Mirabeaux, Nadine

El libro de los ángeles. - 1a ed. - Buenos Aires : EBook Argentino, 2012.

E-Book.

ISBN 978-987-648-050-5

1. Angeología. I. Título

CDD 235

El libro de los ángeles

© 2012 Nadine Mirabeaux

© 2012 de esta edición eBook Argentino

Alberdi 872, C1424BYV, C.A.B.A., Argentina

info@pampia.com

www.pampia.com

Director Editorial: José Marcelo Caballero

Coordinadora de edición: Marcela Serrano

Ilustraciónes de cubierta: HM

ISBN: 978-987-648-050-5

Primera edición eBook:Marzo 2012

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida por ningún medio sin permiso del editor.

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Published under the Copyright Laws 11.723 Of The Republica Argentina.

Hecho en Argentina


DEDICATORIA

A mi hija María mi ángel en esta tierra, a mi esposo Lucas quien desde el cielo nos guía como ángel guardián, a todos aquellos que acompañan mi transición en este mundo.

“Cuando ores,

mueve los pies”

Proverbio africano

Índice

DEDICATORIA

Introducción

I – Los ángeles y la Biblia

II – Clasificación y jerarquía

Serafines

Los cuatro arcángeles principales y

III – Testimonios de contactos

Viajar con los ángeles

IV – Cómo contactar

Oraciones al Ángel de la Guarda

Ocho reglas de oro para contactar con los ángeles

La Cábala - Tradición Hebrea

El Árbol de la Vida

Los ángeles y la Cábala

1 – Vehuiah

2 – Jeliel

3 – Sitael

4 – Elemiah

5 – Mahasiah

6 – Lelahel

7 – Achaiah

8 – Cahethel

9 – Haziel

10 – Aladiah

11 – Loviah

12 – Hahaiah

13 – Iezabel

14 – Mebahel

15 – Hariel

16 – Hakamiah

17 – Lauviah

18 – Caliel

19 – Leuviah

20 – Pahalial

21 – Nelchael

22 – Ieiaiel

23 – Melahel

24 – Haiuiah

25 – Nithaiah

26 – Haaiah

27 – Ierathel

28 – Seheiah

29 – Reuel

30 – Omael

31 – Lecabel

32 – Vasariah

33 – Iehuiah

34 – Lehahiah

35 – Chavakiah

36 – Menadel

37 – Aniel

38 – Haamiah

39 – Rehael

40 – Ieiazel

41 – Hahahel

42 – Mikael

43 – Veualiah

44 – Ielahiah

45 – Sealiah

46 – Ariel

47 – Alaliah

48 – Mihael

49 – Vehuel

50 – Daniel

51 – Hahasiah

52 – Imamiah

53 – Nanael

54 – Nithael

55 – Mebahiah

56 – Poiel

57 – Nemahiah

58 – Ieialel

59 – Harel

60 – Mitzrael

61 – Umabel

62 – Iahel

63 – Anauel

64 – Mehekiel

65 – Damabiah

66 – Manakel

67– Eiael

68 – Habuhiah

69 – Rochel

70 – Jabamiah

71 – Haiaiel

72– Mumiah

Los cuatro arcángeles principales y
las antiguas escuelas mágico-cabalísticas

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La concepción antigua y medieval consideraba que el mundo estaba compuesto por cuatro elementos: aire, fuego, agua y tierra y que cada uno de ellos estaba regido por un arcángel, con lo cual la consecuencia era que los arcángeles regían sobre todo lo visible e invisible.

Miguel era considerado el arcángel del elemento Fuego, su punto cardinal era el Sur y los magos cabalistas lo visualizaban vestido de color rojo, con rayos complementarios de tonalidad verde. Su área de acción se vinculaba a la voluntad, el coraje, el entusiasmo, la dirección, la libertad y el valor.

Rafael era el arcángel del elemento Aire y del punto cardinal Este. Los cabalistas lo visualizaban en dicha dirección, sobre el cielo, vestido con una túnica amarilla que, moviéndose a merced del viento que sopla desde atrás suyo, forma pliegos que ostentan un tono purpúreo. Su área de influencia era la sabiduría, la armonía, la comprensión, la fe, la esperanza y la alegría.

