Lecturas recomendadas

Citaré en primer lugar las ediciones de las obras del Inca Garcilaso utilizadas en este libro. La traduzion del Indio de los tres Dialogos de Amor de León Hebreo, hecha del Italiano en Español por Garcilasso Inga de la Vega, natural de la gran Ciudad del Cuzco, cabeça de los Reynos y Provincias del Piru, dirigidos a la Sacra Catolica Real Magestad del Rey don Felipe nuestro señor, Madrid, Pedro Madrigal, 1590. «Relación de la descendencia de Garci Perez de Vargas», Córdoba (1596). La Florida del Inca. Historia del Adelantado Hernando de Soto gobernador y capitán general del Reyno de la Florida y de otros heroicos cavalleros españoles e indios, Lisboa, Pedro Crasbeek, 1605. Primera parte de los Comentarios Reales que tratan de l’origen de los Yncas, Reyes que fueron del Peru, de su idolatria, leyes y govierno en paz y en guerra: de su vidas y conquistas, y de todo lo que fue aquel Imperio y su Republica antes que los Españoles passaran a el escritos por el Inca Garcilaso de la Vega, natural del Cuzco y Capitán de su Mayestad, Lisboa, Pedro Crasbeek, 1609. Historia general del Peru. Trata del descubrimiento del y como lo ganaron los Españoles. Las guerras civiles que huvo entre Piçarros y Almagros sobre la paz de la tierra. Castigo y levantamiento de tiranos y otros sucesos particulares que en la historia se contienen. Córdoba, por la viuda de Andres Barrera, 1617.

Sobre el personaje y su obra existe una bibliografía imponente, también en relación a los aniversarios, como se puede ver sobre todo en www.cervantesvirtual.com/portales y ad vocem y en las muchas iniciativas de estudio y de celebración. Entre las obras recientes destacaría: Libro de homenaje a Aurelio Miró Quesada Sosa, ed. H. López Martínez, Lima, 1987; El Inca Garcilaso entre Europa y América, ed. A. Garrido Aranda, Córdoba, 1994; Garcilaso Inca de la Vega. An american humanist, Tribute to José Durand, eds. J. Anadon. J. Rodriguez Garrido, Notre Dame-Indiana, 1998; Franqueando fronteras. Garcilaso de la Vega y la «Florida» del Inca, ed. R. Chang Rodríguez, Lima, 2006; Nuevas lecturas de La Florida del Inca, ed. C. de Mora-A. Garrido Aranda, Madrid-Frankfurt am Main, 2008; Humanismo, mestizaje y escritura en los Comentarios reales, eds. C. Mora, G. Seres, M. Serna, Madrid-Frankfurt am Main, 2010; Entre la espada y la pluma. El Inca Garcilaso y sus Comentarios reales, ed. R. Chang Rodríguez, Lima, 2010; Renacimiento mestizo. Los 400 años de los Comentarios reales, ed. J.A. Mazzotti, Madrid-Frankfurt am Main, 2010. Y también L’Inca et le Conquistador, Catálogo de l’exposition au musée du quai Branly, 23 juin-27 septembre, Paris, 2015 y La biblioteca dell’Inca Garcilaso de la Vega (1616-2016), Catálogo de la exposición de la Biblioteca Nacional, Madrid, 2016.

Como un punto de partida para los interesados en ampliar las ya de por sí nutridas investigaciones sobre el Inca destacaría las obras de M. Lasso de la Vega (marqués del Saltillo), «El Inca Garcilaso y los Garci Lasso de la historia», en Revista de historia y genealogía española, III, 16 (1929), 289-307; José de la Torre y del Cerro, El Inca Garcilaso de la Vega, Madrid, 1935; E. Asensio, «Dos cartas del Inca Garcilaso», Nueva Revista de Filología Hispánica, VII, México, 1953, pp. 583-593; R. Porras Barrenechea, El Inca Garcilaso en Montilla, Montilla, 1955; G. Lohmann Villena, «La ascendencia española del Inca Garcilaso de la Vega», Hidalguía, Madrid, 1958, nn.28 y 29, pp. 368-384, 681-700. J.B. Avalle Arce, «La familia del Inca Garcilaso (nuevos documentos)», Caravelle, n.8, Toulouse, 1967, pp. 136-145, y la ya citada «Relación de la descendencia», etc.

