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Publicado por:

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© 2019, Niky Moliviatis

© 2020, de esta edición: Nova Casa Editorial


Editor

Joan Adell i Lavé

Coordinación

Daniel García

Portada

Gabriela Franco

Vasco Lopes

Modelo de portada

Daniel Vickers

Revisión

Noelia Navarro




Primera edición en formato electrónico: octubre de 2019

ISBN: 978-84-18013-14-0



Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

(www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)

NIKY MOLIVIATIS




Solo


Este ebook es para uso personal e intransferible. Cualquier copia o envío será rastreado para velar por el interés de los autores y la editorial e impedir la piratería.

Agradecimientos

As de corazones

Bai Whole London Race

Respira

¡Juguemos!

Querida resaca

Motoscott

Woodgate

Querida paciencia

Complicated

Despierta, campeón

Un cuento de terror

Agua fría para el alma

En pocas palabras

¡¿Listos?!

88IR

El uno en las venas

¡Maldita carrera!

Y aquí vamos

Bonjour

El sistema

Por el uno que corre en mis venas

La entrevista

La recta final

Rompiendo las reglas

Mentiras, mentiras

Soledad

Dímelo a los ojos

Bienvenida al mundo mortal

Ok

Una política vieja

Regresando el tiempo

Amanecer

Señor Hamilton

Locura fraternal

Cita doble

Las elecciones

Desde tiempos remotos

El dictamen

Linaje y jerarquía

Mr. & mrs.

Años atrás



Agradecimientos





Y llegamos a la última entrega de la trilogía Hamilton y al cuarto libro publicado con esta fantástica editorial.

Nova Casa Editorial, gracias por hacer el sueño una realidad, sobre todo a ti, Joan. Daniel, gracias, en grandes cantidades, cuatro años teniéndote como editor, corrector y mano derecha en toda esta aventura. Gracias a mi Panda, Mario, Jess, Silvia y demás equipo de nce, que estuvieron involucrados en cada libro publicado de la trilogía.

Gracias a todas esas personitas que me siguen desde los inicios, todas aquellas que, con sus votos y lectura, lograron que esta trilogía fuera posible. Aún no me creo que tqst llegara a dieciséis millones de lecturas.

Gracias, mis Dushys, por nunca dejarme caer, me encanta estar con ustedes en mis peores y mejores momentos, aun cuando sabemos que siempre se ríen de mí. Normal.

Este año (2019) fue un año de cambios, pero, sobre todo, de aprendizaje. Gracia a mi mamá, incondicional como siempre, enseñándome la humildad de ser humano. Mi papá, que, con el mismo carácter, me enseñó la fuerza de ser mejor. Mis hermanos, que son mis compañeros ilimitados y amigos fieles. Mi abuelita, que fielmente lee mis libros (no crean, me da una pena que ella los lea, pero le hacemos ganas), Susy, Ale, Luis e Irini y demás familia que nunca dudan en estar ahí para apoyarme.

¡No! Jamás podría dejar de mencionar a mi Gaby Franco, porque sin ella hace ratos hubiera tirado la toalla. A Daniel Vickers, por ser mi Rees Hamilton y prestarme su espalda para ser mi portada. A mis vengadoras (Darlis, Chime, Niam, Zela, Nerea, Sam, Jess y Alex) y a mis demás compañeras de letras de Nova Casa Editorial.

Podría mencionar y mencionar y jamás terminar, pero si algo quiero recalcar en estos agradecimientos, es a esas personas que no voy a mencionar, pero esas que me dieron la inspiración de nuevo, aquellos que formaron y están a punto de formar parte de mi vida, aquellos que se fueron y ahora son recuerdos, y aquellos que me sacaron las mejores sonrisas en estos últimos meses.

Tengo que hacer mención honorífica a mi lectora más grande; Amanda Alou. Con casi cien años y un apoyo enorme que me da, no me siento más que feliz de tenerla en mi vida.

Ser escritora es un sueño y todas las personas que me rodean, me enseñan cosas que luego puedo tomar para escribir, bien dicen: ten cuidado de lo que le cuentas a una escritora, de lo que le enseñas y, sobre todo, de romperle el corazón, lo más probable es que termines dentro de una historia.

Por siempre y para siempre

Siempre suya,

Niky Moliviatis





Para mis Dushy’s

Y todas esas personas que nos hicieron olvidar en algún momento que teníamos el corazón roto.



As de corazones






Siempre pensamos en cómo será nuestro primer amor, siempre pensamos que será eterno y desde el primer momento en que nos enamoramos creemos que ahí está la persona indicada, la correcta en todos sus aspectos. Ella se vuelve nuestro talón de Aquiles, nuestra maldita debilidad. Siempre creí que yo era de esos que no buscaría el amor en nadie hasta estar ciento por ciento seguro de que era ella. Una vez casi la cago entregando mucho de quien era yo y solo paré dándome cuenta que las personas son crueles cuando entregas tu corazón. Te lastiman porque eres vulnerable, te lastiman porque saben que tienen el poder de hacerlo.

Yo creía que nadie podía romperme, pero estaba completamente equivocado, siempre existe esa persona que viene a enseñarnos qué es el dolor. Nos enseña que no existe un balance y que toda esa mierda es para los idiotas que creen en el amor eterno. Algo así le pasó a mi hermana gemela, Holly, y también eso estaba a punto de pasarme a mí.

Mis padres, William y Abigail Hamilton, tampoco la tuvieron muy sencilla que digamos, pero gracias a ellos las oportunidades se volvieron posibles dentro de la élite y yo no era quién para desperdiciar esas oportunidades. Iba a salir con la mayor cantidad de chicas que pudiera hasta encontrar la correcta. No vuelvo a cometer el maldito error que hice con Charlotte.

Ella era peligro desde que la conocí, maldito peligro y, aun así, me metí en esa relación en la que lo único que saqué fue que la condenada me engañara. Por mi parte, siempre intenté estar al nivel de cualquier caballero, papá me enseñó a cuidar lo que es mío, me enseñó que las personas que amamos son como cristales y uno debe ser cuidadoso con todo. No me puedo quejar y eso es porque ellos me dieron el ejemplo de ser una buena persona para el día en que esa chica especial llegara, podría ser todo lo que ella esperara.