Gabriel era el arcángel del elemento Agua. Su lugar era el Oeste y los magos cabalistas lo visualizaban con su brazo derecho extendido hacia el frente y portando en la mano una copa de la que fluye el líquido vital. Su túnica era de color azul, con reflejos naranja. Su esfera de influencia correspondía a las áreas relacionadas con lo sentimental y lo emocional y tenían poder sobre la limpieza, la renovación, el renacimiento y el poder interior.

Por último Uriel era el arcángel de la Tierra y los cabalistas lo visualizan situado al Norte, vestido con los colores ocre, oliva, bermejo y negro y llevando un pentáculo o escudo. Lo consideraban el arcángel encargado de las luminarias y también desempeña funciones de justicia. Influía sobre la estabilidad, la persistencia, la abundancia, la concentración y la disciplina.

Estrellita.jpgÁngeles

Finalmente, los ángeles propiamente dichos, son también mensajeros, aunque de cuestiones menos importantes que los arcángeles. Se dividen en dos grupos: constructores y custodios. Los constructores tienen como misión controlar todo lo referente al éter, al espíritu y a los cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego. Los segundos, esto es, los pertenecientes al grupo de los custodios, se ocupan básicamente de los seres humanos y de su naturaleza. Precisamente, por encontrarse en el escalafón más bajo de la jerarquía celestial y, por lo tanto, más alejados de Dios, son los más cercanos a los seres humanos. Se los representa como simples soldados en túnicas que, eventualmente, portan palmas de triunfo o velas.

Estrellita.jpgEl Ángel de la Guarda

También conocido como Ángel custodio, se trata de un espíritu celestial asignado por Dios para cuidar de manera personal y constante de cada uno de nosotros durante toda nuestra encarnación terrestre. El Padre Creador lo puso a nuestro lado (aunque no podamos percibirlo con la vista) para nuestra protección y salvación; pertenece al noveno coro de ángeles de la tercera esfera (o sea, a los ángeles propiamente dichos) y es nuestro contacto directo con lo más elevado de la Creación.

Toda persona tiene su propio y único Ángel de la Guarda, cualesquiera sean las características de ese individuo. En efecto, independientemente del nivel social, el poder económico, la raza, las creencias políticas o religiosas, el aspecto físico o las dotes intelectuales particulares, cada persona tiene el inmenso privilegio de tener a su lado un ángel que lo acompaña durante toda su vida. Está con nosotros de manera constante, dondequiera que vayamos y cualquiera sea la cosa que hagamos.

Es nuestro guía, colaborador, protector, evangelizador y mediador ante el Padre: se nos asigna desde el momento mismo de la concepción y sólo se aleja de nosotros cuando dejamos esta encarnación terrestre y nuestra alma se dirige a presentarse ante el Creador. Pero, como último servicio, nos acompaña ante el tribunal de Dios, tal como manifiesta la liturgia de la Iglesia en las oraciones, para la recomendación del alma en el momento de la muerte.

Asimismo, cada Ángel de la Guarda es propio y único de cada persona, sin que se repitan ni una sola vez.

Como está con nosotros desde el primer momento de nuestra encarnación terrestre, sabe todo aquello que nosotros también sabemos: qué pensamos, qué sentimos y qué hacemos, tanto cuando nos ven nuestros semejantes como cuando estamos a solas. Pero… también sabe aquello que nosotros mismos tal vez desconocemos: nuestro potencial, nuestras posibilidades, nuestros deseos inconscientes. Por eso, su amorosa presencia y su ayuda resultan fundamentales para hacer florecer nuestros talentos, dejar de lado aquellas cosas o personas que no nos dejan avanzar y traban nuestro camino de evolución personal y encontrarnos a pleno con aquellos individuos o circunstancias que, efectivamente, sí pueden guiarnos y facilitarnos el desenvolvimiento pleno de la vida en distintos planos. Nuestro Ángel de la Guarda es una presencia esencial para entender aquello que no nos animamos a ver de nosotros mismos.

Por todo ello, hemos de tratarle como un entrañable amigo que está siempre en vela dispuesto a ayudarnos.

