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Table of Contents

Titel

Impressum

Introducción

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Epílogo

Pictures

 

 

 

 

 

Ilona Grubert

 

 

 

 

 

Parada final Andalucía

 

 

 

 

 

 

 

DeBehr

 

Copyright by: Ilona Grubert

Traducción del Alemán por Diana Ibáñez Wagner

Herausgeber: Verlag DeBehr, Radeberg

Erstauflage: 2018

ISBN: 9783957535498

Picture Copyright by Ilona Grubert and Fotolia by lunamarina

Übersetzung: Diana Ibañez Wagner y Pepi Segura

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Introducción

Estos recuerdos y experiencias se los agradezco a la vida que he llevado y por eso se los dedico a todos aquellos que han tomado parte tanto en el aquí como en el más allá.

Especialmente a mi árbol genealógico, a mi abuela Emma, que me impregnó su fe y a mi madre, por poner su bondad en mi regazo como a mis hijos y nietos.

Quiero transmitir aquí experiencias vitales bajo el lema: “¡Lo que no me mata me hace más fuerte!” y “Reír es la mejor de todas las medicinas”.

Pretendo dar ánimos y fuerzas a todos aquellos que ya no le sacan nada positivo a su vida, y como soy una persona muy alegre, procuro pintarles una sonrisa en la cara, aunque a veces las cosas sean muy serias.

No pretende ser una biografía, porque algunas cosas son tan ciertas que podrían ser consideradas poesía pura. Además en la vida real la poesía y la realidad van de la mano. Apenas menciono nombres. Si esto ocurre, lo hice aposta, pero siempre sin ira alguna.

A la conclusión de este libro, les he perdonado a todos que me hicieron daño. He enterrado el pasado, miro con plena satisfacción hacia el futuro y he empezado a tomar consciencia de la vida.

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Nos encontramos a principios del siglo XXI, la era de las tecnologías modernas y de la ciencia. Sin embargo dentro de diez años todo volverá a ser distinto y más avanzado aún. Es importante mencionarlo, porque para mí existen algunos principios respecto a la convivencia entre los seres humanos, que permanecerán perdurando incluso milenios. Pero, ¿cuáles son?

He estado reflexionando durante mucho tiempo preguntándome por qué el mundo es como es. Marcado por las inquietudes: asesinatos, miseria y pobreza por un lado y por el otro: avaricia, pijos ambiciosos, glamour, embriaguez por consumir cada vez más, sobreabundancia. Resumiendo: la humanidad se divide en dos partes, una pobre y otra rica, lo que hay en medio de los dos apenas se percibe.

Hoy en día considero que estoy en el medio y me siento satisfecha con esta posición. Sin embargo no siempre fue así.

Casi me olvido de aquellos individuos que son unos tremendos egoístas o los que siempre quieren ser el centro de atención. La ambición por el dinero y el ejercicio del poder son sus principales objetivos. Son de la clase de personas que son capaces de manipular a los demás magistralmente engañando y dando así una imagen errónea con hipocresía. Estos son especialmente peligrosos para las personas que suelen sacrificarse por los demás, tratando a sus iguales con honradez y que a raíz de eso puedan sufrir un doble conflicto interior.

 

Capítulo 1

Fiebre Nostálgica

Cuando le pregunto a alguien: ¿Cómo fue tu infancia? ¿Te acuerdas de ella? En general suelo recibir la respuesta, que fue “buena” o “mala”. Rara vez se mencionan detalles. Sin embargo esta fase de la vida es muy decisiva para el desarrollo del ser humano. ¿O por qué crees que hay tantos padres adoptivos y orfanatos? La búsqueda de niños ya incluso se extiende por toda Europa – a toda costa - se me ponen los pelos de punta.

Científicos se opondrían leyendo ésto, porque supuestamente los genes lo determinan todo – qué tontería. Sí, claro que influyen, pero el propio entorno juega un papel más importante, al menos para mí.

Por ejemplo, cuando a los ocho años escojo a un chico de mi vecindario como mi amigo para jugar con él, pero mis padres opinan que este niño es una mala compañía para mí, sólo porque sus padres sean obreros o incluso parados.