Cuando descubrí que no solo estaba conmigo, sino con otro par más, decidí no volver a creer en esa porquería. No soy estúpido para caer en juegos como ese. Ella me enseñó a mandar a la mierda la elección de Agapi hasta que de verdad esté seguro de lo que quiero, lo bueno es que no era ella, ni sería ella.

No envidiaba a mi hermana, o a ninguno de mis amigos que tenían una relación. Oh, no. Sentía lástima por ellos. Porque el amor era de lo más complicado que había y no estaba dispuesto a dejar el juego aún.

—¡Por mi vida! —dije al ver la nueva moto que papá me acababa de comprar.

Hace unos meses tuve un accidente de la puta madre en la que casi me mato. Por eso mis padres se negaban a comprarme una nueva motocicleta, pero seamos sinceros, esta cosa de dos ruedas es mi vida.

—Si te vuelves a caer y la destruyes, no te compro otra —dijo papá viendo la motocicleta negra con detalles en azul último modelo.

—Si me vuelvo a caer, corro el riesgo de matarme. ¿Sabías eso? —Lo dije en broma, pero me arrepentí en ese momento al ver la cara de papá caer tres mil veces al suelo—. ¡Lo siento! Fue una broma, papá. Sabes que tendré… ¡Papá! Regresa aquí. ¡Era una broma! ¡William!

Papá se había llevado las llaves de la motocicleta, estaba regresando a la casa negando con la cabeza. ¡Pero que sí la cago más! Corrí detrás de él, hace meses que no monto una, sentía la urgencia de hacerlo, sentir el aire pegar en mi piel, la adrenalina de la velocidad.

—William, era broma —insistí—. ¡Vamos, papá! Prometo ir despacio.

—Ni por una mierda. ¿Sabes lo que pasamos por ese accidente? ¿Sabes lo mucho que sufrió tu madre, lo que sufrí yo?

Bajé la vista sabiendo a qué se refería. La había metido completa por impulsivo, pero cuando vi lo que estaba pasando con Adam y Holly fue la gota que rebalsó el vaso. No medí la velocidad, no medí absolutamente nada, estaba molesto y quería despejar mi mente. Fue la decisión más estúpida de mi vida, no voy a negarlo. Manejar sin casco a alta velocidad es un riesgo que nadie debería tomar, menos cuando estás más enojado que psicópata dentro de prisión.

Meses atrás, me enteré que a mi hermana gemela le pegaba su novio, o, mejor dicho, exnovio. Fue la peor experiencia que puede haber vivido, era mi hermanita y la protegía como mi vida. Verla tirada en una sala llena de sangre. El maldito casi la desfigura. No pude controlarme, le regresé el favor de dejarlo más feo de lo que era el hijo de puta, a tal punto que le quebré la nariz y dos dientes.

Para mí no fue suficiente, si me lo ponían cerca, le volvía a patear el culo hasta que no existiera absolutamente nada de él. Me alegraba saber que estaba lejos, muy lejos de mi vista en una sala de rehabilitación para enfermos mentales. El odio hacia él jamás se iría, y el diagnóstico de trastorno mental me lo pasaba por los huevos. Si lo veía, no prometía mantener mis manos guardadas dentro de los bolsillos del pantalón.

—Lo siento, en verdad, papá. Prometo tener cuidado.

Finalmente, con mala cara, me entregó las llaves. Tenían un llavero negro con letras plateadas que decían «race». Le sonreí en modo de agradecimiento, tenía que aprender a controlar más mi boca frente a mis padres, no quería que tuvieran esas malas sensaciones.

—Solo no puedo perderte, hijo. Cuando seas papá me entenderás. Eres mi vida al igual que tu hermana y tu madre.

—Lo sé, lo siento. —Volví a disculparme por décima vez. Esta vez no dijo nada, regresó a su estado político todopoderoso, dejándome en la entrada solo con esta bebé. Definitivamente, algún día quería ser como él. Respetado por toda la élite, con el poder en mis manos.

Observé la nueva Honda. ¡Malditamente hermosa! Estaba enamorado de ella. Nunca sentiría este amor por ninguna mujer, solo por esta bebé que necesitaba de toda mi atención. No existe un éxtasis más grande en mi vida que conducir una motocicleta mientras el viento me acaricia el rostro. Esta bebé se llamaría Hamil Race, al igual que las demás. Ya está, ahora tengo que bautizarla con aire fresco.

Tomé mi casco, mi chaqueta de cuero, me monté en mi nueva y mejorada gsx. Fue amor a primera vista. Repasé con mi dedo índice las letras que papá había mandado a grabar, eran iguales que las del casco y el llavero.

La nueva gsx tenía una nueva tecnología en las llantas para evitar que se derrapara. Me gustaba mucho ver cómo iba mejorando la tecnología con el tiempo. Al ver las motocicletas en la época de mi padre me ocasiona un poco de risa y ternura.

Mía, solo mía.



Cuando regresé a casa, mamá había preparado un desayuno de campeones. A Holly, mi hermana gemela, y a mí nos encantaba la Nutella, por lo que este desayuno era toda una poesía bien escrita. Lamentablemente, sería solo mi desayuno, mi hermana se casó hace tres meses.

Fue una ocasión bastante extraña, una sorpresa para todos, incluso para mí, ya que Renny Scott, una chica no de élite, accedió a ir conmigo a la boda de mi hermana. Perdió una apuesta y esa fue la única razón por la que fue conmigo. Renny era todo lo que no era la élite y eso me llamaba la atención. Esa noche fue la primera vez que la besé. También fue la última, no voy a mentir, porque la muy caprichosa desde ese día ha hecho todo para evitarme. Tres malditos largos meses.

Era absurdo pensar en ese momento como un recuerdo tan vívido, uno que no podía quitarme de la cabeza. Su vestido negro, su cabello rojo como el fuego, los tatuajes en su piel blanca. Seductor, como el diablo encarnado llamándome a pecar.

—No hagas esto, Rees —dijo Renny, alejándose de mí en la pista de baile. La seguí por todo el lugar como un idiota. Había intentado darle un beso en la pista de baile y ella se alejó viendo alrededor. No reaccioné hasta que vi la manera en que muchas de la élite la veían. No me importaba para nada ser sincero, pero tampoco quería que todo el mundo se percatara de que esta mujer me tenía loco.

Cuando salimos a los jardines, la brisa de la gran fuente principal nos llegaba como lluvia de verano. Me acerqué a ella tomándola de la mano, llevándola cerca del agua, la tomé de la cintura y, de golpe, la cargué. Si iba a estar con esos lloriqueos más valía que valieran la pena.