Sobre el testamento del Inca hoy se puede ver R. de la Fuente y Hontañón, «Estudio del testamento y codicilos del Inca Garcilaso de la Vega: primer humanista peruano (a. 1616)», Revista de Derecho, Lima, 2010, Universidad de Piura, Facultad de Derecho. Repositorii Institucional Pirhua, Revista de derecho 11(11), pp. 193-224. El testamento de la madre del Inca, en A. Miró Quesada, El Inca Garcilaso, Lima, Pontificia Universidad Catolica del Perú, Fondo Editorial, 1994, pp. 353-363.

Entre las obras que interpretan al personaje destacaría los trabajos de J. Durand, aparecidos solo en parte en El Inca Garcilaso clásico de América, México, 1976. Ver también de este autor La transformación social del conquistador, México, 1953. Se ha dedicado al Inca A. Miró Quesada, El Inca Garcilaso y otros estudios garcilasistas, Madrid, 1971, y también El Inca Garcilaso, Lima, 1994. Clásica es la biografía de G. Varner, El Inca. The life and times of Garcilaso de la Vega, Austin, 1968. Existen también otras síntesis como las de R. Porras Barrenechea, El Inca Garcilaso, 1539-1616, Lima, 1946; L.A. Ratto, García Lasso de la Vega, Lima, 1964; D.G. Castanien, El Inca Garcilaso de la Vega, New York, 1969; C. Saenz Santamaría, El Inca Garcilaso de la Vega, Madrid, 1987. La más reciente es de C. Bernand, Un Inca platonicien, Garcilaso de la Vega, 1539-1616, Paris, 2006, que subraya el papel de los Diálogos de amor de León Hebreo, objeto de mucha atención en la época como también aparece en J. Nelson Novoa, Un humanista sefardí en Nápoles. León Hebreo y sus «Diálogos de amor». Un hombre y un texto entre dos mundos. http. www.cervantesvirtual.com/portales, 2009; M. Serna Arnaiz, Los Dialoghi d’amore y la traducción del Inca Garcilaso de la Vega 1590, 2012. La cuestión del nombre puede verse en R. González Echevarría, «Garcilaso y Garcilaso», Lexis XXIX.I (2005), pp. 3-25; M. López Baralt, El Inca Garcilaso traductor de culturas, Madrid, 2011.

El contexto histórico se puede seguir en G. Parker, Philip II, Boston, 1978 (traducción: Felipe II. La biografía definitiva. Barcelona, Planeta, 2010) y J.E. Ruiz-Domènec, España, una nueva historia, Barcelona, RBA, 2017, 4ª ed. Otros temas en F. Braudel, La Méditerraneé et le monde mediterranéen a l’époque de Philippe II, Paris, 1949; J.H. Elliott, The Imperial Spain 1469-1716, London, 1963; P. Chaunu, Conquête et exploitation de Nouveaux Mondes (XVI siècle), Paris, 1969; N. Wachtel, La vision de vaincus, Paris, 1971; J.H. Elliott, The Old World and the New, 1492-1650, London, 1971; J. Gil, Mitos y utopías del Descubrimiento. 3. El Dorado, Madrid, 1989; H. Thomas, Rivers of gold. The rise of Spanish Empire from Columbus to Magellan, London, 2003.

