Título original: QUANTUM SHIFT IN THE GLOBAL BRAIN
Edición original en inglés by Inner Traditions. © 2008 by Ervin Laszlo.
Todos los derechos reservados.
Edición en castellano © 2009 by Editorial Kairós, S.A.
Numancia 117-121, 08029 Barcelona, España
www.editorialkairos.com
© de la traducción del inglés: Miguel Portillo
Revisión: Amelia Padilla
Primera edición: Abril 2009
Primera edición digital: Diciembre 2010
ISBN-13: 978-84-7245-704-1
ISBN epub: 978-84-7245-889-5
Composición: Replika Press Ltd. Std. India
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Dedicado a Jenna, Ishana,
Kahlia Paola,
y a todos los jóvenes
que dirigirán el cambio cuántico
hacia un mundo mejor
Introducción: la revolución de la realidad
PARTE I: MACROCAMBIO SOCIAL
1. Evolución o extinción: ésa es la cuestión
2. La dinámica del macrocambio
3. Las raíces de la insostenibilidad
4. Una manera mejor de crecer
5. Una nueva visión
6. Una ética planetaria
7. La cultura de Holos
8. ¡Evolución, no extinción! Un llamamiento desde Fidji
PARTE II: CAMBIO DE PARADIGMA EN LA CIENCIA
9. El pleno cósmico: el nuevo concepto fundamental de la realidad
10. Coherencia no local: el nuevo concepto de la realidad manifiesta
11. El campo akásico: el recién redescubierto concepto de la realidad
12. Implicaciones metafísicas, teológicas y éticas
13. La siguiente evolución de la consciencia humana
PARTE III: EL CAMBIO GLOBAL EN ACCIóN. EL CLUB DE BUDAPEST Y SUS INICIATIVAS
14. Breve historia del Club de Budapest
15. Manifiesto sobre la consciencia planetaria
16. Principales actividades del Club de Budapest
17. Objetivos de la GlobalShift University
18. Objetivos del consejo de la sabiduría mundial
19. Objetivos del Estudio Internacional de Culturas Emergentes
20. Objetivos de las Jornadas de Meditación-Oración por la Paz Global
Anexo:comunicación más allá de la tumba. Explorando una explicación
Bibliografía
El cerebro global es la energía cuasi neuronal y la red de procesamiento de información creada por 6.000 millones de seres humanos en el planeta, que interactúan de muchas maneras, tanto públicas como privadas, y a muchos niveles, tanto locales como globales.
Un cambio cuántico en el cerebro global es una transformación repentina y fundamental en las relaciones de un importante segmento de los 6.000 millones de seres humanos para acercarse entre sí y a la naturaleza –un macrocambio social–, y por tanto una transformación repentina y fundamental en las percepciones más avanzadas sobre la naturaleza de la realidad: un cambio de paradigma en la ciencia. Los dos cambios conforman juntos una verdadera “revolución de la realidad” tanto en la sociedad como en la ciencia.
En la primera década del siglo XXI nos enfrentamos a una nueva realidad, individual y colectivamente. Nuestra realidad está cambiando porque el mundo humano se ha tornado inestable y ya no es sostenible. Pero la revolución de la realidad conlleva una oportunidad única. Ésta es la primera década en la historia en la que se nos presenta la posibilidad de elegir entre ser la última década de un mundo marchito y obsoleto o la primera de uno nuevo y factible.
La realidad que aflora es radicalmente nueva. Experimentamos cambios y sorpresas cada vez más frecuentes y de mayor magnitud, que no se deben únicamente a la ceguera y la ignorancia. Lo que está cambiando es nuestra realidad. Y como señaló el economista Kenneth Boulding, lo único que no debería sorprendernos son las sorpresas.
La nueva realidad es de naturaleza intrínsecamente sorprendente. Nada sigue siendo de la misma manera que antes; todo se “bifurca”. Esta expresión, que proviene de las matemáticas y de la teoría del caos, indica que el desarrollo de un sistema encuentra un cambio rápido y totalmente imprevisto. Vivimos en una era de bifurcación en medio de una transformación fundamental de nuestro mundo: en un macrocam-bio.