Pero, además de amistad, también le debemos veneración ya que es una presencia celestial

Funciones del Ángel de la Guarda

Para cuidarnos, esta presencia angélica cumple diferentes funciones. Las principales de ellas son:

• Guiarnos hacia los buenos pensamientos.

• Preservarnos del mal.

• Ayudarnos en nuestro camino de evolución personal

• Colaborar con nosotros en la realización de tareas, tanto en las labores simples como en las complejas.

• Transmitirnos energía.

• Interceder por nosotros ante todo el resto de los ángeles y ante el Padre Creador.

• Advertirnos del peligro.

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III – Testimonios de contactos
angélicos

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A continuación, presento una serie de testimonios de hombres y mujeres que han entablado contacto angélico.

Algunos son breves y escuetos porque la persona en cuestión ha decidido contarlo de esa manera. Otros, son extensos y se detienen en detalles que hacen más vívido el relato.

Algunos de ellos están conformados por palabras sencillas, mientras que otros hacen gala de un lenguaje más elaborado.

Algunos contacto angélicos de los que aquí se relatan se producen de manera “simple” a través de rezos y plegarias (caso de Leonardo) mientras que otros tienen lugar de manera más compleja, tal es el caso de Alejandra, quien descubre a su Ángel de la Guarda en una sesión grupal de contacto angélico.

Unas personas relatan haber visto efectivamente un ángel con aspecto de humano alado, otras lo refieren como una luz potente, mientras que en algunos testimonios la presencia angelical sólo parece percibirse por sus benéficos efectos tales como sanación y cambio energético positivo.

Pero yo no he querido dejar ninguno de lado, por una razón fundamental: cada uno, a su manera, es una prueba de que los ángeles son una presencia real que puede ayudarnos.

Por motivos que hacen al sentido de la discreción y que el lector comprenderá, no he develado el nombre completo de ninguna de las personas que tuvo la amabilidad y generosidad de relatarme su experiencia de contacto angélico.

Un ángel soñado

Mi nombre es Luisa y tuve la fortuna de experimentar varios episodios con mi ángel protector. Yo le había pedido al Padre Creador, a mi señor Jesucristo que me permitiera tener contacto con mi ángel y saber el nombre de él. Se lo había solicitado con mucha fe e ilusión a través de rezos y plegarias. Para darle más fuerza a mi pedido, también realicé algunos rituales propiciatorios.

A los pocos días de comenzar con todo ello, tuve un sueño: en él, alguien a quien yo no veía, pronunciaba un nombre y luego aparecieron unas letras doradas iluminadas por una potente luz blanca. En esas letras estaba escrito el mismo nombre que pronunciaba la voz: Uriel. Así fue que supe el nombre de mi ángel.

A partir de ese momento, cuando me he sentido triste o preocupada, yo le hablo y le pido ayuda. Y nomás dormir, sueño con una gran luz, muy potente, pero que no llega a cegar y que me transmite —de una manera que no sé explicar— ideas, soluciones para mejorar mi vida, para remediar eso que me hace mal o que me preocupa. Yo no sabría con qué palabras él me transmite todo eso. Simplemente lo siento, muy dentro de mí y al despertar tengo otro estado de ánimo y ya sé qué hacer para comenzar a solucionar las cosas.

Luisa

Un ángel que responde preguntas
trascendentales

La primera vez que tuve contacto con mi Ángel de la Guarda, no estaba preparada para ello. Si bien me considero una persona que está en la búsqueda espiritual constante —básicamente a través de lecturas, hasta el momento del encuentro y la “revelación”— lo cierto es que un suceso tan alejado de la búsqueda espiritual “teórica” y tan práctico y concreto, me llenó de asombro.

Había recibido una invitación de mi amiga Marcela para participar de una meditación grupal cuyo propósito era, precisamente, contactar con entidades angélicas. Por aquella época yo trabajaba en el área de servicios informáticos y ese día surgieron complicaciones a último momento, de modo tal que pensé que me sería imposible asistir: el sistema se caía una y otra vez y algunos programas no funcionaban. Sin embargo de un momento para otro, todo se arregló casi mágicamente y en cuestión de minutos. Resultado: pude llegar a la sesión de meditación grupal, pero un poco más tarde de lo acordado.