Sobre el hilo conductor de este libro referente al pensamiento del personaje me he basado en D. Cantimori, Umanesimo e religione nel Rinascimento, Torino, 1973, y también E. Garin, L ’umanesimo italiano, Roma, 1952 y F. Rico, El sueño del humanismo, Madrid, 1993, a los cuales se añade J. Le Goff, Storia e memoria, Torino, 1977. Sobre les sugerencias del ambiente montillano es esencial J.E. Ruiz-Domènec, El Gran Capitán. Barcelona, RBA. 2015. Una larga bibliografía se encuentra en M. Sánchez Herrador, La biblioteca del Colegio de la Encarnación de los jesuitas de Montilla, vol. I, Universidad de Córdoba, 2015. Sobre la cultura de Andalucía, el rol jesuita y en particular de Acosta, ver F. Del Pino-Díaz, «El Inca Garcilaso entre el Islam y Roma. Reflexiones sobre un caso», en La formación de la cultura virreinal. I. La etapa inicial, eds. K. Kohut y S.V. Rose, Madrid, 2000; id., «Cuzco y Roma, Peruanos y andaluces en la del Inca Garcilaso», Antropologica, a. XXIX, n.29, dic. 2011, 7-30. «Humanismo romanista y paralelismo intecultural entre los anticuarios andaluces y el Inca Garcilaso», Histórica, XXXVIII.1 (2014), 7-32; id., «Los Andes como laboratorio temprano de la historia», en Dialogía, 8, 2014, pp. 136-161. Y también M. Serna Arraiz, La tradición humanística en el Inca Garcilaso de la Vega, Biblioteca Virtual Cervantes, 2006; id., Pensamiento medieval y renacentista en el Inca de la Vega, ibid., 2009; id., «Lascasismo y método jesuita en el Perú del Inca Garcilaso de la Vega», en Humanismo, 2010, 349-361. Sobre Acosta, S.D. Valcárcel Martínez, El padre José de Acosta, Centro Virtual Cervantes, Thesaurus, t. XVIV, n.2, 1989, 389-428 y J. O’Malley, The First Jesuits, Cambridge-Harvard, 1993.

Los aspectos económicos pueden seguirse en G. Airaldi, «El Inca Garcilaso de la Vega entre economía y política», en Entre dos mundos - Fronteras culturales y agentes mediadores, ed. B. Ares Queija y S. Gruzinski, 1997, pp. 231-242; Ch. Fernández, «Noticias del imperio. La crisis finananciera de España en la segunda parte de los Comentarios reales de l’Inca Garcilaso de la Vega», en Entre la espada y la pluma, cit. 100-118. Básicos son R. Carande, Carlos V y sus banqueros, Barcelona, 1977, y La repubblica internazionale del denaro tra XV e XVII secolo, Annali dell’Istituto storico-italo-germanico, ed. A. de Maddalena y H. Kellenbenz, Bologna, 1986. Sobre la cuestión mestiza son fundamentales los ensayos de B. Ares Quejia, «El papel de mediadores y la construcción de un discurso sobre la identidad de los mestizos peruanos» en Entre dos mundos - Fronteras culturales y agentes mediadores, cit.; id., «Mancebas de españoles, madres de mestizos. Imágenes de la mujer indígena en el Perú colonial temprano», en Las mujeres en la construcción de las sociedades iberoamericanas, Colegio de México, 2004; id., «El Inca Garcilaso y sus “parientes” mestizos» en Humanismo, mestizaje y escritura en los ‘Comentarios reales’, C. de Mora ed., Madrid-Frankfurt, 2010. También importantes son A. Coello de la Rosa, «De mestizos y criollos en la Compañía de Jesús (Perú, siglo XVI)», Revista de Indias, 2008, vol. LXVIII, n.243, 37-66 (y bibliografía). Es natural reenviar a J. Lokhart, El mundo hispano peruano, 1532-1560, México, 1982 (pro 1968). Sobre el infujo de los «Comentarios»: D. H. Brading, The first America. The Spanish Monarchy, creole patriots and the liberal state 1492-1867, Cambridge, 1971. F. Pease G.Y., El dio creador andino, Lima, 1973; A. Flores Galindo, Europa y el País de los Incas. La utopía andina, Lima, 1986; id. Buscando un Inca. Identidad y utopía en los Andes, La Habana, 1986 e. id., In search of an Inca. Identity and utopia in the Andes, intr. C. Aguirre, Ch. F. Walker, Cambridge, 2010; M. Maticorena Estrada, La idea de nación en el Perú, Lima, 1993; E. Montiel, El humanismo americano, 2000; J. Díaz Caballero, Nación y patria. La lectura de los Comentario reales y el patriotismo criollo emancipador, Biblioteca Virtual Cervantes, 2006; J. A. Mazzotti, Garcilaso y los orígenes del garcilasismo: el papel de los Comentarios reales en el desarrollo del imaginario peruano, Biblioteca Virtual Universal, 2010; E. Cortez, «La ficción garcilasista. El Inca Garcilaso de la Vega en la narración peruana», Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, a. XXXV, n.70, Lima-Hannover, 2 sem., 2009, pp. 125-147; id., La imaginación biográfica: El Inca Garcilaso y la formación del campo cultural peruano (1847-1916), Georgetown University, M.A. Washington. DC, 2011; R. Parra, La tiranía del Inca. El Inca Garcilaso y la escritura política en el Perú colonial (1568-1617), Lima, 2015. Finalmente, de gran utilidad es S. Mac Cormack, «State and religion in the Inca Empire», The Cambridge World History, V, Expanding Webs of Exchange and Conflict, 500 CE-1500 CE. Ed. by B-Z.Kedar - M.E. Wiesner -Hanks, Cambridge University Press, 2015, pp. 638-664.