El cambio de la realidad que experimentamos tiene que ver con la manera en que nos relacionamos entre nosotros, con la naturaleza y con el cosmos. Hasta ahora, pocos de nosotros habíamos sospechado que esta realidad pudiera cambiar en breve pues la gran masa de la humanidad continuaba asumiendo que las cosas seguirían más o menos de la misma manera que hasta este momento: más de lo mismo. Pero el año 2007 nos ha demostrado que el “más de lo mismo” se ha acabado. Los rusos celebraron la Nochevieja en la Plaza Roja sin el menor atisbo de nieve o hielo; en enero, los neoyorquinos se pasearon por Central Park en mangas de camisa; el centro de Groenlandia está siendo ocupado por un lago de las dimensiones del lago Michigan, el lago Superior y el lago Erie juntos; y poco queda de la legendaria nieve en la cima del Kilimanjaro. Cualquiera que dude de que el mundo en que vivimos está cambiando debe estar ciego, ser muy obstinado o simplemente estúpido.
Sí, desde luego, el clima es sólo uno de los muchos cambios que se están produciendo aunque es el más evidente. Existen otros muchos factores relacionados con el cambio climático que van a provocar a su vez cambios en la ecología, así como en el terreno económico, social, político y cultural. La cuestión de base es, con toda probabilidad, que continuar como hasta ahora nos conducirá a una bifurcación catastrófi-ca: a un aciago punto crítico.
Cambiar ha dejado de ser una mera teoría, ya no es una posibilidad, es una realidad, un imperativo para nuestra supervivencia. Continuar con “más de lo mismo” (MDLM) es una actitud suicida.
Resulta interesante e importante constatar que el mapa del mundo también está cambiando; la propia ciencia se encuentra a las puertas de un cambio de paradigma. El nuevo paradigma nos proporciona una comprensión más profunda de la naturaleza de los cambios cuánticos en sistemas complejos, tanto naturales como sociales. Los sistemas complejos no evolucionan sin problemas, paso a paso, son muy poco lineales. Sólo evolucionan paso a paso hasta un punto, y luego franquean un umbral de estabilidad y o bien se descomponen o se bifurcan. Eso es cierto respecto a la evolución de las estrellas (llegadas a un cierto punto, o bien explotan como supernovas, o expelen la materia que pasará a convertirse en el material de la siguiente generación de estrellas, o bien desaparecen en un agujero negro); también vale para las especies vivas (tarde o temprano a lo largo de su vida, la mayoría de las especies se ven amenazadas por el peligro de extinción, y entonces o bien mutan en una especie más factible o se extinguen); y lo mismo puede decirse de civilizaciones enteras (éstas también evolucionan o desaparecen, como demostró la experiencia del mundo comunista en el invierno de 1989/1990).
¿Significa eso que la sociedad humana está condenada y que incluso podemos extinguirnos como especie? La actual forma dominante de civilización parece haber alcanzado sus límites y está condenada a cambiar. Pero nuestra liquidación como especie, si bien no puede ser excluida, no está decidida, ni mucho menos. Contamos con unos enormes e inexplorados recursos para afrontar a los desafíos que se alzan ante nosotros. Disponemos de todo un abanico de nuevas y sofisti-cadas tecnologías, y en la vanguardia de las ciencias emergen nuevas y radicales perspectivas y percepciones.
Ssin embargo, la principal intuición procedente del nuevo paradigma científico no es tecnológica. Es la confirmación que algunos siempre han sentido, pero para la cual no hallaron explicación racional: la estrecha relación entre nosotros y con el cosmos. Los pueblos tradicionales la conocieron y la vivieron, pero la civilización moderna primero la descuidó y luego la negó. No obstante, la experiencia espiritual genuina ofrece una evidencia directa de los vínculos que compartimos entre nosotros y con toda la creación, y ahora la ciencia confirma la validez de esas intuiciones.
