AVENTURAS DE LA
EPISTEMOLOGíA
AMBIENTAL:

De la articulación
de ciencias al diálogo
de saberes

por

Enrique Leff

legal

Primera edición impresa, 2006

Edición digital, 2013

© Siglo XXI Editores, S.A. de C.V.

ISBN digital: 978-607-03-0496-5

Conversión a libro electrónico: Books and Chips, S.A. de C.V.

A Jacquie
Compañera de mi aventura
Mi mayor ventura

El desierto crece

(Friedrich Nietzsche)

Aquel que piensa grandemente
habrá de errar grandemente
(Martin Heidegger)

La caricia no sabe lo que busca
(Emmanuel Levinas)

Presentación

Este ensayo está dividido en tres partes. La primera es la traducción de un texto preparado para una conferencia ofrecida en el Centro de Desenvolvimento Sustentável de la Universidad de Brasilia el 19 de agosto de 2003,1 cuyo tema central fue una reflexión sobre mi libro Epistemología ambiental, publicado por Cortez Editora en Brasil en 2001. Este texto no es una síntesis de los temas desarrollados en ese libro, que como tal no ha sido editado en español, pero cuyos capítulos forman parte de otros libros publicados con anterioridad en esta lengua.2 Más bien busca comentarlos, viajar por las arterias que articulan el cuerpo de sus argumentaciones, establecer los vínculos entre la osamenta de sus capítulos, entretejer el tejido cartilaginoso y los líquidos linfáticos que los vinculan, para dejar fluir la savia de un pensamiento que busca abrir nuevas conexiones que irriguen el territorio de esta naciente epistemología ambiental.

La segunda parte es una reflexión sobre lo ya pensado, sobre lo que fuera ya explicitado en la narrativa de los textos donde se expresa este pensamiento, pero que habían dejado un pendiente: la necesidad de explicitar y de justificar la coherencia de esta aventura epistemológica. Esta tarea pude haberla dejado a mejores intérpretes y críticos de ese pensamiento bogante y viajero. Pero como responsable de lo que he escrito, no pude reprimir la pulsión por repensarme, antes que tener que desdecirme.

La tercera parte analiza la relación entre el pensamiento dialéctico y el pensamiento de la complejidad en la perspectiva de la racionalidad ambiental, lo que más que un intento por actualizar la dialéctica, aparece como un ejemplo privilegiado para pensar la coherencia posible entre dialéctica y complejidad, entre estructuralismo y postestructuralismo, más allá del pensamiento sistémico y ecológico, abriendo la temática de la interdisciplinaridad, de la totalidad dialéctica y de la contradicción sistémica, hacia el diálogo de saberes.

enrique leff

México, D.F.
24 de mayo de 2006

Notas

1. Cf. Enrique Leff, Aventuras da epistemologia ambiental. Da articulaçâo das ciencias ão diálogo de saberes, Río de Janeiro, Garamond, 2004.

2. El capítulo 1, "Sobre la articulación de las ciencias en la relación naturaleza-sociedad", corresponde a la versión publicada como capítulo 1 de mi libro Ecología y capital, México, Siglo XXI, 1994; el capítulo 2, "Interdisciplinariedad, ambiente y desarrollo sustentable", corresponde al capítulo 2 de Ecología y capital; el capítulo 3, "Pensamiento sociológico, racionalidad ambiental y transformaciones del conocimiento", corresponde a mi ensayo, que forma parte del libro publicado bajo mi coordinación, Ciencias sociales y formación ambiental, Barcelona, Gedisa, 1994; el capítulo 4, "Saber ambiental: del conocimiento interdisciplinario al diálogo de saberes", fue preparado con base en textos publicados en mi libro Saber ambiental, México, Siglo XXI, 1998; el capítulo 5, "Pensar la complejidad ambiental", es el cuerpo principal del texto publicado en mi libro La complejidad ambiental, México, Siglo XXI, 2000.

I. Las circunnavegaciones del saber ambiental

La epistemología ambiental es una aventura del conocimiento que busca el horizonte del saber, nunca el retorno a un origen de donde zarpa el ser humano con su carga de lenguaje; es el eterno retorno de una reflexión sobre lo ya pensado que navega por los mares de los saberes desterrados, arrojados al océano en la conquista de territorios epistémicos por el pensamiento metafísico y por la racionalidad científica. Más que un proyecto con la finalidad de construir un nuevo objeto de conocimiento y de lograr una reintegración del saber, la epistemología ambiental es un trayecto para llegar a saber qué es el ambiente —ese extraño objeto del deseo de saber— que emerge del campo de exterminio al que fue expulsado por el logocentrismo teórico fuera del círculo de racionalidad de las ciencias. Trayecto y no proyecto epistemológico, pues si bien en las tendencias que se proyectan hacia el futuro lo real está ya trastocado por el conocimiento, la creatividad del lenguaje y la productividad del orden simbólico no se anticipan por el pensamiento. El horizonte se pierde en una distancia que no alcanza a mirar la razón. C’est la mer qui s’est allé avec le soleil.