Una consideración particular tienen las intervenciones y consideraciones de M. Vargas Llosa sobre el tema, «El inca Garcilaso y la lengua general» y «el inca Garcilaso y la lengua de todos», hasta el momento presente.

I Imágenes

Nullus locus sine genio

Servio, Comentario a la Eneida 5, 95

Un claro día de enero de 1560 un joven peruano montado en un alazán pardo rojizo deja atrás los nevados altiplanos donde ha pasado sus veinte primeros años de vida y desciende hacia la caliginosa costa donde le espera el barco que lo trasladará a España.

Años más tarde, Gómez Suárez de Figueroa, ya conocido como el Inca Garcilaso de la Vega, rememora ese viaje de Cuzco a Lima (en aquel tiempo llamada Ciudad de los Reyes) y luego, por mar, del Nuevo Mundo al Viejo Mundo, hasta alcanzar las onduladas colinas de Montilla.

Los recuerdos aseguran sus convicciones personales. Un océano no es suficiente para separar los enormes espacios americanos de la pequeña Europa donde, realizando hacia atrás el itinerario efectuado por su padre, llega por fin el hombre que con el tiempo se convertirá en la viva imagen del encuentro entre dos civilizaciones. En efecto, en las venas de este hombre que procede de una colonia que fue un imperio y que ahora forma parte de otro imperio donde nunca se pone el sol, se mezcla la sangre real de los Incas con la de la vieja nobleza española. Ese viaje es sin duda una etapa esencial en la vida del hijo del capitán Garcilaso de la Vega y Vargas y de la ñusta1 Chimpu Occlo, hija de Huállpa Túpac Inca, cuarto hijo del emperador Túpac Inca Yupanqui, y sobrina carnal del gran Huayna Cápac.

El joven mestizo lleva consigo escaso equipaje. Los pesos de oro recibidos de su madre a cambio de la renta de la chacra de coca de Havisca, heredada de su padre, y los 60 ducados que María de Chávez, viuda del primo de su padre Gómez de Tordoya, le confió a él y a Pedro de Rocha, tal vez su compañero de viaje, con los cuales tendrá que redimir un censo sobre unas tierras en Badajoz. Se trata de un pequeño tesoro en un país célebre por sus riquezas (de esa época es la expresión «vale un Perú») pero en el que no circula ni un maravedí ni tampoco se acuña moneda, tanto que la vieja Isabel, la única mendiga de Cuzco, se contenta con un puñete de maíz.