Cuando llegué había seis personas, entre ellas mi amiga Marcela, que notó mi presencia y con un gesto me indicó que me incorporara silenciosamente al grupo. Se encontraban sentadas en el suelo y ya habían comenzado con los primeros ejercicios de relajación física y mental. Pese a que llegué apurada y en un notable estado de excitación, en cuanto me senté junto a ellos, cerré mis ojos y formé parte de su círculo energético, entré casi de manera instantánea en un placentero estado de relajación. Mi mente y mi espíritu comenzaron a tomar contacto profundo con la música que provenía de un pequeño equipo de música allí instalado: se trataba de una suave y lenta melodía donde se destacaban los violines. Concentrada en esa música, de pronto me visualicé flotando en una nube; me sentí tan relajada y a gusto que comenzaron a correr lágrimas por mis mejillas. Poco a poco, empecé a sentir cómo mi corazón se desbordaba de amor puro y universal y, en un momento dado, visualicé una potente luz blanca con algunos destellos dorados. Gradualmente esa luminosidad fue tomando forma humana, hasta que pude verlo claramente: se trataba de un ser de una belleza increíble y andrógina (esto es, indefinida, entre masculina y femenina), piel muy blanca, cabellos rojizos, ojos turquesas y tenía en su rostro una placidez infinita. Parecía estar vestido por esa luz, que también conformaba sus alas. Recuerdo haberme sorprendido al percibir que sus éstas estaban hechas de luz, ya que en todos los cuadros que yo había visto donde aparecían ángeles, éstos tenían alas de plumas. En ese momento, mientras yo pensaba en la naturaleza de sus alas, este ser al que yo ya no dudaba en calificar de ángel, me transmitió un mensaje telepático que daba respuesta a un cuestionamiento que yo me hacía en forma recurrente por ese entonces: yo había perdido a un amigo muy querido a causa del SIDA y a una hermana apenas mayor que yo víctima de un accidente automovilístico y me inquietaba por demás saber qué era lo que habían encontrado en ese “otro lado”. En ese momento no formulé mentalmente la pregunta. Es más: creo que ni siquiera la tenía presente, pero aparentemente a ese ser le resultaba importante darme una respuesta a un interrogante tan importante. Me dijo textualmente: “No lo olvides: la muerte es hermosa, pacífica y luminosa”. Una vez que hubo dicho la frase, su imagen fue borrándose lentamente hasta que sólo percibí una especie de pantalla blanca.

Continué con los ojos cerrados hasta que minutos después, la voz del guía de la sesión, nos indicó que cuando lo creyéramos conveniente abriéramos los ojos. Fue entonces que nos instó a compartir las experiencias de cada uno y yo relaté brevemente la mía, ya que la emoción más profunda me embargaba y me costaba mucho encontrar las palabras adecuadas para transmitir mi experiencia en toda su importancia.

Fue un momento trascendental, ese encuentro marcó un punto de inflexión, un antes y un después en mi vida Por ejemplo, dejé de sentir temor ante la muerte y surgió en mi un ferviente anhelo de ser útil a los demás en esta vida.

A partir de ese día, sigo comunicándome con mi ángel, a través de meditaciones individuales y oraciones. Pero nunca olvidaré la hermosa forma en que se presentó ante mí aquella tarde del 18 de noviembre de 2003.

Alejandra

Ángeles “enfermeros”

En 1992 me diagnosticaron depresión. Por cierto, yo nunca había sido una persona alegre ni extrovertida. Mi infancia y mi adolescencia fueron períodos difíciles de afrontar ya que suelen ser etapas de gran camaradería entre pares y a mí me resultaba bastante difícil relacionarme con mis compañeros y compañeras. Y la primera época de juventud no fue muy distinta. Sin embargo, a poco de cumplir los 25 años, todo empeoró: una enorme tristeza se apoderó de mí de manera constante, no le veía ningún sentido a empezar un nuevo día y, muchas veces, ni siquiera podía salir de la cama por la mañana. Para colmo de males, no era capaz de hablar de lo que me sucedía. Mis padres, por supuesto, advirtieron el cambio y me llevaron a médicos y psicólogos y el diagnóstico no tardó en llegar: depresión. Estuve en tratamiento, lo cual incluía medicación, pero lo cierto es que no había mejoría a la vista. Yo me sentía profundamente solo y abandonado de la mano de Dios. Por eso, a todo lo narrado se le agregó una profunda crisis de fe, porque sentía que yo sufría cada vez más y que Dios estaba cada vez más lejos de mí.