La escuché quejarse y removerse en mis brazos. Subí a la fuente de un salto, era muy bueno que la mujer no pesara absolutamente nada. Gritó un par de veces que la bajara, pero no estaba dispuesto a hacerlo por las buenas.

—¿Vas a calmarte y dejar de pelear? —pregunté antes de dar el último paso. A este punto no me importaba, me iba a meter en la fuente para hacer esto una locura más grande de lo que ya era.

—¡Me estoy mojando!, ¡mierda! —Me gustaba que usara palabras tan poco comunes en la élite.

—Eso no es mojarse. Esto… —dije antes de dejarnos caer al agua. La escuché gritar al momento en que el agua fría tocó nuestra piel. De verdad estaba fría como hielo en la Antártida. Creo que fue una pésima idea.

—¡Está helada! —Renny intentó separarme de su cuerpo, dándome pequeños golpes.

La tomé con fuerza para que supiera quién diablos era el que mandaba, estaba cansado de sus arrebatos y que se hiciera la imposible cuando sabíamos que los dos queríamos.

Tomándola del cabello, llevé sus labios a los míos. Pensé que me iba a pegar, o me iba a empujar, para mi sorpresa no hizo nada, al contrario, me tomó con fuerza los brazos como si la excitación no pudiera con ella.

—Tienes cara de imbécil, ¿lo sabías?

Levanté la vista para ver a mi mejor amigo que ahora es mi cuñado, Louis Montgomery. Nuestra relación cercana nunca cambió ni siquiera sabiendo que se acostaba con mi hermana. Incluso, varias veces los había escuchado gritar de placer y eso me dio náuseas. ¡Descarados! No esperaban a que no hubiera nadie en su apartamento para hacer sus cosas.

—Cállate, estúpido. ¿Me vas a ayudar con la mudanza?

—¿Qué crees que hago aquí? No es que venga a verte la cara solo porque sí.

Observé las cajas con mis cosas. Tomé la decisión de mudarme a vivir solo cuando me di cuenta de que ni Louis, ni Holly estaban en casa. Mamá y papá accedieron después de una hora de explicarles que esto ayudaría a mi proceso de madurar. Papá fue el primero en apoyarme, mamá tardó un poco más diciéndome que era un niño. Realmente no podía decirme eso, ellos se mudaron a vivir juntos más o menos a la misma edad que yo tengo.

—Bueno —levanté una caja pesada que supongo tenía mis libros de leyes—, movamos todo el culo a mi nuevo y lindo apartamento.

—No lo vas a destrozar en el primer fin de semana, ¿verdad?

—No, qué va. Esta semana, no, aún tengo que instalar todo para destrozarlo.

Le regalé una sonrisa pícara a Louis. Esta aventura estaba a punto de empezar y yo era el espécimen más emocionado. Necesitaba mis juegos de realidad virtual avanzada, mis libros, ropa y cosas que mamá compró para que tuviera en la cocina. Si dependiera de mí, eso hubiera sido lo último en lo que hubiera pensado.

Guardé la caja en la maleta del automóvil, le hice señas a uno de los encargados de mudanza y dejé que ellos se encargaran del resto.



Bai Whole London Race






Primera y última vez que me mudo de casa. Todo el cuerpo me dolía sin mencionar que la cabeza me iba a estallar. Mi madre y hermana se dedicaron a la tarea de arreglar los detalles. No les discutí absolutamente nada, no estaba para decirles que era mi apartamento, no de ellas. Las paredes eran blancas con cuadros de marco negro pegados a las paredes sin ningún relieve. El sistema de sonido y luces conectadas a mi dispositivo móvil, de igual modo, en la seguridad en chapas y ventanas.

La sala la habíamos convertido en una sala de realidad virtual para mis videojuegos y mis dispositivos de entrenamiento. Al menos podía ejercitarme desde la sala de mi casa cuando no podía ir a las pistas. Malditas lesiones que me interrumpen mi vida.

Mi habitación era mi santuario de comodidad. La cama con edredón blanco, el sistema que se conectaba a las paredes para crear un ambiente como de estrellas en el cielo. ¡Era genial! Louis me lo regaló en junio para mi cumpleaños y no dejé de traerlo a esta casa. Incluso, podías colocar sonidos característicos de paisajes naturales, de selva, con su fauna, o de riachuelos y cascadas para ayudarte a dormir. En mi caso era totalmente funcional por mis problemas de sueño.

Mañana tenía una pequeña carrera y necesitaba guardar mis energías de la mejor manera. Era de carreras cortas de motocross de un día, la Bai Whole que se efectuaba cada tres meses. Solo por ser una carrera sencilla, me animé a competir. Estaba fuera de la jugada por tanto tiempo en cama y aún tenía ciertos dolores de rodilla cuando me esforzaba mucho.

Cerré los ojos después de poner música ambiental de meditación para entrar con mi conexión espiritual interna, encontrar mi paz y prepararme mentalmente. Tenía que ganar y demostrar que, a pesar de este par de meses inactivo, aún soy el mejor. Tenía enemigos en la pista que necesitaban un recordatorio.

Debí quedarme dormido porque a las cuatro de la mañana que sonó mi despertador aún estaba con la ropa de ayer. Suspiré colocando diez minutos más en la alarma, típico de cualquier ser humano: desear esos diez minutos más. Solo diez más.

Me levanté con pesadez y mucha hambre, me dormí sin cenar y obviamente mi estómago parece león enjaulado. Tomé espinaca y una manzana, la corté en trozos pequeños, los puse en el extractor y preparé mi jugo verde con las proteínas energéticas que necesitaba para hoy. Preparé cuatro huevos revueltos con pan de rodaja y tres minúsculos pedazos de tocino. Había regresado al gym y eso quiere decir que la dieta es parte de la rutina diaria, excepto por los fines de semana, claro está.

Dejé los platos sucios en el lavaplatos y decidí revisar un poco las redes para ver qué se decía sobre mi regreso. Como era de esperarse, la multitud estaba emocionada al igual que yo. Me acerqué a la ventana sin camisa y tomé una selfie.

La subí, colocando en la descripción de la fotografía: «Buen día para regresar a la pista. Nos vemos en unas horas». Sabía que eso levantaría más el ánimo de las multitudes y, sobre todo, a mis enemigos de pista. No iba a demostrar que estaba un poco ahuevado por todo, pero ya era hora de regresar.