Más o menos hasta finales de la última década, los cien-tíficos y las mentes científicas consideraron una ilusión la sensación de la interconexión entre los seres humanos, y la de éstos con la naturaleza. A partir de entonces empezaron a manifestarse las evidencias al respecto. Si consideramos nuestras conexiones en el marco de las nuevas ciencias –so-bre todo de la física cuántica–, veremos que aparecen indicaciones acerca de que la “unión” que la gente experimenta a veces no es ilusoria y que la explicación no está más allá del campo de la ciencia. Igual que los cuantos, y los átomos y moléculas, pueden conectarse instantáneamente a través del tiempo y el espacio, también los organismos vivos –sobre todo el cerebro y sistema nervioso complejo y suprasensible de los organismos evolucionados– pueden conectarse instantáneamente con otros organismos, con la naturaleza y con el cosmos en su conjunto. Se trata de algo vital, importantísimo, pues admitir la intuición de las conexiones con nuestra consciencia cotidiana puede inspirar la solidaridad que tanto necesitamos para vivir en este planeta, para vivir en armonía entre nosotros y con la naturaleza.
El oráculo de Delfos advertía: «Conócete a ti mismo». Deberíamos completar esa exhortación diciendo: «Conócete a ti mismo como parte de un mundo interconectado que cambia con rapidez». Como demostrará este libro, este conocimiento y la sabiduría práctica que se desprende de él han pasado a convertirse en condición previa para la subsistencia de la civilización humana, e incluso de la supervivencia de la especie humana.
Este libro abarca, por primera vez, los dos lados de mis intereses vitales e investigaciones: el lado práctico, concentrado en los problemas, oportunidades y retos a los que ahora nos enfrentamos tanto individual como colectivamente, y el teórico, que recorre los contornos de la realidad sugeridos por los últimos desarrollos en ciencia. Juntos, ambos lados proporcionan una orientación esencial en una época de cambios cuánticos: una época en la que el suelo se mueve bajo nuestros pies, así como nuestra percepción de él.
El grueso de este libro contiene tres partes. La primera es la parte práctica: se centra en el cambio del mundo en el que vivimos. La realidad que experimentamos es sustancial-mente nueva. El desafío que lanza este “macrocambio” es de naturaleza constructiva, tanto en nosotros como en nuestro entorno, y nace de una previsión alumbrada por una toma de consciencia y el consecuente entendimiento. O bien cambiamos con nuestro mundo cambiante –algo que podemos hacer si adquirimos la comprensión necesaria y desarrollamos la voluntad para ello–, o nos arriesgamos a crisis cada vez mayores que nos conducirán a un colapso final.
La segunda parte es teórica, pero tiene por objeto una cuestión eminentemente práctica: cómo entender el mundo en el que vivimos y el universo, su contexto más amplio. Porque no sólo cambia nuestro mundo, sino que también lo está haciendo la ciencia, adoptando la forma de un cambio de paradigma. El concepto de realidad que asoma en las fronteras de la investigación científica guarda poco parecido con el concepto clásico que nos enseñaron en la escuela. El nuevo concepto es más amplio –se extiende a múltiples universos que surgen en un metauniverso posiblemente infinito– y más profundo, alcanzando dimensiones por debajo del terreno del cuanto. Asimismo es más completo, vertiendo luz sobre fenómenos que eran ignorados o considerados “anómalos” y relegados a la metafísica, teología o parapsicología hasta hace muy pocos años.
Los trece capítulos que conforman la primera parte (que trata de nuestro mundo cambiante), así como la segunda (que delinea los cambios en el mapa científico del mundo), conforman un conjunto coherente, si bien cada capítulo puede leerse de forma separada, dependiendo de las preocupaciones e intereses del lector. Tienen por objeto ayudarnos a comprender nuestro mundo cambiante, así como el mapa cambiante del mundo, ayudándonos a capacitar y orientar nuestra evolución al entrar en la fase crítica del macrocambio actual.
La tercer parte pasa de la teoría a la práctica. Describe los orígenes, proyectos y objetivos principales del Club de Budapest, un laboratorio de ideas global fundado por el autor, y que está dedicado a facilitar los cambios que necesitan producirse en nuestro mundo, aplicando las ideas y percepciones que acompañan al nuevo mapa científico de la realidad a la causa de la paz, la sostenibilidad, el bienestar y la supervivencia humana.