Si a causa de esto me prohíben el trato con este niño, se muestra de que incluso en el grupo más pequeño que constituye el ser humano: la familia, ya van encarrilando las ideas para formar una sociedad clasista.

Lo que quiero decir es, que un niño aprende de su entorno social más cercano, ¿de dónde sino? Aprende con sus sentidos. Conforme el niño va creciendo, se unen otros factores que influyen en su desarrollo, como por ejemplo los factores medioambientales, que a su vez pueden ser también influenciados por los padres.

Resumiendo: los padres son con diferencia lo más determinante para un niño durante la fase de crecimiento. Y por supuesto los abuelos ocurre lo mismo.

Me crié en un entorno muy protector y hasta que cumplí los seis años, el mundo iba bien y mi padre lo era todo para mí. Yo era su pequeña “Colita de ratón”. Así me llamaba, porque siempre me gustaba llevar el pelo largo y recogido en una coleta, pero apenas era una cola de ratón, porque mi pelo era muy fino.

Como la hija preferida de papá gozaba de más derechos que mi hermano; tenía cinco años más que yo. Como era el mayor de los dos, no le quedó más remedio que asumirlo. Este error no lo cometí con mis hijos, sino otros.

Para entender esto mejor, tengo que volver al pasado. Muchas de las cosas me fueron contadas por mi mami y mi abuela, pero otras las viví en primera persona. Siempre lo encontré muy interesante escuchar historias de tiempos pasados. Hoy en día se lleva menos, eso de hablar con testigos de la época.

Imagínate una pequeña granja a principios del siglo XX en el este de Alemania: campos, prados, gallinas, una cabra, una oveja negra, vacas, cerdos, perro, gato y dos caballos; y una campesina, cuyo marido murió justo al empezar la Primera Guerra Mundial y que tuvo que alimentar a cuatro hijos sola y recibía alguna ayuda de un prisionero de guerra francés... y mi madre nació – ¡ahora ya eran cinco!

La mayor pronto tuvo edad para casarse, y de hecho contrajo matrimonio. De esta forma madre (abuela) por fin volvió a tener el apoyo masculino. Por cierto, mi abuela quería que todos sus hijos y nietos la llamaran madre – la palabra abuela nos era desconocida.

La Segunda Guerra Mundial tampoco trajo nada bueno. Su primer yerno también cayó víctima en la guerra. Además amenazaron a madre – un soldado ruso ( se les llamaba “Muschkoten”) le puso una pistola en la sien para obtener alimentos – pero un oficial le salvó la vida, porque todos los rusos no eran malos.

Las violaciones de mujeres jóvenes por los soldados rusos estaban a la orden del día y como todas las madres, mi abuela quería proteger sobre todo a sus dos benjaminas.

Mi madre por entonces estaba empleada en el pueblo como sirvienta en casa de un hacendero. Allí escondieron a todos los niños en el sótano, cuando los rusos invadieron el pueblo. Fueron envueltos en mantas y tenían que guardar silencio. Entre ellas estaban mi madre y una hermana suya.

Por supuesto que los rusos lo inspeccionaron todo – pero las dos mayores no llamaron la atención y se libraron de ser violadas.

Esta idea fue de madre y me sentí muy orgullosa cuando mi madre me contó todo esto ¡Qué bien tener una abuela con tanto coraje!

Los nietos tenían preferencia sobre las nietas. Mientras los chicos recibían diez Marcos, las chicas sólo recibíamos cinco. “¿Y eso por qué?” y recibía como respuesta: “Los niños tienen que invitar a las chicas, mientras que a ti a lo mejor te invita algún chico.”

Esta era la postura de la familia ANTES de la emancipación de la mujer.

Desde el punto de vista actual, mi abuela tiene que haber estado ya bastante emancipada porque siempre le faltó un hombre en casa; ¿quién podría haberle ayudado?

 Ahí es donde me pregunto: ¿Habré copiado demasiadas cosas de ella?

Aunque yo encontraría otros medios y caminos para engordar mi monedero.