Entonces llegaron los ángeles. Luego de invocarlos mediante plegarias y oraciones que repetía casi sin fuerzas tirado en mi cama, comencé a sentir su presencia a mi alrededor. No puedo decir que “vi” un ángel en el sentido de que se apareció ante mí un ser con alas. Pero sí puedo asegurar, por ejemplo, que a partir de mis invocaciones, la energía que me rodeaba cambió notablemente. Antes yo sentía una suerte de nube negra que se transportaba conmigo y, en cambio, a partir de mi contacto angélico, percibo el aire como una materia liviana y clara que me infunde energía positiva. Los ángeles también acuden a mí de maneras diversas y se me presentan en cosas concretas. Buscando sosiego acudo a una plaza en la que nunca había estado antes, me siento en un banco y, al hacerlo, me doy cuenta que muy cerca hay una estatua de un ángel. O alguien que es muy amable conmigo en un determinado momento (una vendedora, por ejemplo) lleva en su pecho un prendedor con la imagen de un ángel.

También hubo otras modificaciones relativas a mi enfermedad: a partir del contacto angélico mi proceso curativo ha avanzado notablemente, sin pausa y yo siento que ellos tienen mucho que ver en ello. Siento que con su presencia me cuidan y me protegen y que me auxilian y me inducen a la sanación.

Hoy me siento mucho mejor: tengo ganas de vivir y de luchar el día a día de la existencia. Y sé que los ángeles son, en buena medida, responsables de ello.

Leonardo

Viajar con los ángeles

Hace unos años comencé un camino de búsqueda espiritual consciente. Un tanto cansada del materialismo de este mundo, decidí emprender una serie de aprendizajes y prácticas para vincularme más de lleno con la espiritualidad. Entre los caminos escogidos, estaba el de intentar tener contacto con los ángeles. Para lograrlo y, como debido a lo irregular de mis horarios me resultaba imposible comprometerme a concurrir a un taller de técnicas de comunicación con los ángeles, me decidí por una modalidad autodidacta. Compré una serie de libros acerca del tema, me informé en profundidad y, como consecuencia, comencé a realizar rituales de invocación angélica. Pasaron días y días en los que llevaba a cabo las ceremonias, pero nada en particular sucedía. Hasta que en un momento determinado, el “milagro” sucedió. Estaba en mi hogar meditando muy concentrada cuando apareció ante mí una potente luz con los mismos colores que el arco iris. No pude evitar mirar fijamente hacia ella: su luminosidad y belleza eran tales que atraía de manera irremediable mi mirada. Muy concentrada en esa luz, comencé a sentir cómo mi alma se separaba de mi cuerpo físico y comenzaba a flotar. Dejé de percibir la sensación de peso y sentía que entraba de lleno a la esfera, al plano de ese ser luminoso. Todo mi ser era libre: la sensación de libertad y plenitud era absoluta. No había peso, no había cadenas ni límites ni ataduras: sólo una sensación indescriptible de libertad y la extraña impresión de que eso que me estaba aconteciendo era perfectamente natural. Ese ser luminoso me conducía a través de una especie de vuelo sobre un lugar apacible y colorido, donde predominaban los colores azules y verdes. Recuerdo, además de la clarísima y potente sensación de ingravidez, haber percibido la caricia del viento en mi rostro y haber perdido completamente la noción, mientras flotaba en la placidez y la felicidad más absoluta. En un momento, ese ser de luz me dijo: “No sientas ningún temor: soy tu Ángel de la Guarda y todo lo que sucede obedece a un Orden Divino”. Más adelante, de manera telepática me transmitió el siguiente mensaje: “Tú eres mi vínculo con el mundo físico, de la misma manera en que yo soy tu contacto con el mundo espiritual. Ahora que lo sabes, tienes que regresar”. No bien tuve noción de esas palabras en mi mente, me vi envuelta en un retroceso muy rápido, como si pasaran una película a toda velocidad de atrás hacia delante. Luego, pude sentir claramente cómo mi alma entraba en mi cuerpo y abrí lentamente mis ojos. Poco a poco fui tomando conciencia del entorno: era mi cuarto, el mismo en el que había dormido cómodamente durante los últimos años. Sin embargo, lo sentía extraño, demasiado limitado en comparación al lugar por el que minutos antes había deambulado.

