscal Alfonso Gómez Méndez), la postura de Gómez Martínez fue eludir cualquier posibilidad de llevar la discusión al terreno de lo histórico o, mejor aún, de la ya instalada/legitimada noción de la memoria histórica.

En la polémica también intervino Juan Gabriel Uribe —abogado, periodista y político conservador, para la época director del periódico El Siglo, cuyo fundador precisamente fue Laureano Gómez Castro—, para agregar un elemento aún más controversial:

Aquí el principal mártir se llama Álvaro Gómez Hurtado, cuya impunidad en el crimen de Álvaro Gómez Hurtado hemos padecido veinte años, para que usted venga a decir que Álvaro Gómez Hurtado es el responsable de la violencia de este país…

Para el panelista, entonces, la familia Gómez, representada en la figura del emblemático Álvaro, debería recordarse como víctima de la violencia en Colombia. En síntesis, muchos —por no decir la mayoría— optarían por la opción política de un punto final que, traducido metafóricamente en olvido, no pretenda leer el pasado.

En ese contexto, este libro presenta los resultados obtenidos en el desarrollo de la investigación Expresiones de la violencia: análisis narrativo de la figura de Laureano Gómez Castro3, la cual centró su objetivo en estudiar las narraciones y los sentidos que en torno a la figura de este controvertido líder político conservador se configuran en distintas materialidades mediáticas (audiovisuales, discursos, cómics y textos periodísticos, literarios y eclesiásticos), entendiendo que se trata de uno de los principales protagonistas de una hegemonía política que, a mediados del siglo xx, desplegó una espiral de distintas expresiones de violencia que aún marcan la historia política y social del país.

El libro se estructura en cuatro capítulos, aderezados, a manera de epílogo, con uno de los textos más controvertidos y polémicos escritos por el líder conservador —”Interrogantes sobre el progreso de Colombia”—, conferencia ofrecida por Laureano Gómez el 5 de junio de 1928.

El primer capítulo vuelve sobre las discusiones entre comunicación y memoria, tensionando la idea respecto a que una de las tantas crisis que experimenta el despuntar del siglo xxi se configura en la amnesia colectiva que padecen las sociedades contemporáneas (Huyssen, 2014, p. 22) —una especie de peste del olvido, como lo inmortalizó García Márquez en Cien años de soledad—, y se acompasa con el incesante interés por adelantar ejercicios de memoria entre distintos grupos sociales con el ánimo de encontrar en el pasado la base de la reconstrucción de sentidos que posibiliten agencia en torno a reivindicaciones sociales y políticas. De igual modo, el capítulo reflexiona sobre la memoria como archivo para volver sobre las relaciones entre esta y la historia y destacar que si bien los ejercicios de memoria reivindican la subjetividad a través de unos recuerdos cuyas narrativas siempre serán legítimas y válidas —no hay memorias equivocadas (Portelli, 1989)—, también es importante rastrear evidencias que soporten la reconstrucción de un pasado que en últimas busca que ciertas realidades sean inteligibles.

El segundo capítulo toma cinco textos escritos por Laureano Gómez y analiza los ecos que el ideario laureanista tiene en los postulados de uno de los dirigentes más influyentes y representativos de la política nacional en el despuntar del siglo xxi: Álvaro Uribe Vélez. El análisis trasciende la idea de considerar dichos textos como parte de un acervo histórico valioso que posibilita acceder al pasado reciente del país, entendiendo que las palabras y posturas doctrinarias de Laureano Gómez, escritas y pronunciadas hace más de sesenta años, tienen vigencia en las discusiones políticas contemporáneas por cuanto resuenan y trascienden en la voz de los líderes y dirigentes que ostentan el poder.

El tercer capítulo analiza la figura de Laureano Gómez como el fruto legítimo de la reacción conservadora frente a una república liberal que no logró consolidar un modelo de democracia basado en la justicia, la libertad y el desarrollo económico. Un Laureano Gómez cuyo temperamento hereda los rasgos de la Iglesia combativa de finales de siglo xix y comienzos del xx, impulsada por Pío IX y Pío X, respectivamente. El análisis demuestra que, antes que conservador, Laureano Gómez fue un católico batallador, heredero de una Iglesia misionera cuya tradición se enlaza con las cruzadas y con la Inquisición. Es la Iglesia paulina que concibe la doctrina de la salvación del alma por virtud de un dios salvador y la actividad apostólica como una actividad misionera de difusión de “la verdad”.