La sección final –el anexo– despeja un terreno inexplorado en la cartografía científica de las regiones más profundas de la experiencia humana. Pasa revista a una sorprendente experiencia del autor e intenta interpretarla a la luz del nuevo mapa de la realidad. La experiencia (“transcomunicación” con personas fallecidas recientemente) es de una importancia tan pasmosa que merece que nos aventuremos más allá de los límites de la ciencia establecida, que –deberíamos añadir– no son, en absoluto, los límites de la percepción y comprensión humanas.
De haber vivido en la actualidad, Hamlet, príncipe de Dinamarca, hubiera afirmado con una mayor convicción: ser o no ser es, sin duda, la cuestión. Hamlet no pensaría en el cráneo de un ser humano, sino en este planeta de color turquesa, el hogar de la humanidad. ¿Cuánto tiempo podrá seguir manteniéndonos? ¿Acabaremos destruyendo sus delicados equilibrios, o nos propondremos curar el daño que ya le hemos infligido? ¿Sabremos evolucionar como una especie social y culturalmente consciente, o nos extinguiremos como los dinosaurios?
La cuestión es: ¿evolución o extinción?
Un proverbio chino advierte: «Si no cambiamos de dirección, es probable que acabemos llegando exactamente adonde nos dirigimos». Aplicado al mundo de hoy en día sería desastroso:
Existe una inseguridad cada vez mayor tanto en países ricos como pobres, así como una mayor propensión en muchas regiones del mundo a echar mano del terrorismo, la guerra y otras formas de violencia.
El fundamentalismo islámico se extiende por el mundo musulmán, los neonazis y otros movimientos extremistas resurgen en Europa, y el fanatismo religioso hace acto de presencia en todo el mundo.
Los gobiernos tienden a contener la violencia organizando guerras; los gastos militares mundiales no han hecho más que aumentar en los últimos ocho años, alcanzando más de un billón (un trillón estadounidense) de dólares al año.
Uno de cada tres habitantes urbanos del mundo vive en barrios de chabolas, suburbios miserables y guetos urbanos. Más de 900 millones de personas aparecen clasificadas como habitantes de barrios bajos y degradados. En los países más pobres, el 78% de la población urbana subsiste en condiciones críticas y peligrosas.
Aunque las mujeres y las niñas tienen más acceso a la educación que en épocas anteriores, en muchas partes del mundo son pocas las mujeres que cuentan con un empleo, y muchas más las que se ven obligadas a hacer equilibrios para llegar a fin de mes en el “sector informal”.
La frustración y el descontento no hacen más que aumentar ya que el poder y la riqueza están cada vez más concentrados, aumentando la brecha entre los ricos y poderosos y la población pobre y marginada. El 80% del producto interior mundial pertenece a 1.000 millones de personas; el 20% restante lo comparten 5.500 millones.
El cambio climático amenaza con convertir grandes extensiones del planeta en zonas inhabitables y no cultivables. Pocos son los países que siguen siendo autosuficientes en términos alimentarios, y las reservas mundiales de alimentos no hacen sino disminuir.
La cantidad de agua potable disponible es cada vez menor; más de la mitad de la población mundial se enfrenta a restricciones de agua potable. Por término medio mueren 6.000 niños al día a causa de la diarrea provocada por la contaminación del agua.
No vamos en la buena dirección. ¿Pero hacia dónde podemos ir?
Si continuamos de esa manera, el preludio del inevitable colapso se manifestará en forma de condiciones críticas surgiendo en las regiones más expuestas a los perniciosos efectos del cambio climático. En esas regiones, hogar de cientos de millones de personas:
Las cambiantes pautas climáticas provocan sequías, tormentas devastadoras y la pérdida general de las cosechas.
Las zonas del litoral se ven inundadas a causa del ascenso del nivel del mar.
Las hambrunas aumentan en zonas que dependen de un nivel adecuado de precipitaciones para la producción de alimentos, y en otras que se ven expuestas a tornados, huracanes y tormentas de inusitada violencia.
Enormes oleadas de inmigrantes procedentes de las regiones más devastadas se lanzan a la búsqueda de otros lugares en los que poder obtener recursos.