Tomé el teléfono y llamé a Charly, mi entrenador. Tenía que corroborar mi hora de llegada.

—¿Qué dice el campeón de campeones? —esa era una buena manera de contestar el teléfono, es una lástima que solo él lo haga.

—Listo para un título más. Mis patrocinadores están desesperados por mi regreso.

—Totalmente. ¿Estás seguro de que quieres que esta sea tu primera carrera?

Casi nunca corría estas carreras por ser cortas y no me gustaba quemarme como corredor. Evidentemente, mi entrenador aún tenía dudas de esto.

—¡Claro, coach!, estoy más que listo. Además, son carreras cortas.

—¿Dormiste bien? ¿Desayunaste bien? —Es parte de su trabajo asegurarse que todo esté normal conmigo.

—Tengo ya una semana en dieta y gimnasio intenso. Además, no dejé la fisioterapia en ningún momento. Así que sí, estoy listo.

—Está bien. Nos vemos a las nueve en la carpa de Boom Energy. Mandaré a traer tu motocicleta al taller, ya está revisada y con llantas nuevas. No llegues tarde.

—Claro, coach, nos vemos ahí.

Mi emoción se intensificó. Elevé mi mano con mi celular y di un golpe al aire. Extrañaba tanto esto, estar conectado con mi Race interno listo para patear culos era todo lo que necesitaba.

Mandé un mensaje al grupo de la familia avisando de mi carrera y colocando una nota muy larga explicando que estaba listo. El primero en contestar fue Louis, estaba de turno por lo que no me extrañaba que estuviera despierto a las seis de la mañana.

Louis M: Tú puedes, campeón.

Me pasé a una conversación privada para decirle buenos días como se debe sin que mis padres me saquen la madre por vulgar.

Rees H: Pedazo de popo humano. ¡Buenos días!

Louis M: Popo, tú. ¿Ya estás listo?

Rees H: Como es costumbre.

Louis M: Veo que hasta te levantaste temprano en extremo. Ya tenías unos meses de ser un haragán de primera.

Rees H: Ya era hora de regresar. ¿A qué hora termina tu turno?

Louis: Tarde. No dormí nada, estuvimos en emergencias y estuvo crítico.

Rees: Bueno, me cuentas si te veo mañana o me vas a ignorar como siempre.

Louis: Idiota, trabajo como imbécil y tu hermana me exige el poco tiempo que tengo, pero sí. Nos vemos estos días.



A la hora que llegamos a la pista mi corazón estaba acelerado como la mierda. Tenía tanto de no sentirme de esta manera. Los gritos, las chicas de tetas grandes y miniblusas caminando por todo el lugar importándoles poco el polvo que ocasionaban las llantas al dar vueltas en la pista de tierra. Cerré los ojos unos segundos escuchando el rugir del motor de numerosas motocicletas al mismo tiempo. No había mejor sonido que ese.

—No puedes perder, Race —me susurró mi entrenador provocando que abriera los ojos.

—Nunca pierdo. —Esa era una gran mentira, había perdido un par de veces en el pasado, pero desde que comencé a ser el campeón no dejé que nadie fuera adelante de mí.

—Como sea, tienes una fila de chicas que quieren foto contigo. No seas mierda y ve a dar un poco de espectáculo.

—Es mi momento de…

—Race, necesitas de las fans. Estuviste fuera mucho tiempo y los patrocinadores no estaban contentos. Ahora, ve.

Me acerqué a ellas dándoles mi mejor sonrisa. No voy a negarlo, esto me encantaba. Solo que necesitaba la paz antes de la carrera para tener mi mente en eso y solo en eso. Lo único bueno es que conocía esta pista como la palma de mi mano ya que solía entrenar aquí. ¿Lo malo? Muchos de mis contrincantes también lo hacían.

Esperaba ver a Renny por algún lado, mi corazón me lo pedía y eso no era nada bueno.



Me quité el casco sintiendo cómo las gotas de sudor descendían por todo mi rostro, estaba con la respiración malditamente acelerada. Mi corazón estaba a punto de salir saltando como un conejo en estado de ebriedad. Vi el tablero en el que me anunciaban una vez más ganador del torneo internacional de motocross Bai Whole London Race. Un título más para alardear ante todos estos novatos.

Las chicas locas gritonas de faldas cortas me rodearon. En un pasado hubiera disfrutado tanto de esto, en un pasado, incluso, Louis hubiera estado presente, listo para tomar a una de mis chicas. Como cambiaban las cosas.

Quién diría que estaría aquí, en media carrera de motocross viendo a la chica de tatuajes, pantalones bajos, zapatos enormes nada femeninos y blusa pequeña que enseña el ombligo. ¿Quién diría que esa mujer me tendría loco?

—¡Race! —me gritó Billy Blen desde el otro lado de la pista—. ¡Fiesta en la fraternidad en tu honor, cabrón!

Asentí, sabiendo que Renny Scott estaría allí. Ella era de esas pequeñas problemáticas que no se perdían una fiesta, menos una en mi honor. Cuando me acerqué al podio, después de haberme quebrado los huesos en la pista, estaba listo para ser premiado. Definitivamente me encantaba regresar a la pista y seguramente mis patrocinadores estarían contentos con el resultado sin mencionar que mi entrenador se tragaría sus palabras.

Me colocaron la medalla de oro que decía «Campeón Internacional de Racing, Número Uno». Estaba acostumbrado a ser el número uno, nunca el dos. Esa es una de las razones por las que Charlotte se fue muchísimo a la mierda. Ella me dejó de segundo en su engaño y yo no aceptaba un dos por respuesta. El único dos en mi vida aceptable, era el hecho de que mi hermana gemela nació primero.

Levantando el puño al aire, celebré con mis seguidores el grito y canto de la victoria.

«Por el uno que corre en mis venas, por el uno que nadie me quita, por ser malditamente invencible. ¡A la victoria siempre!».

Bajé del podio pasando junto a Renny que no mencionó absolutamente nada, me di media vuelta tomando su brazo, me acerqué un poco y susurré con cariño.

—Definitivamente el verde claro te luce —dije, bajando la vista a su pequeña camisa que se tallaba a la perfección en su busto. ¡Vaya! Era hermosa.