Siempre recuerdo ese suceso y, de hecho, nunca he realizado otra meditación o ritual para contactar nuevamente con mi Ángel de la Guardia. Simplemente, siento que siempre estuvo conmigo y que ese ritual y esa visualización me sirvieron para ser consciente de ello.

María Clara

El consuelo de un ángel

Yo salía cabizbajo y desconsolado del hospital y me senté en un banco del parque de alrededor a llorar. Entonces, una hermosa mujer se acercó a mí: era muy alta y muy delgada, de cara afilada, tez cetrina, ojos casi negros muy grandes y pelo largo, lacio y castaño. Vestía un elegante traje sastre, discreto pero que le sentaba muy bien. La desconocida se sentó junto a mí y me preguntó porque lloraba. Fue entonces que le conté mi pena enorme: hacia la madrugada había llevado a mi esposa al hospital pues había comenzado el trabajo de parto; luego de varias horas de labor había nacido mi primera hija, una criatura extremadamente bella y perfecta pero, lamentablemente, con un corazoncito débil. Tan débil que, apenas mi esposa la tomó entre sus brazos y yo la contemplé, luego de un profundo suspiro se quedó dormidita para siempre. La extraña dama esperó unos segundos, permitió que yo me desahogara y me deshiciera en llanto y, luego, replicó serena:

—En realidad, no tienes un verdadero motivo para llorar, puesto que tu hijita estará muy bien junto a otros ángeles del cielo. No desesperes: ya tendrás otros hijos.

Luego de decir eso, me pidió que cerrara los ojos por un instante. En lo que luego pensé que fue un acto arriesgado, efectivamente, la obedecí y cerré mis ojos. Nomás hacerlo, sus labios se posaron sobre mi frente y estamparon un suave beso al tiempo que algo caía sobre mi regazo. Juro que abrí los ojos en ese mismo instante, pero la señora ya se había esfumado y una sensación de paz comenzaba a apoderarse de mí. Sobre mi regazo, tenía una medallita con el rostro de Jesús. Miré alrededor hacia el parque pero no había rastro alguno de la mujer. La sensación de paz interior seguía creciendo. Finalmente, estuve lo suficientemente sereno como para volver al hospital junto a mi esposa. No le conté lo sucedido: temía que no me creyera, que pensara que el dolor de haber perdido a nuestra hija me había vuelto loco. Pero yo estaba seguro de lo que había sucedido: Dios había enviado un ángel para consolarme. Y lo cierto es que lo logró y que tenía razón: con los años, tal cual lo predicho, tuve otros tres hijos que hoy son jóvenes con excelente salud.

Heriberto

IV – Cómo contactar
con los ángeles

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En la sección siguiente del libro explico de forma puntual y detallada cómo invocar de manera específica a cada uno de los 72 ángeles cabalísticos de acuerdo a las correspondencias energéticas de cada uno de ellos. En tanto y en cuanto cada uno se relaciona con una flor, un aroma y un espectro cromático, entre otros elementos y manifestaciones, hacer uso de ellos al invocar al ángel asegura el contacto. Pero… ¿qué y, sobre todo, cómo hacer en caso de que el lector desee invocar alguna otra presencia angélica? A continuación, consejos para contactar con los ángeles. Y una advertencia fundamental: cada uno de los métodos no excluye al otro. Antes bien, lo potencia.



Las oraciones

Las oraciones y las plegarias son, tal vez, el modo más antiguo y tradicional de solicitar la protección y el amparo angélico. Un poco más abajo, en este mismo capítulo, encontrarás varias de ellas por demás tradicionales y conocidas, algunas con varios siglos de existencia.