El colapso de las regiones más pobres y más expuestas crea una seria amenaza global en términos de seguridad:
Epidemias de enfermedades infecciosas se extienden por África, Asia y las Américas, debido a olas de calor, el desencadenamiento de plagas que afectan a los cultivos y la contaminación del agua potable.
Las oleadas de emigración hacia regiones relativamente a salvo crean una gran presión sobre la base de los recursos locales, dando paso a conflictos con las poblaciones nativas.
Los grupos terroristas, los proliferadores nucleares, narco- traficantes y el crimen organizado forman alianzas con em presarios sin escrúpulos, aumentando la escala y el alcance de sus actividades.
De camino hacia el colapso podemos anticipar drásticos cambios en los procesos económicos y políticos, así como en la ecología, acompañados de todo tipo de repercusiones militares.
El terrorismo extiende sus actividades, junto con ataques declarados y no declarados a países sospechosos de albergar y proteger a terroristas.
La Alianza del Atlántico Norte, que integra a Europa, los Estados Unidos y Rusia, se viene abajo.
Francia, Alemania, Rusia y China crean una coalición a fin de equilibrar lo que consideran como una creciente hegemonía económico-militar de los Estados Unidos, junto a Brasil, la India, Corea del Sur y otras naciones desarrolladas.
El gasto militar global experimenta un gran aumento, ya que los Estados Unidos y sus aliados, así como los países del bloque contrario, inician una espiral armamentista.
El estancamiento económico global, combinado con el unilateralismo estadounidense, debilita el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio. Como los acuerdos económicos regionales resultan más atractivos que los multilaterales y el comercio bilateral con los Estados Unidos, las guerras comerciales son cada vez más frecuentes y desestabilizadoras.
Se cancelan los acuerdos comerciales norte-sur y los flujos comerciales se interrumpen; se tambalea el sistema financiero-económico mundial.
Las personas empujadas a situaciones de pobreza se unen, rebelándose contra los terratenientes y funcionarios locales.
Las restricciones de agua y alimentos en el África subsa-hariana, China, Surasia y Mesoamérica generan guerras por el agua y los alimentos.
La sobreexplotación de los terrenos y la sobrepesca en mares y ríos reducen las cosechas y las capturas en los países industrializados, provocando una creciente dependencia de las cada vez menores reservas alimentarias mundiales.
El hambre y las condiciones insalubres aceleran la difusión del VIH/sida, SARS y de otras epidemias en los países pobres.
La corriente del Golfo oscila, produciendo temperaturas heladas en primavera y verano en Europa occidental y septentrional.
El conflicto político y económico entre los Estados Unidos y sus aliados y el bloque político-militar opuesto alcanza su punto culminante; los halcones y los grupos de presión armamen-tísticos instan al uso de las armas y a la destrucción masiva.
Regímenes de mano dura se hacen con el poder en el hemisferio sur, decididos a utilizar la fuerza de las armas para enderezar lo que consideran agravios.
Estallan guerras regionales en tradicionales puntos calientes, que se extienden a los países vecinos.
Los principales bloques militar-político-económicos deciden utilizar sus arsenales de armas tecnológicas con el fin de alcanzar sus objetivos económicos y políticos.
Algunos de los regímenes de mano dura utilizan armas nucleares, químicas y biológicas para resolver conflictos regionales.
La guerra con armamento convencional y no convencional se convierte en un conflicto a escala global.
No cambiar conduce al colapso. Pero podemos tomar otro camino.
La experiencia del terrorismo y la guerra, junto con el aumento de la pobreza y las amenazas que anuncia el cambio climático, desencadenan cambios positivos en la manera de pensar de la gente. La idea de que los individuos y los grupos pequeños pueden ser agentes eficaces de transformación hacia un mundo más pacífico y sostenible pasa a formar parte del imaginario de más y más personas. La gente de distintas culturas y niveles de vida se unen para afrontar las amenazas que se ciernen sobre todos por igual.
El aumento a nivel mundial de movimientos populares por la paz y la cooperación internacional provoca la elección de figuras políticas de motivaciones similares, proporcionando un nuevo ímpetu a proyectos de cooperación económica y solidaridad intercultural.