Probablemente lleva una talega de cuero colgada a la silla con al menos «doscientos clavos y cuatro herraduras aderezadas y su martillo y tenazas y pujavante», herramientas necesarias para mantener en orden las herraduras del caballo que pertenecía a su padre, como atestigua la G allí esculpida, regalo de su viuda Luisa Martel de los Ríos a quien, en 1549, su madre tuvo que ceder el paso.

Gómez Suárez, que por entonces tenía diez años, quedó en la casa del padre, gozando de una posición privilegiada en la que había vivido desde su nacimiento. Era uno de los numerosos hijos de otros conquistadores como su padre con los que pasó la adolescencia. Una historia habitual en una época en que las uniones libres están muy extendidas, también en Europa, y en la que se acostumbran contraer matrimonios mixtos.

El capitán, que tuvo otros hijos naturales, las niñas Leonor de la Vega en España y Francisca de la Vega en Perú, hija de la palla María Pilcosisa, lleva consigo al pequeño mestizo, que nació cuando él llegó a Cuzco y que bautizó con un nombre de familia. En el testamento del 3 de marzo de 1559 el capitán Garcilaso de la Vega y Vargas piensa con cuidado en este único hijo varón que, sin embargo, puede heredar solo una mínima parte de los bienes paternos. En efecto, según consta en el documento, «por el amor que le tengo… mando a Gómez Suárez mi hijo natural 4 000 pesos de oro e plata ensayada e marcada para con que se vaya a Castilla a estudiar y en los reynos de Castilla se le empleen en rentas conforme al parecer e voluntad del señor Antonio de Quiñones, al qual pido por merced tener a cargo de myrar por él e que estos dineros y los reditos dellos no entren en poder del dicho Gómez Suárez hasta que tenga hedad cumplida…»2

El padre no piensa para él en el oficio de las armas, que entiende como una prerrogativa exclusiva de la aristocracia. Cree que estudiar podría ser una excelente solución para el chico, que ya posee una buena formación y siempre dio muestra de inteligencia y capacidades, para abrirle un camino en la burocracia española o colonial o para que llegue a ser un clérigo sabio. Un letrado tiene bastantes posibilidades de obtener una buena colocación.

Los ejecutores testamentarios del capitán, fallecido el 18 de mayo de ese año, son su mujer, heredera universal junto con su hija Blanca y el niño que va a nacer, Diego de los Ríos, y el leal Juan de Alcobaça. El 18 de enero de 1560 su cuñado Antonio de Quiñones le pide a Ruy López de Torres y a Alejo González Gallego que entreguen los 4 000 pesos a Francisco Torres, mercader residente en Sevilla, que a su vez tiene que entregarlos a los hermanos mayores del capitán que quedaron en España, Gómez Suárez de Figueroa y el capitán Alonso de Vargas, para que costeen el sustento del chico hasta la mayoría de edad. Torres promete comprar los «juros para la educación de Gómez Suárez de Figueroa».

Para bajar al centro de la nueva capital de lo que ya era el Virreinato del Perú, el hombre del altiplano necesitaba atravesar una larga calle cerca del barrio de Carmenca que, rumbo al sudoeste, le conduce hasta Chinchasuyu. Parte entonces de la casa paterna, un lugar querido y de obligada referencia, aunque no fuera siempre para él sereno y tranquilo.

En el apacible y ligero viento del altiplano los contornos y el perfil de Cuzco se desvanecen lentamente.

Cada lugar tiene un alma. Genius loci, la expresión con la cual los antiguos romanos indicaban la divinidad que ahí presidía, hoy se usa en arquitectura para determinar la identidad de un lugar que puede tener características eternas o variables, significando así una historia hecha de una precisa cronología y de culturas diferentes.

Cusco, Perú

Yi-Fu Tuan escribe que el lugar es una entidad única, posee una historia y un significado, es una realidad que hay que entender a través de la interpretación de unas personas que le atribuyeron (o le atribuyen) un valor. El espíritu del lugar, su identidad, su unicidad, se entiende solo frecuentándolo, y a través de la percepción, no de los sentidos. Los lugares son importantes esencialmente como depositarios y transmisores de los valores, significados y aspiraciones que el ser humano expresa. El valor emocional que el hombre les atribuye es muy importante. Las ciudades en las que vivimos son lugares con los cuales creamos un vínculo afectivo que evoluciona y se modifica en el tiempo.