—¿Te han dicho que hueles a sudor? —respondió con una cara de asco. ¡Ah, señorita! Te enseñaré a jugar.

—Sé que mi sudor es el único aroma mezclado con sexo que quieres oler, pequeña rebelde. Te veo en la fiesta.

Ignorando el hecho que quería correr, besarla, abrazarla y consentirla, respiré y seguí caminando como si no existiera. Odiaba hacerlo, pero de ese modo entendería cómo superar todo. Necesitaba lograr conocerla mejor y ella aún no me dejaba ver un poco de quién era ella.

Este era mi reto personal. Uno que me costaría un riñón y la mitad del otro.



Respira





Me acosté en el sillón pensando en la fiesta que tenía hoy en la fraternidad de motociclismo. Jamás se me hubiera ocurrido ir a un lugar como ese, pero Renny estaría ahí y mi orgullo no podía dejar de pasármela por la cabeza. Con el tiempo había hecho varios amigos en este mundo, uno que era muy diferente al de la élite ya que era el único que hacía motocross como deporte profesional.

Una vez había ido a una fiesta de fraternidad y fue una locura, tenía 18 años y solo estaba pensando a quién besaría y cómo le entraría a la chica. No había necesidad de pensar mucho en eso, las mujeres todas borrachas se te tiraban encima con desesperación por tenerme —sin ninguna diferencia a la élite—. Era un caos donde hombres y mujeres se metían más alcohol del que podían aguantar y terminaban en el jardín vomitando todo. Era un asco.

Pensé que jamás iba a repetir esta experiencia y aquí estaba, acostado en el sillón pensando qué debía ponerme. No podía ir de saco o de camisa formal como acostumbraba en la élite, esto era otro maldito nivel. Aquí dejaba de ser Rees Hamilton y me convertía en Race Hamilton.

—Kyle, ¿crees que está bien ir? —pregunté a mi compañero de carreras, cada vez que teníamos una carrera de relevos, él era mi compañero de fórmula.

—Te la vas a pasar bien, princesa. Créeme que esta fiesta será más tranquila que las demás. No es una de esas con sombreros y vestidos de monja a los que estás acostumbrado, esto es una maldita fiesta de la fraternidad de Londres en motociclismo, ¡te va a encantar!

Estaba más que seguro de que no me iba a encantar ir a ver cómo hombres borrachos se aprovechaban de mujeres borrachas, con poco sentido común de alejarse de chicos tan patéticos como ellos. No es que estuviera lejos de la élite, aun cuando éramos más formales y con alta educación en etiqueta, más de algún imbécil como Adam —el exnovio de Holly—, se metía en la jugada.

—Se sintió bien regresar —aclaré. Hace mucho que estaba deseando volver a una carrera, dos veces al mes había competencias de entrenamiento y cada tres meses empezábamos torneo. Si no estaba en carrera de velocidad, estaba en motocross o en freestyle, que eran mis carreras favoritas.

—Ya era hora, Race, la tribuna te extraña. Estos cinco meses fueron la cagada más grande.

Le di una sonrisa a este idiota.

—¡Aww, corazón! —dije, haciendo voz de buena dama—, ¿me extrañaste?

—Dije la tribuna imbécil, pero, sí, también te extrañé. Ver al idiota de Brat ganar las carreras y lucir su culo en toda la pista no es lo mejor del mundo. Maldito.

Brat Minch, mi peor enemigo en la pista de motocross y freestyle. Era una mierda de uno noventa de estupidez, ganaba todas las carreras hasta que yo entre al juego. Mi vida eran las carreras de velocidad. Después de competir dos veces consecutivas en la legendaria carrera de tt isla de Man, decidí probar suerte en el motocross y poco a poco fui subiendo a freestyle. Desde los 10 años practicaba a nivel profesional. Amaba la velocidad desde pequeño y me subí a mi primera motocicleta a los 8.

Ese día me caí y mi hermana quería que prometiera que nunca más me subiría a ninguna otra. Lo siento, Holly, pero desde esa caída, me enamoré de la adrenalina que da este deporte.

—¿Vas a competir en la competencia de resistencia y freestyle en Madrid? —preguntó Kyle.

—No, no puedo aún por la rodilla, solo motocross y moderado. Caída más mierda, de verdad que destrozó mi existencia, hermano.

—Bueno, tenemos tres meses de preparación para las eliminatorias del próximo año.

Di una sonrisa de aprobación, iba a prepararme para el otro año ser el campeón de freestyle. Meses atrás, Louis sería el que estaría aquí conmigo diciéndome a qué carreras asistir y a cuáles no. Sé que en dos días aparecería en mi puerta. Los domingos eran religiosos para nosotros y cuando digo religioso no me refiero a ir a la iglesia. Todos los domingos hacemos cena en su casa, por primera vez ofrecí la mía para darle la bendición a mi nuevo hogar. Por más raro que suene, así es. Espero que no quieran comida preparada, tampoco es que pueda cocinar, les compraré una pizza y espero eso sea más que suficiente.


Dos horas después, estaba frente al espejo viendo mi atuendo. Pantalón de lona, camisa blanca en v y chaqueta de cuero negro. Mi cabello, como era costumbre, estaba desordenado en ondas negras. Sí, quizá estaba vestido como imbécil, pero este estilo me gustaba. Eso de los pantalones de tela, camisas de botones y sacos, era para la élite.

Hoy no era parte de la realeza, no era parte de ninguna tontería de esas. Hoy solo era Race Hamilton, corredor profesional y simple ser humano que va a salir a beber. Cualquiera de la élite que escuche eso no me lo creería ni en pedo.

Le tiré sus llaves a Kyle, su motocicleta era una Ducati, muy parecida a la que hice tres pedazos hace unos meses. Yo llevaría a mi nueva bebé, tenía que lucirla. Tenía cuatro motocicletas sin contar la que ahora está en la chatarrería descansando en paz. Mi moto de motocross, la de freestyle, de racing y, por supuesto, mi nueva Honda.

Cuando llegamos a ese lugar, el cual tenía una pinta de burdel barato, la gente salía de la puerta como hormigas. Los autos parqueados como si los tickets de tránsito fueran una broma y el sonido estridente mataba los tímpanos de cualquier persona que se acercara a la bocina. Me sorprendió ver que las chicas no estaban tan mal vestidas como veía en los bares americanos, estas eran un tanto más decentes.