Los líderes políticos y de opinión despiertan a la urgente necesidad de ayudar a las poblaciones más amenazadas y de crear organizaciones de alcance mundial a fin de controlar las amenazas, proporcionar sistemas de alarma y obtener los fondos necesarios para llevar a cabo operaciones de rescate.
Líderes y magnates empresariales de todo el mundo deciden adoptar una estrategia en la que la obtención de beneficios y el crecimiento están fundamentados en la necesidad de la responsabilidad social y ecológica corporativa.
Aparece un Parlamento electrónico en línea, que pone en comunicación a todos los parlamentarios del mundo, proporcionando un foro para la realización de debates sobre la mejor manera de servir al bien común.
Las organizaciones no gubernamentales se conectan a tra vés de Internet y desarrollan estrategias compartidas para restaurar la paz, revitalizar regiones y entornos arrasados por la guerra, así como para asegurar un adecuado suminis tro de alimentos y agua. Fomentan políticas social y ecoló gicamente responsables en el ámbito de los gobiernos loca les y nacionales, así como en el mundo de los negocios.
El dinero se reasigna, pasando de los presupuestos militares y de defensa a financiar intentos prácticos de resolución de conflictos y a la implementación de proyectos sociales y ecológicamente sostenibles y coordinados a nivel global.
Se crea un programa mundial de energías renovables, que abre paso a una tercera revolución industrial que utiliza la energía solar y otras fuentes energéticas renovables de cara a transformar la economía global, proporcionar agua potable y sacar a las poblaciones marginadas de los depravados ciclos de pobreza.
La agricultura vuelve a ocupar un lugar de importancia capital en la economía mundial, tanto produciendo alimentos básicos como cosechas energéticas y materias primas para comunidades e industrias.
Los líderes empresariales de todo el mundo unen sus fuerzas para crear una economía de mercado voluntariamente autorregulada y eco-social que asegura un acceso justo a los recursos naturales, así como a bienes de producción industrial y a la actividad económica a todos los países y poblaciones.
Se reforman las estructuras de gobierno nacionales y continentales, o bien se crean otras nuevas, empujando a los Estados hacia la democracia participativa y liberando una oleada de energía creativa entre unas poblaciones cada vez más facultadas y activas.
El sistema de mercado eco-social consensuado y global-mente coordinado empieza a funcionar; como resultado, los recursos naturales destinados a la salud y el bienestar pasan a estar disponibles para toda la comunidad mundial.
La desconfianza internacional e intercultural, los conflictos étnicos, la opresión racial, la injusticia económica y la desigualdad entre los sexos dan paso a un nivel más elevado de confianza y a la voluntad compartida de lograr relaciones pacíficas entre los Estados y sostenibilidad en la economía y el medio ambiente.
Podemos cambiar de dirección: con una transformación a tiempo podríamos crear un mundo pacífico y sostenible. ¿Lo haremos? Einstein nos dijo que no podíamos resolver un problema con la misma manera de pensar que lo había provocado. No obstante, hasta ahora eso es precisamente lo que intentamos hacer. Luchamos contra el terrorismo, la pobreza, la delincuencia, los conflictos culturales, el cambio climático, la degradación medioambiental, las enfermedades e incluso la obesidad y otras “enfermedades de la civilización” utilizando los mismos medios y métodos que crearon los problemas: echamos mano de ejércitos y fuerzas policiales, de apaños tecnológicos y de medidas que producen remedios temporales. No hemos sido capaces de hacer acopio de la voluntad y la visión necesarias para llevar a cabo una transformación oportuna.
En la primavera de 2006, el biólogo británico James Love-lock, que 30 años antes había descubierto que la Tierra posee un sistema de control planetario que la mantenía en forma y habitable (la “hipótesis Gaya”), proclamaba que este sistema de control había sido destruido y que ello no tardaría en crear condiciones que acabarían resultando fatales para la humanidad. El calentamiento de la atmósfera provocado por la actividad humana crearía, en palabras de Lovelock, «un clima infernal». La temperatura media aumentaría unos seis grados en las regiones templadas y alrededor de cuatro en el trópico. «El estado físico de la Tierra debería considerarse como de enfermedad grave, que pronto pasará a convertirse en una fiebre enfermiza que puede durar hasta 100.000 años.» «Creo que no tenemos más alternativa –concluía Lovelock en The Revenge of Gaia– que prepararnos para lo peor, y asumir que hemos traspasado el umbral.» El umbral al que se refiere es el punto en que la dinámica de automantenimiento del sistema se viene abajo y conduce de forma irreversible a la catástrofe.