El hombre que está ahora alejándose de Cuzco nunca la olvidará. Para él su patria será siempre el «ombligo del mundo», como su nombre indica, el centro de una gran historia que nació del relato a dos voces, la del padre y la de la madre. Fundada por Manco Inca y Mama Ocllo por voluntad divina y fundada por segunda vez por los españoles, la Cuzco que se llevará consigo es el corazón de una nación nueva, otra Roma, que es superior a ella solo porque hubo quien, escribiendo su historia, trasmitió su memoria.

Todo se disuelve y todo renace. Desde niño tuvo en sus manos los instrumentos, los dos idiomas y la escritura, esenciales para construir además de una nueva historia un nuevo idioma que se le adaptara. El alma de esta ciudad es como la suya, el resultado de la fusión de dos mundos. Solo él puede entender el espíritu del lugar, lograr que no se pierda nada de un mundo pasado que otros pretenden describir sin conocer su idioma ni su historia anterior y actual.

Antes de partir, el joven saluda al corregidor de Cuzco, Juan Polo de Ondegardo, a quien conoce desde hace mucho. Más tarde, cuando ya se llama el Inca Garcilaso de la Vega, lo recordará como «hombre prudente y sabio». Son hombres como él, funcionarios de la Corona o gente de iglesia, quienes merecen dar testimonio de lo que ocurre en aquella zona donde a menudo los guerreros no saben escribir3.

… al principio del año de mil y quinientos y sesenta, que, habiendo de venirme a España, fui a la posada del licenciado Polo de Ondegardo, natural de Salamanca, que era corregidor de aquella ciudad, a besarle las manos y despedirme de él para mi viaje. El cual, entre otros favores que me hizo, me dijo: «Pues que vais a España, entrad en ese aposento; veréis algunos de los vuestros que he sacado a luz, para que llevéis que contar por allá». En el aposento hallé cinco cuerpos de los Reyes Incas, tres de varón y dos de mujer. El uno de ellos decían los indios que era este Inca Viracocha; mostraba bien su larga edad; tenía la cabeza blanca como la nieve. El segundo, decían que era el gran Túpac Inca Yupanqui, que fue bisnieto de Viracocha Inca. El tercero era Huayna Cápac, hijo de Túpac Yupanqui y tataranieto del Inca Viracocha. Los dos últimos no mostraban haber vivido tanto, que, aunque tenían canas, eran menos que las del Viracocha. La una de las mujeres era la Reina Mama Runtu, mujer de este Inca Viracocha. La otra era la Coya4 Mama Ocllo, madre de Huayna Cápac, y es verosímil que los indios los tuviesen juntos después de muertos, marido y mujer, como vivieron en vida. Los cuerpos estaban tan enteros que no les faltaba cabello, ceja ni pestaña. Estaban con sus vestiduras, como andaban en vida: los llautos en las cabezas, sin más ornamento ni insignias de las reales. Estaban asentados, como suelen sentarse los indios y las indias: las manos tenían cruzadas sobre el pecho, la derecha sobre la izquierda; los ojos bajos, como que miraban al suelo.

El Padre Maestro Acosta, hablando de uno de estos cuerpos, que también los alcanzó Su Paternidad, dice, libro sexto, capítulo veintiuno: «Estaba el cuerpo tan entero y bien aderezado con cierto betún, que parecía vivo. Los ojos tenía hechos de una telilla de oro; tan bien puestos, que no le hacían falta los naturales», etc. Yo confieso mi descuido, que no los miré tanto, y fue porque no pensaba escribir de ellos; que si lo pensara, mirara más por entero cómo estaban y supiera cómo y con qué los embalsamaban, que a mí, por ser hijo natural, no me lo negaran, como lo han negado a los españoles, que, por diligencias que han hecho, no ha sido posible sacarlo de los indios: debe de ser porque les falta ya la tradición de esto, como de otras cosas que hemos dicho y diremos. Tampoco eché de ver el betún, porque estaban tan enteros que parecían estar vivos, como Su Paternidad dice. Y es de creer que lo tenían, porque cuerpos muertos de tantos años y estar tan enteros y llenos de sus carnes como lo parecían, no es posible sino que les ponían algo; pero era tan disimulado que no se descubría.