El último capítulo analiza las representaciones en torno a la figura de Laureano Gómez en las novelas La metamorfosis de Su Excelencia de Jorge Zalamea y Viento seco de Daniel Caicedo, así como del cómic político La gran mancha roja. El análisis demuestra el rol sustancial que el líder conservador tuvo en los eventos sangrientos que se registraron tras el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, así como una postura doctrinaria que se caracterizó por construir un enemigo interno, el famoso basilisco, encarnado por los representantes tanto del comunismo como del liberalismo.

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1 La discusión se suscitó en junio de 2015 en el programa radial Voces RCN, que dirige el periodista Juan Carlos Iragorri.

2 Aunque no forme parte del presente análisis, también resulta esencial identificar el uso de algunas expresiones al momento de intentar definir ciertas realidades; expresiones que responden a marcos históricos de interpretación específicos. Por ejemplo, en décadas pasadas los integrantes de un grupo guerrillero/insurgente/subversivo eran considerados como alzados en armas o rebeldes, cuyos actos no se dudaba en catalogar como políticos. En la actualidad, a partir de los eventos relacionados con el 11 de septiembre de 2001, los integrantes de los grupos insurgentes son señalados como simples “terroristas” que despolitizan su accionar.

3 La investigación fue financiada por la Unidad de Investigación y la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Santo Tomás durante 2016.

Ecos y voces del pasado reciente: entre la amnesia y el activismo social

En los estudios sobre la memoria como campo de las ciencias sociales resulta obvio afirmar que memoria y olvido son caras de una misma moneda, entendiendo que se trata de operaciones selectivas en las que prevalece con mayor fuerza la incapacidad para retener las experiencias vividas en el tiempo pasado. Y aunque socialmente el olvido está asociado a la pérdida de los marcos que le otorgan sentido (Halbwachs, 2004), es posible pensar que las referencias con los marcos también se disipan cuando, contrario a la pérdida de información, hay sobreabundancia de ella. Es lo que ocurre en un momento histórico —la denominada sociedad de la información—, donde los dispositivos tecnológicos revolucionan los paisajes mediáticos y reconfiguran los ecosistemas comunicativos. El fenómeno fue catalogado por T. Todorov como una amenaza para la memoria que acrecienta el olvido, favoreciendo, además, las estrategias de control por parte de los Estados democráticos:

Arrojados a un consumo cada vez más rápido de información, nos inclinaríamos a prescindir de ésta [la memoria] de manera no menos acelerada; separados de nuestras tradiciones, embrutecidos por las exigencias de una sociedad del ocio y desprovistos de curiosidad espiritual así como de familiaridad con las grandes obras del pasado, estaríamos condenados a festejar alegremente el olvido y a contentarnos con los vanos placeres del instante… Por tanto, con menor brutalidad pero mayor eficacia… los Estados democráticos conducirían a la población al mismo destino que los regímenes totalitarios, es decir, al reino de la barbarie (Todorov, 2005, pp. 20-21).

Recuerda A. Huyssen (2014, pp. 17-18) que T. W. Adorno comenzó a explorar la amnesia como enfermedad terminal de la cultura capitalista en su estudio Sobre el carácter fetichista de la música y la regresión de la escucha, así como en el capítulo sobre la industria de la cultura contenido en Dialéctica de la Ilustración. No obstante, es indiscutible que esa amnesia social se exacerba por el desarrollo tecnológico de los medios de comunicación, con una consecuencia abrumadora: el debilitamiento tanto de la historia como de la conciencia histórica. El escritor colombiano Fernando Vallejo lo sintetizó en términos más coloquiales, pero lapidarios, en su novela La virgen de los sicarios:

La fugacidad de la vida humana a mí no me interesa; me inquieta la fugacidad de la muerte: esta prisa que tienen aquí para olvidar. El muerto más importante lo borra el siguiente partido de fútbol. Así, de partido en partido se está liquidando la memoria de cierto candidato a la presidencia, liberal, muy importante, que hubo aquí y que tumbaron a bala de una tarima unos sicarios, al anochecer, bajo unas luces dramáticas y ante veinte mil copartidarios suyos en manifestación con banderas rojas. Ese día puso el país el grito en el cielo y se rasgaba las vestiduras; y al día siguiente ¡goool! (1994, p. 40).