Pensé en las fiestas españolas y, definitivamente, Inglaterra tenía estilo. La música sonaba como si no hubiera tope tan alto. Me pregunto qué dirán los vecinos de eso, de seguro si fuera uno de la élite ya lo hubieran demandado. Por otro lado, las canciones eran muy parecidas, conocía unas cuantas y eso me hacía sentir mejor. No estaba tan perdido después de todo.

—¡Race! —escuché la voz de una chica—. No puedo creerlo. ¡Es Race!

Numerosos gritos de chicas se extendieron por el lugar acercándose como las típicas chicas fanáticas a las cuales ya estaba acostumbrado. Les di una sonrisa de esas que sabía las mataba, me acerqué a ellas y accedí a un par de fotografías. La verdad es que me encantaba tener a estas pequeñas gritando y exigiendo fotos, me hacían sentir importante.

—Bueno, bueno —dijo Kyle llamando al orden—. Si quieren que Race aparezca más seguido, tienen que darle espacio.

Muchas de ellas se quejaron, pero accedieron al cabo de un par de fotografías más. Me acerqué a una mesa donde había una cantidad absurda de alcohol, vasos rojos de plástico y hielo en cubetas que temía tomar.

—Yo que tú, tomaría de estas —dijo una rubia de tetas de campeonato tomando una cerveza—. Son más seguras y casi nadie las elige.

Una buena cerveza era la solución a todos mis problemas, definitivamente esta chica tenía cien puntos. Destapando la cerveza con la orilla de la mesa, le di un trago largo, sintiendo lo amargo deslizarse a través de mi garganta y bajar hasta mi estómago dejando frío todo su trayecto.

—¡Gracias! —dije, extendiendo mi mano—. Race Hamilton.

—Bree Vance —me dio una sonrisa enseñando sus dientes completamente blancos y rectos.

—Es un placer, Bree. ¿Quieres salir al balcón para poder platicar mejor?

Valía la pena entablar conversación con alguien, al fin y al cabo, a eso vine. Tenía que salir más, despejar mi mente de la pelirroja que hacía mi vida un infierno. No la conocía lo suficiente para decir que estaba loco por ella, enamorado, pero sí estaba enojado y molesto por su rechazo. Bree era agradable y, en cuestión de segundos, estábamos más que metidos en una estupenda conversación de tipos de llantas. Este tipo de pláticas no las podía tener con nadie de la élite, menos con una dama.

—¡Renny Ren Scott! —escuché a alguien decir. No dudé en girarme con el corazón palpitando como conejo drogado.

En la parte de abajo, cerca de la piscina, donde se encontraba Brat «Maldito» Minch estaba tomándola de la cintura. ¡Carajo! Espero que no regresen en este tiempo. Brat era el exnovio de Renny, para ponerle la fresa al pastel. ¡Era su exnovio! Por toda la vida pura… ¡Su ex! Y el tipo era un asco bien hecho.

Me incliné un poco para verla cómo empujaba a Brat, como si guardara su distancia. ¡Aleluya! Si la veía besándolo me iría al infierno por matar a Brat en un ataque de… Un momento… ¿Celos? No, jamás. No estoy clavado de ella para sentir celos, definitivamente esto me está costando mi coherencia.

—¿Te pasa algo? —preguntó Bree, acercándose a mí. Le di una sonrisa viendo una vez más el área de la piscina. Renny tenía los ojos clavados en mí, le di una sonrisa antes de dar media vuelta y tomar a Bree de la mano llevándola adentro de la casa una vez más.

Así es Renny Ren, así es como se juega, yo también puedo hacerlo.



¡Juguemos!






Salí para buscar un poco de aire, esas ocho cervezas estaban empezando a hacer efecto en mi estómago, sin mencionar los jueguitos de quién toma más. ¡Malditas cartas! Según sabía, solo se usaban para póker.

Por primera vez en muchísimo tiempo, me sentía relajado. Bueno, desde mi viaje a Grecia con Louis. Aquellos recuerdos, no me importaba nada más que tomar y pasarla bien. Recuerdo muy bien cómo empezaba a sentir cosas por Charlotte, era divertida y graciosa, la pasábamos bien y el sexo era de dioses egipcios y griegos calientes. Aún no entiendo el punto de lastimar a las personas. Me hizo daño, no voy a ocultarlo.

Lo bueno es que la superé rápido y no me quedé en casa pensando en cómo había podido engañarme. No me gustaba sentirme vulnerable en cuestiones del corazón, miren a Holly, se entregó y salió como colador de esa relación. Aun así, el dolor era un recordatorio de que estaba vivo.

Aclaración, no quiero sentirlo nunca más. Una vez es suficiente.

Tomé un par de bocanadas de aire antes de regresar a la sala, donde todos mis conocidos estaban sentados en círculo con las cartas del infierno. Resulta que dependiendo de qué carta te salga, te toca una penitencia. ¡Kings! Me recordé a mí mismo, quizá algún día pondría a todos en la élite a jugarlo.

Tomé mi asiento junto a Bree, envolviendo mi brazo alrededor de su cintura. Sentí una mirada antes de caer en la cuenta que Renny estaba justo frente a mí. ¿Qué hace aquí?

—¿Renny? —pregunté, viéndola fijamente.

—¡Oh, Dios! ¿La conoces? —preguntó Bree, acercándose un poco más a mí—. Estamos juntas en clases. ¡Es increíble!

—Cálmate, Bree, te vas a caer de la silla. Ya estás borracha.

Escuchar su voz era como un balde de agua fría. Maldición. ¿Por qué provoca esto en mí?

—No, no lo estoy —sí, el primer paso es negarlo. Claro que estaba borracha y yo la estaba alentando a estarlo.

Renny puso los ojos en blanco antes de levantar una carta. La vi cómo se mordía el labio, concentrada, el punto no era sacar las peores cartas y sabía de antemano que la peor era el siete —la puta—, en la que tú escogías a alguien para que te pusiera hacer lo que él o ella querían.

No tuvimos esa suerte con Renny, le tocó un dos de corazones. Las mujeres levantaron su trago dando un brindis. Esas penitencias eran las peores. Mujeres toman, hombres toman, todos toman. Eran las menos interesantes.