Asimismo, en la sección dedicada a los 72 ángeles cabalísticos, los rituales de invocación incluyen en algunos casos oraciones. La causa de ello es que la oración es un método sumamente eficaz (no el único, por supuesto) para convocar a los ángeles.

¿De que manera decirlas para que resulten más efectivas? Si te sientes cómodo haciéndolo, puedes decirlas en voz alta, pero lo cierto es que no es necesario que hables de esa manera para que las entidades angélicas te presten atención. De hecho, los ángeles han respondido a muchas oraciones silenciosas o a, simplemente, a un intenso deseo que verdaderamente emana del corazón.

Algunas de las oraciones de invocación angélica más conocidas y difundidas son las siguientes:

Oración a los ángeles

Ángeles y Arcángeles,

Tronos y Dominaciones,

Principados y Potestades,

Virtudes de los Cielos,

Querubines y Serafines:

alaben al Señor por siempre.
Alaben al Señor todos sus ejércitos,

siervos que cumplen su voluntad.
Santo Ángel que confortaste a Jesucristo, nuestro Señor,

ven y confórtanos a nosotros también.

¡Ven no tardes!

Oraciones al Ángel de la Guarda

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Himno de Laudes al Ángel de la Guarda

Ángel santo de la Guarda, compañero de mi vida,

tú que nunca me abandonas, ni de noche ni de día.

Aunque espíritu invisible, sé que te hallas a mi lado,

escuchas mis oraciones y cuentas todos mis pasos.

En las sombras de la noche, me defiendes del demonio,

tendiendo sobre mi pecho tus alas de nácar y oro.

Ángel de Dios, que yo escuche tu mensaje y que lo siga,

que vaya siempre contigo hacia Dios, que me lo envía.

Testigo de lo invisible, presencia del cielo amiga,

gracias por tu fiel custodia, gracias por tu compañía.

En presencia de los ángeles, suba al cielo nuestro canto:

gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo.

Amén.

Oración al Ángel de la Guarda (San Juan Berchmans)

Ángel Santo, amado de Dios,

que después de haberme tomado, por disposición divina,

bajo tu bienaventurada guarda,

jamás cesas de defenderme, de iluminarme y de dirigirme.

Yo te venero como mi protector, te amo como mi custodio;

me someto a tu dirección y me entrego todo a ti, para ser gobernado por ti.

Te ruego, por lo tanto, y por amor a Jesucristo te suplico,

que cuando sea ingrato para ti y obstinadamente sordo a tus inspiraciones, no quieras, a pesar de esto, abandonarme;

antes al contrario, ponme pronto en el recto camino,

si me he desviado de él.

Enséñame, si soy ignorante;

levántame, si he caído;

sostenme, si estoy en peligro,

y condúceme al cielo para poseer en él una felicidad eterna.

Amén.

Oración al Ángel de la Guarda (Macario, el egipcio)

Ángel santo, que velas por mi pobre alma y por mi vida,

no me dejes –soy pecador–

y no me desampares a causa de mis manchas.

No dejes que se me acerque el mal espíritu.

Y dirígeme poderoso preservando mi cuerpo mortal.

Toma mi mano débil y condúceme por el camino de la salvación.

Oraciones al Arcángel san Miguel

¡Oh! gloriosísimo san Miguel Arcángel,

príncipe y caudillo de los ejércitos celestiales,

custodio y defensor de las almas,

guarda de la Iglesia,

vencedor, terror y espanto de los rebeldes espíritus infernales.

Humildemente te rogamos te dignes librar de todo mal

a los que a ti recurrimos con confianza.

Que tu favor nos ampare,

tu fortaleza nos defienda y que, mediante tu incomparable protección, adelantemos cada vez más en el servicio del Señor.

Que tu virtud nos proporcione aliento todos los días de nuestra vida, especialmente en el trance de la muerte,

para que, defendidos por tu poder del infernal dragón

y de todas sus asechanzas,

cuando salgamos de este mundo seamos presentados por ti,

libres de toda culpa, ante la Divina Majestad.