¿Hemos alcanzado ya ese punto catastrófico? No lo sabemos a ciencia cierta, pero las noticias no son precisamente muy esperanzadoras. El clima global se está resquebrajando, repleto de puntos críticos y bucles de realimentación más allá de los que el lento e inexorable desmoronamiento medioambiental da paso a un súbito colapso que se autoperpetúa. Existen equilibrios vitales que van degradándose, en la atmósfera, en los océanos y en los sistemas de agua dulce, así como en los terrenos de cultivo. Las consecuencias incluyen el efecto invernadero y una reducción de la productividad de mares, lagos, ríos y tierras de labor.
También hay cierto número de procesos críticos que se au-toalimentan y que están fuera de control. Con el deshielo del Ártico, el mar absorbe más calor, lo que provoca más deshielo; desaparece el pergelisol o permafrost siberiano, el metano liberado de la turbera subyacente aumenta el efecto invernadero, provocando más descongelación y, por tanto, más metano.
Pero los argumentos catastróficos pasan por alto una cuestión fundamental: no reconocen que la naturaleza no es el único sistema dinámico capaz de una rápida transformación, pues también lo es la humanidad. Cuando un sistema así se acerca a un punto en que las estructuras y retroalimentaciones existentes dejan de poder mantener su integridad, se torna ultrasensible y responde incluso a la menor de las provocaciones hacia el cambio. En este estado resultan posibles los “efectos mariposa” (esos efectos reciben su nombre de los “atractores caóticos”, descubiertos por el meteorólogo Edward Lorenz cuando intentaba acotar los cambios progresivos en el clima global. Se les identifica popularmente con la idea de que la diminuta corriente de aire provocada por el batir de las alas de una mariposa puede amplificarse enormemente y acabar creando una tormenta al otro extremo del planeta). En nuestro mundo cuasi caótico, inestable, y por tanto ultrasensible, “mariposas” como el pensamiento, los valores, la ética y la consciencia de una masa crítica de la sociedad pueden desencadenar una transformación fundamental.
Nos estamos acercando a un punto crítico, pero la situación está lejos de ser desesperada: al acercarse al umbral de colapso de los sistemas, las predicciones catastróficas tienen un efecto paradójico. Elevan el nivel de consciencia de las personas, motivan un amplio cambio de consciencia y pueden acabar siendo profecías autocontradictorias.
La situación política puede tornarse paradójica. Las políticas bienintencionadas crean la impresión de que la situación está controlada y que la crisis está siendo regulada, no pudiendo catalizar por ello la voluntad de una transformación fundamental. A este respecto resulta más útil una estrategia retrógrada. Sin querer, pero efectivamente, consigue motivar a las personas para que insistan en un cambio radical; empuja y catapulta a más gente a pasar a la acción.
En el momento presente siguen dominando las políticas retrógradas. A fin de cuentas no está tan mal. En los segmentos más avanzados de la población aumenta el nivel de urgencia en pos de reformas económicas, sociales y políticas.
La masacre de inocentes aldeanos y turistas de vacaciones provocada por el tsunami del Sur de Asia y el Sudeste asiático dio paso a actos de solidaridad y generosidad a nivel mundial. El cataclismo producido por el huracán Katrina hizo que la gente “se pusiese en pie” dirigiéndose hacia Washington para protestar contra la política de la Administración, concentrada en la guerra petrolífera de Irak y desatendiendo la preparación para responder a los desastres naturales y los apuros de los pobres en el interior de sus fronteras. ¿Esperará la humanidad a que una catástrofe natural o provocada por la mano del hombre ocasione cientos de miles o millones de muertos para demostrar voluntad de cambio? Puede que entonces ya sea demasiado tarde. Debemos, y todavía podemos, dirigirnos hacia un cambio a tiempo de valores, visión y comportamientos.