El ambiente no es la ecología, sino la complejidad del mundo; es un saber sobre las formas de apropiación del mundo y de la naturaleza a través de las relaciones de poder que se han inscrito en las formas dominantes de conocimiento. Desde allí parte nuestro errante camino por este territorio desterrado del campo de las ciencias, para delinear, comprender y dar su lugar —su nombre propio— al saber ambiental.

Este itinerario se inició en el encuentro de la epistemología materialista y del pensamiento crítico con la cuestión ambiental que emerge hacia fines de los años sesenta como una crisis de civilización. De allí se ha venido configurando un pensamiento epistemológico que ha tomado al ambiente como su objeto de reflexión, yendo a su encuentro, descubriendo en el camino que el ambiente desbordaba los marcos epistemológicos que intentan circunscribirlo, nombrarlo, codificarlo y administrarlo dentro de los cánones de la racionalidad científica y económica de la modernidad.

La epistemología ambiental conduce este camino exploratorio, más allá de los límites de la racionalidad que sostiene a la ciencia normal para aprehender al saber ambiental, para ir construyendo el concepto propio del ambiente y configurando el saber que le corresponde en la perspectiva de la racionalidad ambiental. En este trayecto se va desplegando el itinerario de una epistemología ambiental —en un continuo proceso de demarcaciones y desplazamientos—, que parte del esfuerzo por pensar la articulación de ciencias capaces de generar un principio general, un pensamiento global y un método integrador del conocimiento disciplinario, para desembocar en un saber que desborda al campo de las ciencias y cuestiona a la racionalidad de la modernidad.

Esta indagatoria ha propiciado un diálogo entre autores dispares, que si en algo confluyen en el espacio del saber ambiental, es justamente por su persistente "fuera de lugar" del campo de positividad que ilumina el logos de la razón, donde se hace presente el ente y se afirma la cosa; se reúnen en esa exterioridad desde donde se mira el encierro de todo pensamiento que aspira a la unidad, la universalidad y la totalidad: del estructuralismo y la teoría de sistemas hasta la fenomenología fundada en la intencionalidad del sujeto y la ontología asentada en una forma genérica del ser en el mundo. El saber ambiental se coloca afuera de la idea del uno, del absoluto y del todo: desde el logocentrismo de las ciencias hasta el saber holístico y las visiones sistémicas que buscan reintegrar el conocimiento en un proyecto interdisciplinario.

El saber ambiental ha puesto en comunicación al estructuralismo con el postestructuralismo; a la modernidad con la posmodernidad; al método científico y la racionalidad económica con los saberes populares; a la ética con el conocimiento. De una mirada crítica a la siguiente, el saber ambiental se ha mantenido fiel a su voluntad de exteriorizarse y riguroso con su falta de conocimiento que lo anima a indagar desde los límites de lo pensado, sin buscar la puerta de entrada que le permitiría fundirse y disolverse con una teoría universal. Conforme con su identidad de extranjero, de judío errante, de indio sin tierra, de pueblo sin dios, siempre amenazado de exterminio, libre de toda atadura, comprometido con la creatividad, con el deseo de saber, con el insondable infinito y con el enigma de la existencia.

El ambiente se va configurando desde esa extraterritorialidad del conocimiento, asumiendo su destierro y su horizonte. Esa condición de externalidad no es la de un saber emergente que el conocimiento establecido puede acoger para completarse y actualizarse. El saber ambiental emerge en el espacio exterior al logos científico y a la esfera de racionalidad dentro de la cual constituyen sus objetos de conocimiento, en estructuras teóricas que se edifican desconociendo, subyugando y expulsando saberes de su campo; ignorando lo real que es su Otro y que no puede abrazar en la positividad de su conocimiento. Esta afirmación paradigmática de la ciencia establece una estrategia de poder en el proceso de apropiación de la naturaleza.