En ese contexto, se desarrolló un trabajo de corte etnográfico con cuatro grupos de población en Bogotá: 1) uno de treinta y cinco estudiantes de noveno grado pertenecientes al Instituto Educativo Distrital Veinte de Julio, ubicado en la localidad de San Cristóbal; 2) ochenta y cuatro estudiantes de educación superior que se encuentran en la recta final en su formación profesional como comunicadores sociales de las universidades Santo Tomás y Central; 3) quince profesionales de distintas áreas y rangos de edad, y 4) finalmente, adultos mayores que en un número de entre ocho y quince se reúnen usualmente en tiendas de barrio en torno a juegos de azar en la localidad de Engativá1.

Como un ejercicio piloto, el trabajo etnográfico tuvo un común denominador: presentar piezas mediáticas, en especial en formato audiovisual, sobre eventos históricos del pasado reciente imbricados con el conflicto interno armado en Colombia, enfatizando en la violencia partidista de los años cincuenta del siglo pasado, cuando las actuaciones políticas de Laureano Gómez Castro fueron determinantes. El trabajo tuvo como objetivos principales: primero, presentar a los estudiantes de secundaria a Laureano Gómez Castro como figura histórica preponderante en la vida política del siglo xx, y segundo, activar los recuerdos de los participantes a través de las piezas mediáticas, para (re)conocer sus lecturas y sus reacciones frente a estas2.

Metodológicamente, se abrevó del sugestivo y provocador trabajo de Lila Abu-Lughod condensado en el artículo “La interpretación de la(s) cultura(s) después de la televisión” (2006), donde la antropóloga explora la injerencia de la televisión en un pequeño poblado cercano a El Cairo, conocido como Alto Egipcio. La mirada propuesta, que además explicaría en parte el título del artículo, retoma la noción de C. Geertz de descripción densa como método etnográfico que, sin embargo, debe ser recreado para tornarlo pertinente al estudio de las vidas influidas por los medios de comunicación de masas. Ello da pie para que la autora lance fuertes críticas contra aquellos estudios sobre las culturas populares referidos a la televisión, que no buscan una comprensión de la condición humana, como tampoco ofrecen perspectivas profundas de las dinámicas sociales o políticas de comunidades concretas, tareas que en el deber ser constituyen un asunto primordial de los estudios en ciencias sociales.

Parafraseando a Abu-Lughod, dos interrogantes centrales dinamizan el trabajo empírico: ¿son las narrativas mediáticas, entendidas como unidades de análisis en la investigación en ciencias sociales, el obstáculo para comprender la forma como las personas en la vida cotidiana construyen sus sentidos?, y ¿el estatus degradado y la aparente banalidad de muchas de esas narrativas, especialmente las audiovisuales como la televisión o el cine, afectan a aquellos que la estudian? La posición asumida al respecto está en considerar que el trabajo etnográfico brinda las herramientas para comprender el significado de unas narrativas mediáticas omnipresentes en las vidas e imaginarios de las personas del mundo contemporáneo, siendo preponderante ubicarlas en sus respectivos contextos sociales y culturales. En otras palabras, las formas culturales transmitidas por el cine, la televisión y otros medios de comunicación no tienen comunidades obvias ni simples, y la descripción densa permite miradas etnográficas microscópicas que proporcionan elementos para comprender los entramados sociales y culturales —de ahí la alusión clásica geertzniana respecto a que la etnografía estudia en aldeas, pero no estudia aldeas—.

A grandes rasgos, los ejercicios permitieron interpretar que hay un desconocimiento amnésico generalizado frente a los acontecimientos trascendentes del país, incluyendo aquellos episodios relacionados con el líder conservador Laureano Gómez Castro. De igual modo, la etnografía confirmó el carácter inmediatista y referencial de lo que consumen los estudiantes en sus distintos niveles, mediante dispositivos tecnológicos que configuran los ecosistemas comunicativos contemporáneos.