Por lo tanto madre no sólo era la que nos daba la paga, sino que además contestaba a nuestras preguntas con mucha paciencia. También fue ella quién me enseñó a rezar el “padre nuestro”. Me hablaba de Dios y del don que ella había recibido de él, y que algún día me lo iba a transmitir, dijo. El don se denominaba: “intermediar” y eso lo tenía que hacer en muchas ocasiones con nosotros, los niños.

 ¡Ay leches!.Seguro que todos sabéis lo mucho que puede doler una rozadura; no se ve a penas nada, pero escuece terriblemente. Madre ponía su mano sobre la herida, gruñía y al poco rato se convertían las lágrimas de pena en lágrimas de alegría. A menudo quise saber, qué es lo que decía. Su respuesta siempre era la misma: “Ya lo sabrás a su debido tiempo”. Hoy ya lo sé, por supuesto.

A mi padre no le interesaba para nada aquella “magia” . El era un socialista de pura cepa ¡claro! como vivíamos en el sector ruso de la antigua RDA, no había más remedio que ser del régimen.

A pesar de ello yo iba a catequesis y lo pasaba pipa. No sólo nos hablaban de Dios, Jesús y del Espíritu Santo, sino también hacíamos juegos divertidos, aprendíamos a rezar y a decir gracias y por favor. ¿Os reís? ¿Pues decidme quién hoy en día puede decir que sus hijos consideran normal decir gracias y por favor? ¡Qué tire la primera piedra!

La unión entre nosotros era muy importante. Era como en un jardín infantil, sólo que la ideología era otra. Como los padres tenían que trabajar, los hijos pasaban mucho tiempo en casa a solas. Tenían que buscarse alguna actividad, y el dar y recibir cariño, lo que les encanta a la mayoría de los niños, quedaba muy atrás.

Por supuesto que también existían las instituciones del estado, en las que se cuidaba de los niños desde por la mañana hasta por la noche, guardería, jardín infantil, comedor del colegio.

De esta manera ya se nos adoctrinaba desde una edad muy temprana bajo las teorías del tan “elogiado socialismo”, en el cual la educación de los niños corría a cargo del estado. Todo eso bajo un manto encubridor:” ¡Mirad todo lo que hacemos por la clase trabajadora!”

Pero entonces ocurrió aquello que no he podido digerir durante mucho tiempo. Por primera vez en mi vida sentí un gran dolor en el alma, a la tierna edad de seis años. Lo recuerdo perfectamente:Un buen día mi padre me llevó a la casa de una mujer que vivía en un pueblo cercano, con la que él supuestamente tenía que reunirse para hablar de un tema. Me dijo que fuera a la granja cercana para ver a los animales,¡Cómo me gustaban tanto! Vi unas gatitas y se las quise enseñar a papa. ¡No tenía que haber hecho ésto! Sin saber mucho de lo que acababa de ver, sabía que no era lo correcto. Papá me llevó a casa advirtiéndome: ”Pero no vayas a decirle nada a mamá”. Y se volvió a marchar. Cuando volvió a la noche siguiente se pelearon mis padres dando voces – cosa que no solían hacer casi nunca ( al menos hasta este momento no me había dado cuenta). Me bajé de la cama para ver qué había pasado. Mi madre estaba haciendo la maleta y mi padre fue hacia las escaleras. Yo grité:”¿Pero papá a dónde vas?“ Él bajó las escaleras sin decir una palabra. Mi madre vino y le arrojó la maleta. Yo grité llorando:¡papa!“. Y él se marchó de casa sin pronunciar palabra y abandonó a su “colita de ratón”. Mami me abrazó diciendo:”Papá nos ha abandonado”

Me sentí culpable. Pasó mucho tiempo sin que diera señal alguna. Yo ya no entendía el mundo. De un día para otro todo había cambiado y nada volvió a ser como antes.

Pasado un tiempo enfermé – tuve fiebre muy alta. Nuestro médico de familia no tenía explicación alguna, porque físicamente me encontraba con buena salud.