La evolución hacia una civilización sostenible, o el descenso hacia la crisis, el caos y la posible extinción: ésa, como hubiera dicho Hamlet, es la cuestión.
Vivimos en una época crucial, de inestabilidad y cambio. El futuro está abierto. Podemos caer en el caos y la catástrofe, o bien elevarnos tirando de los cordones de los zapatos hacia un mundo pacífico y sostenible. La elección entre extinción y evolución es real. Es necesario que entendamos cómo se nos vino encima y qué implica.
Lo primero que debemos entender es que la elección de destino que tenemos ante nosotros no es accidental: la manera en que se desarrolla el mundo en el que vivimos cuenta con una lógica propia. Y esa lógica es la de la evolución, tanto en la naturaleza como en la sociedad. Su sello distintivo es la alternancia entre períodos de estabilidad relativa y épocas de una creciente inestabilidad, que acaba tornándose crítica. Cuando la inestabilidad alcanza ese punto crítico, el sistema o bien se viene abajo o cambia a un nuevo estado de estabilidad dinámica. Esos “puntos críticos” constituyen macrocambios, que incluyen todos los aspectos y segmentos de la sociedad: los ricos y los pobres, los sistemas económico y político, así como el sector privado y el público.
Nos acercamos al umbral no sólo de un macrocambio local o nacional sino también global, alimentado por el impacto acumulado a causa del uso irreflexivo de potentes tecnologías. El poder corto de miras y ansioso por obtener beneficios a corto plazo, junto con tecnologías de gran potencia, ha desencadenado el cambio climático, está produciendo hambrunas y escasez de agua potable y conduciéndonos hacia un mundo de litorales inundados, además de toda una variedad de procesos igualmente amenazadores en el plano ecológico. En el interior de las estructuras de la sociedad civil se está abriendo una brecha cada vez mayor entre los ricos y los pobres, con la frustración, el fundamen-talismo y el terrorismo resultantes, que dan paso al aumento de delitos, violencia y guerras.
La amenaza de extinción es real, pero es posible evitarla. En la fase crítica de un macrocambio siempre aparecen nuevas oportunidades, incluyendo la de evolucionar. En este caso, la oportunidad no es la evolución genética, pues no somos únicamente una especie biológica, sino la evolución social y cultural hacia una nueva sociedad y una nueva cultura: hacia una nueva civilización.
La evolución, tanto en la naturaleza como en el mundo humano, se caracteriza por ciertos rasgos básicos que se repiten independientemente de la naturaleza de las cosas que evolucionan, y también de su tiempo y lugar particulares. El primero de esos rasgos recurrentes tiene que ver con la manera en que se desarrollan los procesos evolutivos.
Siempre que se dan, los procesos evolutivos son continuos e imparables, pero no fluidos ni regulares. Aparte de reveses temporales ocasionales, la evolución es sobre todo irreversible, y la manera en que se desarrolla es sumamente no lineal. Un proceso de cambio aparentemente continuado puede de repente desdoblarse en una nueva dirección. El sistema se torna caótico; y en concreto, los atractores en forma de mariposa, descubiertos por el meteorólogo Edward Lorenz, aparecen en el “retrato” dinámico de su evolución.
Figura 1. Diagrama de la bifurcación básica
Como resultado, su trayectoria se escinde, se bifurca. Este proceso resulta evidente siempre y cuando se trate de sistemas complejos que atraviesen un cambio irreversible.
En el umbral de una inestabilidad crítica, las fluctuacio-nes que anteriormente eran corregidas por retroalimentacio-nes negativas autoestabilizantes procedentes del interior del sistema, se descontrolan, rompiendo y abriendo la estructura del sistema. El sistema entra así en un período de caos. El resultado puede ser bien la desintegración del sistema en sus componentes estables individuales (colapso), bien una rápida evolución hacia un tipo de sistema resistente a las fluctuacio-nes que desestabilizaron el sistema anterior (progreso).
En la bifurcación crítica se llevan a cabo varios intentos de ir más allá de la crisis. Los intentos que tratan de mantener el statu quo están condenados al fracaso, y los ).