El mismo autor, hablando de estos cuerpos, libro quinto, capítulo sexto, dice lo que sigue: «Primeramente los cuerpos de los Reyes y señores procuraban conservarlos, y permanecerían enteros, sin oler mal ni corromperse, más de doscientos años. De esta manera estaban los Reyes Incas en el Cozco, cada uno en su capilla y adoratorio, de los cuales el visorrey Marqués de Cañete (por extirpar la idolatría) hizo sacar y traer a la Ciudad de los Reyes tres o cuatro de ellos, que causó admiración ver cuerpos humanos de tantos años, con tan linda tez y tan enteros», etc. Hasta aquí es del Padre Maestro, y es de advertir que la Ciudad de los Reyes (donde había casi veinte años que los cuerpos estaban cuando Su Paternidad los vio) es tierra muy caliente y húmeda, y por ende muy corrosiva, particularmente de carnes, que no se pueden guardar de un día para otro; que con todo eso, dice que causaba admiración ver cuerpos muertos de tantos años con tan linda tez y tan enteros. Pues cuánto mejor estarían veinte años antes y en el Cozco, donde, por ser tierra fría y seca, se conserva la carne sin corromperse hasta secarse como un palo. Tengo para mí que la principal y mejor diligencia que harían para embalsamarlos sería llevarlos cerca de las nieves y tenerlos allí hasta que se secasen las carnes, y después les pondrían el betún que el Padre Maestro dice, para llenar y suplir las carnes que se habían secado, que los cuerpos estaban tan enteros en todo como si estuvieran vivos, sanos y buenos, que, como dicen, no les faltaba sino hablar. Náceme esta conjetura de ver que el tasajo que los indios hacen en todas las tierras frías lo hacen solamente con poner la carne al aire, hasta que ha perdido toda la humedad que tenía, y no le echan sal ni otro preservativo, y así seca la guardan todo el tiempo que quieren. Y de esta manera se hacía todo el carnaje en tiempo de los Incas para bastimento de la gente de guerra.

Acuérdome que llegué a tocar un dedo de la mano de Huayna Cápac; parecía que era de una estatua de palo, según estaba duro y fuerte. Los cuerpos pesaban tan poco que cualquiera indio los llevaba en brazos o en los hombros, de casa en casa de los caballeros que los pedían para verlos. Los llevaban cubiertos con sábanas blancas; por las calles y plazas se arrodillaban los indios, haciéndoles reverencia, con lágrimas y gemidos; y muchos españoles les quitaban la gorra, porque eran cuerpos de Reyes, de lo cual quedaban los indios tan agradecidos que no sabían cómo decirlo.

La mano de Huayna Cápac, el último gran emperador de un imperio desaparecido, está fría. Sin embargo, el joven lleva consigo las palabras y las imágenes que acompañaron su infancia: «A Huayna Cápac, ocupado en las cosas dichas, estando en los reales palacios de Tumipampa, que fueron de los más soberbios que hubo en el Perú, le llegaron nuevas de que gentes extrañas y nunca jamás vistas en aquella tierra andaban en un navío por la costa de su imperio, procurando saber qué tierra era aquella…»5

En 1560 todo el mundo está aún en sus manos, pero no puede saber que en el aire suave y ligero de las cumbres andinas termina para siempre su adolescencia. Un largo viaje y un nuevo capítulo de su vida esperan ahora a Gómez Suárez de Figueroa, que mira al porvenir con prometedora confianza.