La epistemología ambiental no busca la formalización de un método diseñado para reintegrar y recomponer el conocimiento en el mundo moderno, racionalizado y globalizado que habitamos. El saber ambiental, que nace en el campo de externalidad de las ciencias, se cuela por los intersticios de los paradigmas del conocimiento. Desde diferentes perspectivas lanza nuevas miradas y va barriendo certezas, abriendo los razonamientos cerrados que proyectan al ambiente fuera de las órbitas celestiales del círculo de las ciencias. Lo que une estas miradas críticas es su persistente exterioridad en relación con la ciencia normal y el sistema de conocimientos establecidos, su vocación antitotalitaria y crítica, su inconformidad con los saberes consabidos. Más que un método científico o una visión filosófica para "dejar ser al ser", para des-cubrir el origen y esencia de lo real y la verdad de las cosas, la epistemología ambiental abre la verdad del ser en su por-venir por la resignificación del mundo, de aquello que está más allá de las verdades legitimadas por la legalidad científica. Esta postura epistemológica impide convertir la crítica en dogma y lleva a seguir indagando al saber desde todos los frentes y proyectarlo hacia todos los horizontes.

La crisis ambiental es una crisis del conocimiento. El saber ambiental que de allí emerge como la invasión silenciosa del saber negado, se cuela entre las murallas defensivas del conocimiento moderno; se filtra entre sus mallas teóricas a través de sus estrategias discursivas. La epistemología ambiental derrumba los muros de contención de la ciencia y trasciende todo conocimiento que se convierte en sistema de pensamiento. Llega así a cuestionar al marxismo y al estructuralismo, pero al mismo tiempo usa sus armaduras teóricas contra el proyecto positivista (universalista, cosificador, reificador) del conocimiento. El saber ambiental devela y desentraña las estrategias de poder que se entretejen en la epistemología empirista y racionalista que confunden el ser con el ente, lo real con la realidad, el objeto empírico y el objeto de conocimiento; desenmascara las estrategias conceptuales de las teorías de sistemas y del pensamiento ecológico; establece las bases epistemológicas para la articulación teórica de las ciencias y abre el conocimiento hacia un diálogo de saberes.

La epistemología ambiental es una política del saber que tiene por "fin" dar sustentabilidad a la vida; es un saber para la vida que vincula las condiciones de vida únicas del planeta, con el deseo de vida y la enigmática existencia del ser humano. La epistemología ambiental lleva a cambiar las circunstancias de la vida, más que internalizar el ambiente externalizado de la centralidad del conocimiento y del cerco del poder de un saber totalitario. Este cambio en la panóptica de la mirada del conocimiento, más que renovar la búsqueda de un acoplamiento del pensamiento complejo con la realidad compleja, transforma las condiciones del ser, las formas de ser en el mundo en la relación que establece con el pensar, con el saber y el conocer. La epistemología ambiental es una política para acariciar la vida, movida por un deseo de vida, por la pulsión epistemofílica que nace del erotismo del saber.

La epistemología ambiental no es la aplicación de la razón teórica para aprehender un nuevo objeto de conocimiento: el ambiente. Desde su espacio de externalidad —desde su "fuera de lugar"—, el saber ambiental va confrontando diversas teorías científicas y pensamientos filosóficos con su saber emergente. De esta forma, el saber ambiental convoca al encuentro de Marx, Weber, Bachelard, Canguilhem, Althusser y Foucault, con Nietzsche, Heidegger, Derrida y Levinas, en el ágora del saber ambiental.

El primer momento se produce con el encuentro de la temática ambiental emergente con la epistemología nacida del racionalismo crítico francés —Bachelard, Canguilhem— que cristaliza en el estructuralismo epistemológico de la escuela de Louis Althusser. Dentro de esa perspectiva se plantearon las condiciones epistemológicas de una interdisciplinariedad teórica, orientada a pensar la posible articulación de las ciencias para aprehender la complejidad ambiental desde la multicausalidad de procesos de diferentes órdenes de materialidad y sus objetos propios de conocimiento. La epistemología ambiental inició su aventura cuestionando las teorías y metodologías sistémicas que desconocen a los paradigmas de las ciencias, que desde su estructura de conocimiento erigen los obstáculos epistemológicos y las condiciones teóricas para articularse con otras ciencias en el campo de las relaciones sociedad-naturaleza.

Estos obstáculos epistemológicos no se plantean como los de las formaciones ideológicas que preceden al salto hacia la constitución de una ciencia o al de una revolución científica, en la perspectiva del racionalismo crítico, o que serían superados por la vía de la racionalidad interna de las ciencias o de la lógica del desarrollo del conocimiento como lo hubieran pensado Popper o Kuhn. Los obstáculos que presentan las ciencias a su "articulación" y a su "ambientalización" son barreras que se erigen desde la construcción de su objeto de conocimiento; son las armaduras de su racionalidad teórica y de sus paradigmas científicos, que desconocen y niegan al ambiente, es decir, a las condiciones "externas" que afectan los procesos que busca explicar una ciencia y el campo de lo real donde revierte sus efectos. Estos obstáculos epistemológicos vuelven a las ciencias resistentes a su articulación con otras ciencias y disciplinas, y al diálogo y fertilización con otros saberes.