Erika tomó la siguiente carta, gritó, ¡bomba!, y todos gritamos tirándonos al suelo. Era algo divertido de hacer, realmente estos juegos de mortales eran únicos y divertidos. En la élite todo era muy cuadrado. Si te tirabas al suelo de ese modo todos te verían raro y pensarían que eras un ridículo, pero aquí, viendo a todos reír, era increíble, diferente.

Cuando fue mi turno de agarrar carta, calenté mis manos como si estuviera a punto de hacer un truco de magia, ahora yo estaba siendo un idiota, pero era divertido. Levanté la carta revelando mi número favorito cuando no estaba en mi contra.

—Siete de diamantes —dije y mostré la carta que todos querían sacar.

—¡Puta! —gritó Kyle, señalándome emocionado—. Puedes elegir a tu puta, hermano.

—¿Tiene que hacer lo que yo quiera? —pregunté sabiendo la respuesta.

—Claro, hasta que salga la otra puta. Pero será tuya durante ese tiempo. Puedes pedir lo que sea.

Me quedé viendo la carta unos segundos, ya sabía a quién quería. No solo porque podría convencerla de hacer lo que yo quisiera, con esto podía demostrarle que aún tenía el maldito control. Me encantaba enseñarle que yo mandaba. ¡Maldición! Me encantaba que lo entendiera.

Levanté la vista para ver esos ojos verdes, su cabello rojo, perfecto. Le di una sonrisa para que supiera que es lo que estaba pensando. Oh, sí, Renny Ren, serás mi maldita puta. Un momento… ¡Qué boca la que me estoy cargando en estos momentos!

—Ni por un infierno, Hamilton, estás loco —dijo poniéndose de pie.

—Reglas son reglas, Renny Ren, eres mi puta. Ahora, ven y siéntate a la par mía. Bree, cambia de lugar con ella.

—¡¿Qué?! —gritó Bree, bastante sorprendida. Si creyó que la elegiría a ella estaba muy equivocada.

—Ya sabes las reglas, mujer —dijo Kyle señalándome—. Eres su puta.

Su cara se transformó en ira. La princesa estaba enojada, quería tirarme al suelo y reír como estúpido dando vueltas por todo el sucio suelo, lleno de colillas de cigarro y bebida derramada. Claro, solo en eso pensaba, reír hasta orinarme en mis pantalones. Ella, la rebelde Renny, estaba a mi merced.

¡Alguien que lo grabe! Esto no iba a volver a suceder.

Acerqué mi mejilla, señalándola con mi dedo índice. Muchos del grupo gritaron «¡beso!» y eso era exactamente lo que quería. Me encogí de hombros, golpeando otra vez con el dedo. De esta no se escapa.

—Vas a pagarla, Hamilton —dijo antes de darme el beso bastante babeado. Me hubiera dado asco de ser alguien más, pero por algo extraño, no me molesto.

—Me encanta tu saliva, señorita Scott. Así que no te preocupes.

Esta hizo un gruñido antes de tomar su siguiente carta. Estaba a segundos de decir algo cuando le dio la vuelta a la carta, suspiré aliviado al ver que era k de diamante. Fondo blanco de un trago bien fuerte, pensé que le tocaría tomárselo a ella, pero resulta que tenía que dárselo a alguien. Cuando me tiró la carta poniendo el vaso frente a mí entendí que estaba pagando mi parte por haberla escogido. Definitivamente este traguito me mandaría a la mierda.

—¡Fondo, Race! —gritaron las chicas colocando sus ojos encima de mí. Ya, maldición. Aquí vamos.

Empecé a tragarme esa porquería, el alcohol quemaba toda mi garganta con un sabor a menta y naranja. Estaba asqueroso. Paré unos segundos tapando mi boca, pensé que vomitaría enfrente de todos si no paraba un segundo. Como si no fuera lo suficientemente estúpido, me lo bajé con la cerveza que tenía enfrente. Renny señaló el vaso que aún estaba a la mitad.

—Te falta, Hamilton.

Sí, maldita sea, me faltaba, pero no estaba acostumbrado a este tipo de tragos. ¿Esta gente no tenía hígado? Suspiré, sintiendo cómo el sabor etílico se removía en mi boca, antes beber una vez más, reaccioné. Ella era mi puta.

—Renny —dije y señalé el vaso—. Acábatelo por mí.

—¡¿No?! Eso es trampa.

—No, no lo es. Eres mi puta y quiero que te lo acabes.

La risa de nuestros compañeros de juego se hizo presente, incluso Adrián somataba la mesa como si les hubiera echado «cagadinis de risa» en los tragos. Me sentí orgulloso, para ser nuevo en esto lo estaba haciendo bastante bien.

Ren tomó el vaso con mala cara tomándoselo todo en un nanosegundo. ¿Qué?, ¿acaso no tenía garganta? Cuando se lo terminó, bajando el vaso hizo el mismo gesto de taparse la boca con el dorso de la mano como si también fuera a vomitar. Sí, cariño, así se pagan las cosas.

Me arrojó el vaso a la cara, el cual logré esquivar, y dio media vuelta para ver a Sergio, un corredor español que estaba en Londres haciendo unas prácticas. Este tomó la carta que le correspondía siguiendo el juego. Dos vueltas pasaron, y el bendito siete que quedaba seguía sin aparecer.

Fui testigo de chicas tomando vasos completos de licor, de chicas quitándose la blusa, de hombres haciendo lo mismo, solo que a ellos no les ponía atención. Renny estaba riendo a pesar de que le pedía cosas simples donde no quedara en ridículo ni pareciera que me aprovechaba de ella. Había hecho que hiciera un par de locuras más como bailar sobre la mesa y darles un beso en la mejilla a todos, lo cual me parecía gracioso. No la trataba mal en comparación con los primeros que fueron puta en la jugada.

Logré tomar su mano unas tres veces y ella lo permitió. Ni idea si era por el juego o porque le gustaba, pero con toda la bebida que tenía encima ya no sentía nada.

Renny levantó su carta dándome una sonrisa en la cara, era la última y mi cabeza no procesaba que no había más cartas después de esa.

—Race, eres mi puta —dijo poniéndose de pie—. Como es el final del juego, mi última orden es que durante una hora y en el siguiente juego hagas lo que yo quiera. Sin excusas, porque yo hice exactamente lo que querías.

—¡Vaya mujer! —gritó algún idiota detrás de mí.

—¡A la Cama Ren! —dijo alguna chica poco decente.