Mi hermano iba al colegio mientras mi madre tenía que trabajar para alimentarnos. Yo yacía sola en el sofá del salón. Mis pasatiempos preferido eran pintar y mirar fotos, la televisión todavía no la conocíamos. Cuando mami volvió a casa por la noche yo ya estaba durmiendo. Pero ella encontró encima de la mesa varias fotos y entre mis manos había una de mi padre. Se lo contó al médico de familia y su diagnóstico fue evidente – fiebre nostálgica. ¿Sabías que existe algo así?

Una enfermedad del cuerpo es mala sin embargo puede curarse en muchos casos. Cuando te duele el alma en cambio ataca el cuerpo y deja huellas para siempre. A no ser que tengas la fuerza para auto ayudarte y deshacerte del pasado. Quien no lo consiga por fuerza propia, debería de ponerse en manos de un terapeuta profesional para volver a poner en equilibrio su vida.

Más tarde conocí a la segunda esposa de mi padre con la que me llevaba bastante bien. Y volvió a ocurrir lo mismo: cuando le visité en su casa, me llevó a casa de otra mujer que se convertiría en su tercera esposa. Con ésta sin embargo nunca llegué hacer buenas migas.

Tenía 13 años cuando pasó lo siguiente: estaba de visita en su casa y papá se había ido por tres días a un seminario. Yo estaba aburrida sentada en el salón donde el televisor me miraba. Como nosotros aún no teníamos tele, me llamaba la atención y me picó la curiosidad. Pulsé un botón del que supuse podría tener algún efecto y efectivamente. ¡Sorpresa! salió una imagen ¡qué maravilla! Pero ¡Ups! De repente entró una culebra venenosa al salón y me puso a caldo diciendo algo así como: ¿Qué cómo se me ocurría encender su televisor?,que además a mi padre no le pertenecía nada de su casa y que si yo quiero algo por supuesto le tendría que pedir permiso. Otra vez ¡Ups!. No sabía de qué iba ni lo que estaba pasando, ¿por qué?, ¿cómo?, ¿a cuento de qué? Pero pronto mi cerebro volvió a funcionar y actuar. Es que la cabezota Ilonka se había ofendido muchísimo por la manera que la habían tratado y actuó en consecuencia. Me fui a la estación de tren para mirar los horarios, luego fui a la oficina de correos y le puse un telegrama a mamá diciéndole más o menos: “Ya volveré mañana sobre tal hora a casa”.

Así, como un niño de 10 años hoy en día sabe manejar un smartphone perfectamente, yo era capaz de enviar un telegrama y buscarme una combinación a los 13 años – por lo tanto no eramos más tontos que los niños de hoy en día.

Al día siguiente me despedí de ella con mucha cortesía pero ella no me tomó en serio y me preguntó con ironía, a dónde quería irme. En silencio cogí mi maletita y salí a hurtadillas de la casa hacia la estación - sin volver a ver a mi padre.

Cuando llegué, mi madre ya me estaba esperando en el andén - ¡Cuánto me alegré de verla! Nos subimos juntas al tren y de pronto la culebra venenosa asomó por la esquina susurrando con voz suave, que no me podría irme sola sin más. Entonces mi madre sacó la cabeza por la ventana y dijo con voz grave y firme: “Si va con su madre no viaja sola.”

No sé lo que le contaría aquella persona a mi padre. Cierto es que al poco tiempo me llegó una carta muy malvada de mi padre en la que decía:” Para mí ya sólo eres basura.”

Esto me dolió tanto que rompí el contacto con él.

Muchos años más tarde, tendría unos 20 años, tuve una bronca enorme con mi madre y me puse a buscar a mi padre. Le encontré con su cuarta esposa. En fin, la conversación fue breve, pero un comienzo. A partir de entonces hablábamos de vez en cuando por teléfono y más tarde le presenté a su nieto. Aquella visita estuvo muy bien.

Nuestras conversaciones por teléfono eran cada vez más relajadas y un año después al llamarle para felicitarle por su cumpleaños, su esposa me informó que se había muerto cuatro semanas antes, que podía recoger un anillo suyo, que había dejado para mí. Eso fue todo.

Un proverbio dice: Tener hijos es muy fácil pero ser padre es difícil.

Brindo por aquellos padres que no sólo aman a sus hijos sino también se ocupan de ellos.