El racionalismo crítico aplicado a la epistemología estructuralista permitió cuestionar los enfoques emergentes de la interdisciplinariedad, construyendo una torre de vigilancia epistemológica sobre los enfoques de las teorías de sistemas, del holismo ecológico y del pensamiento de la complejidad. Ello habría de conducirnos hacia una reflexión más allá del campo de argumentación epistemológica para analizar las formaciones teóricas y discursivas que atraviesan el campo ambiental, para analizar sus estrategias conceptuales e inscribirlas en el orden de las estrategias de poder en el saber. De esta manera se abrió un diálogo con las perspectivas abiertas por Michel Foucault para combatir las ideologías teóricas que buscan ecologizar el conocimiento y refuncionalizar al ambiente. La epistemología ambiental da un salto para pensar el saber ambiental en el orden de una política de la diversidad y de la diferencia, rompiendo el círculo unitario del proyecto positivista: para dar lugar a los saberes subyugados, para criticar la retórica del desarrollo sostenible y el propósito de ambientalizar a las ciencias; y para plantear la construcción de nuevos conceptos para fundar una nueva racionalidad social y productiva.

El ambiente fue así penetrando dentro del pensamiento estructuralista: las categorías de saber ambiental y racionalidad ambiental, la idea del poder en el saber y de las estrategias conceptuales rompen el principio epistemológico de la identidad entre el conocimiento y lo real; permiten trascender el imaginario de la correspondencia entre estructuras reales (modos de producción) y estructuras de pensamiento (paradigmas de conocimiento), recuperando los valores culturales, abriendo los sentidos y racionalidades en la construcción de saberes y de conocimientos. Esta nueva perspectiva desplazó nuestra indagatoria desde el estructuralismo teórico, hacia el estudio de las transformaciones del conocimiento que plantea la cuestión ambiental dentro del pensamiento sociológico en tres campos privilegiados de análisis: el concepto de formación económico-social en Marx, el concepto de racionalidad en Weber y el concepto de saber en Foucault. Esto nos conduciría a la construcción de la categoría de racionalidad ambiental para pensar la relación entre el pensamiento y la acción, aplicándolo al campo de la ecología política y del movimiento ambientalista.

Ampliando la categoría de racionalidad de Max Weber, la racionalidad ambiental conjuga el orden teórico e instrumental del conocimiento con los valores que plasman todo saber ambiental, abriendo las perspectivas de una administración científica y técnica del ambiente hacia una nueva racionalidad que integra la pluralidad de valores, visiones, concepciones e intereses que configuran el campo de la ecología política, donde confluyen diversas formas de racionalidad, así como las diferentes significaciones culturales asignadas a la naturaleza. La racionalidad ambiental abre el modelo de la racionalidad dominante hacia un haz de matrices de racionalidad en la diferenciación de valores, cosmovisiones, saberes e identidades que articulan a las diferentes culturas con la naturaleza. El saber ambiental se va entretejiendo en la perspectiva de una complejidad que desborda el campo del logos científico —y de las ciencias de la complejidad (Prigogine)—, abriendo un diálogo de saberes en donde se confrontan diversas racionalidades y tradiciones. La racionalidad ambiental abre así las vías de articulación y diálogo entre el saber ambiental y el campo de las ciencias; pero sobre todo va alimentando la construcción de una nueva racionalidad social, donde se conjugan identidades culturales diferenciadas y se abre un diálogo de saberes.

El saber ambiental cuestiona así el marco estricto de la interdisciplinariedad y la totalización del conocimiento a través de la subversión del sujeto y el discurso del inconsciente. El saber ambiental se construye en el encuentro de cosmovisiones, racionalidades e identidades, en la apertura del saber a la diversidad, a la diferencia y a la otredad, cuestionando la historicidad de la verdad y abriendo el campo del conocimiento hacia la utopía, al no saber que alimenta a las verdades por venir.

La cuestión del ser, del tiempo y de la otredad habrían de llevar al saber ambiental a navegar hacia nuevos horizontes. La indagación sobre la relación entre el ser y el saber es un salto fuera de la epistemología y de la metodología para mirar cómo las formas del conocimiento del mundo lo construyen y lo destruyen. Esta perspectiva abrió nuevos caminos para ahondar la desconstrucción del logos científico —así como la crítica de la objetivación, la cosificación y la economización del mundo— y para repensar la racionalidad ambiental desde las condiciones del ser; no de una ontología del ser y del hombre en general, sino del ser en la cultura en los diferentes contextos en los cuales codifica y significa a la naturaleza, reconfigura sus identidades y fragua sus mundos de vida, en la relación entre lo real y lo simbólico.