¿Memoria o historia? Un debate distinto

Uno de los debates permanentes en los estudios sobre el campo de la memoria está en la tensión que se configura con la Historia como disciplina de las ciencias sociales. Tradicionalmente, la discusión tiene como punto esencial el carácter subjetivo de la memoria, soportado en unos recuerdos cuyas narrativas siempre serán legítimas, enfrentados a las evidencias fácticas que subyacen al rigor científico del trabajo historiográfico. Desde una perspectiva política, la tensión se zanja considerando que los recuerdos que emergen de los ejercicios de memoria contribuyen al trabajo de la Historia; una postura más radical considera que la historia es una distorsión para la memoria (Osiel, 2000, p. 79).

Ahora bien, retomar la tesis en torno a que vivimos en una época matizada por la inmediatez de la información, que lleva a una amnesia endémica sobre los eventos importantes del pasado, significa reconocer una discusión distinta entre la memoria y la historia por cuanto cabría preguntarse si es atribuible a la memoria o a la historia esa amnesia social y colectiva con que identificamos los tiempos recientes. En otras palabras y apelando a contextos más específicos, ¿es un problema de la memoria, es decir, de los recuerdos activados desde un aquí y desde un ahora, que un escolar no sepa quién fue Laureano Gómez Castro, qué ocurrió el 9 de abril de 1948, quiénes fueron los pájaros o qué fue el Frente Nacional? ¿Por qué atribuirle al campo de la memoria una responsabilidad que atañe más a la historia? ¿Se puede hablar de olvido cuando un estudiante no recuerda un evento del pasado que ni vivió ni del que tuvo referencia a través de narraciones familiares, por ejemplo? ¿Por qué tendría que tener conciencia histórica, política y social frente a ese acontecimiento, si este es ajeno a su historia personal, aunque lo implique socialmente?

El trabajo etnográfico con los escolares del grado noveno del Instituto Educativo Distrital Veinte de Julio evidenció serias deficiencias en lo que respecta a su formación histórica. Aunque no es el interés del presente texto ahondar sobre los lineamientos curriculares que soportan el modelo educativo colombiano, es importante recordar que este se soporta en estándares básicos de competencias para las áreas de Matemáticas, Lengua Castellana, Ciencias y Educación Ambiental. En consecuencia, un primer elemento que llama la atención es que el modelo interrelacionó las ciencias sociales y las ciencias naturales y, con la idea de formar en ciencias, presentó unos mismos estándares educativos. Por otra parte, con la pretensión de ser un modelo holístico que posibilitara que el estudiante tuviera una mayor relación con la sociedad y el medioambiente, una segunda apuesta estuvo en construir la ruta de manera interdisciplinar, aglutinando en el gran marco de las ciencias sociales la Historia, la Geografía, la Política, la Economía, la Antropología, la Sociología, la Psicología, la Lingüística, entre otras disciplinas sociales y humanas. En consecuencia, los estándares buscan lo siguiente:

1. Dar una mirada al individuo en la sociedad y a su relación con el medioambiente a lo largo del tiempo, teniendo en cuenta las diferentes disciplinas que hacen parte de las ciencias sociales: Historia, Geografía, Política, Economía, Antropología, Sociología, Psicología, Economía y Lingüística, entre otras.

2. Asumir las formas como proceden los científicos sociales para buscar conocimientos, comprender la naturaleza cambiante y relativa de los puntos de vista que los sustentan, y entender que son susceptibles de ser interpretados y controvertidos.

3. Asumir los compromisos personales y sociales que los niños, las niñas y los jóvenes adquieren a medida que avanzan en el aprendizaje, la comprensión y la apropiación de las ciencias sociales.

4. Enfatizar en el aprendizaje de los estudiantes sobre su identidad como colombianos, sobre su país en el pasado, el presente y el futuro y sobre la riqueza de la diversidad cultural y la pluralidad de ideas de la que hacen parte y en la que pueden y deben participar (MEN, 2004, p. 8).

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