Suspiré y asentí en silencio. Ya que más da, no quería que se apartara y esta hora nos daría tiempo para estar juntos. Me puse de pie tomando su mano. ¡Joder! Estaba emocionado.

Subimos las escaleras, mi cabeza daba vueltas, estaba poco consciente de lo que pasaba a mi alrededor. Incluso, el suelo se movía esporádicamente y tropezaba detrás de una Renny que reía como yo lo hacía. La música sonaba a todo volumen, mucho más que antes, quizá era yo el que estaba más sensible que antes.

—¡Me gusta esa canción! —dije tomando a Renny de la cintura y dándole vueltas en el segundo piso, cerca del balcón.

—¡Bájame, Race! —gritó Renny riendo como una loca.

Negué, no quería bajarla, aunque esas fueran sus órdenes. Quería bailar. Le di una vuelta moviendo mis caderas con poca coordinación, en estos momentos nada en mí estaba en perfecto equilibrio. Estaba bastante borracho, eso no era algo que pudiera ocultar.

Para mi sorpresa, Renny comenzó a bailar, un baile demasiado perfecto para ser verdad. Sus caderas formaban un ocho, mientas restregaba su culo en mi parte más íntima. Como buen hombrecito, borracho, este se paró con un poco de estimulación. ¡Vaya!, no le llevo ni tres restregadas, y Big Rees de verdad la deseaba.

—¿Me llevas a tu apartamento? —sus palabras me dejaron frío. ¿Qué?

—No —dije negando en silencio—. No quiero aprovecharme de ti borracha.

—No, idiota, sé que no vas a hacer nada, confío en ti. Pero si no me voy contigo, tendré que pasar la noche en la fraternidad, no quiero, siempre me da… Miedo pasar la noche aquí con tanto hombre…

Tenía que protegerla o cuidarla. No la dejaría aquí, yo podía tenerla en casa y no… ¡Mierda! ¿Cómo iba a controlarme si estaría durmiendo en el cuarto de visitas? No, no podía. Cerré los ojos, intentando pensar con claridad.

—Sabes qué, olvídalo. Sloan quizá vaya a casa, no lo sé, nunca sé en que esta ella. Solo tengo sueño. ¿Me puedes cuidar en lo que encuentro una habitación desocupada?

¡Oh, no! Ni loco. La tomé de la mano, con o sin Sloan, ella estaría conmigo. Caminamos hasta mi motocicleta. Ya va la irresponsabilidad. Manejar borracho, con esta princesa era una pésima idea. Muy mala para ser verdad.

Tomé el teléfono y marqué el número de Louis. Ya sé, me va a sacar la madre, pero prefiero eso a tener otro accidente y romper mi promesa. No pasaron ni veinte minutos cuando Lou apareció con Holly y la camioneta para mis carreras. Montamos mi moto en la parte trasera, mejor dicho, Lou montó la moto y la aseguró. Dándome el típico sermón de qué diablos hacía tan borracho. Renny tomó mi mano cuando íbamos camino a mi apartamento.

—Eres un irresponsable, Ress, tienes que aprender a medirte, tomar menos. No es un campeonato para ver quién toma más.

—Si fuera irresponsable se hubiera subido a la moto. ¿No lo creen? —Me sorprendió horrores cuando la voz de Renny se escuchó defendiéndome de mis hermanos.

—¿Y tú? —dijo mi hermana dando media vuelta para verla a los ojos—. ¿No deberías ir a tu casa o llamar a tus padres para que vengan por ti?

La voz de mi hermana sonaba fría y dura. ¡Maldición, Holly! El cuerpo de Renny se tensó por completo, eso me hizo desear abrazarla con más fuerzas, pero el único contacto que tenía era su mano. Vamos, Holly, ¡cierra la boca!

—Sí, ojalá pudiera pedirles que vinieran por mí —respondía, desviando la mirada a la ventana.

—A la próxima vez ya sabes qué hacer. —El colmo. ¿Desde cuándo Holly es tan poca dama para tratar así a otra?

—Suficiente, Hol, ella no tiene la culpa. —San Louis al rescate. Le sonreí por el retrovisor al tiempo que él negaba moviendo apenas su cabeza en señal de amistoso reproche.

—Tengo una hermana celosa, celosa, ce-lo-sa.

—¡Cierra la boca, Rees!

—La amo, la amo, la amo, pero, Hol, eres un dolor de huevos.

La risa de Louis y Renny invadió la camioneta ocasionando que Holly sacara su hermoso dedo de en medio en mi dirección. Realmente estaba muy borracho.

Nos estacionamos enfrente de mi apartamento, no bajaríamos la moto, nos llevaría veinte minutos quitar los seguros. Ya mañana iría por ella. Despidiéndome de ellos, agradecí que llegaran por mí.

Entramos a mi apartamento, donde todo estaba ordenado, menos mal pago para que alguien mantenga esto impecable. Prendí el interruptor guiando a Renny dentro, el efecto estaba pasando, eso no evitaba que las ganas de besarla crecieran como nunca antes.

—Toma. —Le tendí una botella de agua bastante fría, seguramente amanecería con mucha sed.

—Gracias —se dio media vuelta caminando al sillón que tenía en la sala. No entendí lo que estaba haciendo hasta que acomodó los cojines. Me acerqué a ella tomándola de la cintura, la coloqué como costal en mi hombro cargándola a la habitación de invitados. Esta alegó durante todo el trayecto diciendo que no se acostaría conmigo. ¡Por favor! No voy a aprovecharme de ella. La dejé caer en la cama, la cual era muy cómoda.

—Habitación de invitados. ¿Qué creías?

—No estoy acostumbrada a tener amigos con lujos. Sí fueras otro, me harían dormir en el piso, no es la primera vez.

Quería procesar lo que acaba de decir, pero me quedé en la parte de amigos. ¡Me llamó amigo!

—Así que soy tu amigo, ya era hora que lo admitieras, Renny Ren.

—No quise… No me refería a…

No la dejaría terminar, no quería que arruinara mi momento con alguno de sus comentarios sarcásticos de mierda. No cuando la tenía en mi cama. Bueno, en la cama de visitas.

—Buenas noches, nena. Descansa.

Cerrando la puerta, caminé mi habitación. Tenía dos opciones para quitarme la calentura que esa dama provocaba en mí. Un buen baño de agua fría, o masturbarme durante un muy buen rato.

Opté por las dos opciones, ya que ninguna fue suficiente.