Amén.

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San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla.

Sé nuestro amparo del demonio.

Reprímale Dios, pedimos suplicantes,

y tú, Príncipe de la Milicia Celestial,

arroja al infierno con el divino poder a Satanás,

y a los otros espíritus malignos

que andan dispersos por el mundo

para la perdición de las almas.

Amén.

Oración al arcángel san Rafael

Arcángel san Rafael, que dijiste:

“Bendecid a Dios todos los días y proclamad sus beneficios.

Practicad el bien y no tropezaréis en el mal.

Buena es la oración con ayuno, y hacer limosna mejor que atesorar oro”.

Te suplico me acompañes en todos mis caminos

y me alcances gracias para seguir tus consejos.

Amén.

Oración al arcángel san Gabriel

Dios Señor nuestro,

imploramos tu clemencia para que habiendo conocido tu
Encarnación

por el anuncio del arcángel san Gabriel,

con el auxilio suyo consigamos también sus beneficios.

Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

Oración al arcángel Uriel

¡Oh! Dios que con inefable providencia

te dignas enviar a tus santos ángeles para nuestra guarda,

accede a nuestros ruegos

y haz que seamos siempre defendidos por su protección.

Señor, que nos confías a tus ángeles

para que nos guarden en todos nuestros caminos,

concédenos que por intervención de tu glorioso arcángel San Uriel

nos veamos libres de los peligros presentes,

y nos asegures contra toda adversidad.

Glorioso arcángel san Uriel, poderoso en fortaleza,

imploro tu custodia para alcanzar la victoria sobre todo mal espiritual o temporal.

Protector mío,

concédeme la gracia que te solicito [se pide la gracia deseada],

si es conveniente para el bien de mi alma,

acompáñame y guía todos mis pasos hasta alcanzar la vida eterna.

Amén.

La música

Una melodía adecuada ayuda en mucho a invocar y contactar con entidades angélicas. Sin embargo, al contrario que en el caso de los aromas, no existe una pieza musical específica para atraer a cada ángel en particular. ¿Cómo elegir, entonces, una música tal que viabilice y hasta facilite el contacto angélico? Un poco más adelante, señalo una posible lista acerca de la cual he comprobado yo misma su eficacia. Pero si quieres ampliarla, tu intuición sabrá seguramente marcarte el camino correcto. Algunos puntos a tener en cuenta para guiar a tu intuición son los siguientes:

• Como bien te podrás imaginar, los ángeles detestan la música estridente, con letras violentas o que, más simplemente, hablan de pasiones bajas. Jamás utilices música de ese tipo o especie.

• Si sientes que una melodía te relaja y/o te eleva espiritualmente, es un excelente comienzo para empezar a pensar que también puede ser del agrado de los ángeles.

• Pero si quieres ir, en principio, a lo seguro, te recomiendo que te ayudes de alguna o algunas de las siguientes músicas para atraer a los ángeles:

– Canto gregoriano

– Las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi

– Misa en B menor, de J. S. Bach

– Concerto Grosso N° 5 y N° 6 de Friedrich Handel

– Stabat Mater, de Giovanni Pergolesi

– Oratorio de Navidad de J. S. Bach

Dentro de la música actual, las canciones de Enya, Vangelis y Andreas Volenweider suelen tener el mismo efecto.

Los rituales

Los rituales o ceremonias son una serie de pasos que deben seguirse y, si se lo hace de la forma correcta, se desencadenan determinadas energías que no estaban presentes antes o se potencian las que ya se manifestaban previamente. Para liberar esos fluidos energéticos, se hechan mano a diferentes elementos auxiliares que provocan movilizaciones de la energía. Los más comunes suelen ser:

• Velas

• Sahumerios.

• Aceites esenciales

• Quema de incienso, mirra, benjuí u otras sustancias, preferentemente resinosas

Los talismanes

Se conoce con ese nombre o con el de “amuleto” a objetos que, consagrados debidamente, ofrecen poderes mágicos de protección. Cuando llevamos el talismán correspondiente a un ángel, contamos con su amparo en ese o esos ámbitos de la existencia que se encuentran regidos por esa presencia angélica.